Capítulo uno

1843 Words
GIOVANNA ◤ ... ◥ Tome en mi mano una cantidad razonable de harina y con una sonrisa en mi cara llene a Abdel de harina, sus ojos verdes me miraron al instante, estaba serio sin una sonrisa y la mía desapareció. ¿Se enojó?, di un paso hacia atrás, alejándome lento y seguro de él. Mire como dejo a un lado la bandeja de galletas y siguiente a eso, camino hacia mí, negué mirándolo y él dio un pequeño asentimiento. — No, Abdel. Por favor, no fue mi intención, solo era una broma —. Murmure. — ¿Una broma? —. Pregunto deteniéndose. Mis ojos fueron a cada sitio de mi departamento buscando una salida, algo que me escondiera de su venganza, suspiro provocando que una hilera de harina se moviera en el aire y reí con fuerza. Sus manos tomaron mis brazos tan rápido que apenas me di cuenta. — ¡No! —. Era cobarde. —¿No? Debes de pagar por esto, Gio —. — No, no debo —. — No podrás distraerme, ni tu aroma, ni tus feromonas me distraerán de esto. Si te llevas debes de aguantarte —. — ¿Qué me harás? —. Pregunte con miedo. — Eso es clasificado —. Hice un puchero intentando convencerlo de que no era necesario, no quería recibir un regaño o una broma peor a la que yo hice. Solté mi aire cuando eso no lo convenció y procedí a lo siguiente. — ¿Escuchas eso? —. Abdel giro su rostro mirando a donde yo señale con la mirada, atento a cualquier cosa, dejándome de lado por si eso era un peligro. Actuando como un alfa suele hacer y que eso puedo tomarlo a mi favor. Me deshago de sus manos y corro, corro por mi vida, soy perseguida inmediatamente por Abdel que aprovecha su altura para alcanzarme más rápido. Entro a mi habitación, salto por la cama y termino dejándolo lejos de mí, sus ojos me miran, entrecierra su mirada analizando el perímetro para poder atraparme. Da tanto miedo esa actitud. Cuando él salta hacia mí, yo me transformo en mi versión más esponjosa y adorable. Brinco escondiéndome debajo de la cama, huyendo con tanto miedo. Escucho los pasos de Abdel, son pesados y hacen que el piso tiemble, agudizo mi oído para estar precavida y corro hacia mi sillón escondiéndome debajo. — Conejita —. Usa una voz suave. — No te ocultes, ven conmigo. Ya no te haré nada, te has salido con la tuya. Eres libre —. Sus pasos se detuvieron, no pensaba salir ante nada, era peligroso y yo era una cobarde que no quería afrontar mis consecuencias. — 1... 2... y 3... —. El sillón desapareció de mi vista y en esta la mano de Abdel fue protagonista, me tomo en su mano sin apretarme. Me dirigió hacia él y solo temblé de miedo. Solo esperaría a que su enojo pasará, a que ya no estuviera pensando en jugarme una broma como yo, no quería acabar con kilos de harina sobre mí. — Como una bola de nieve. ¿Estarás así hasta que se me olvide lo que me has hecho? —. Alce una oreja respondiendo a su pregunta. Camino conmigo en su mano y se sentó, cerro sus ojos y tomo el puente de su nariz. Parecía pensar en algo y yo no caería tan fácil. Su mano bajo dejándome en su regazo y solo me quede quieta, percibo un aroma a galletas, este va cambiando y me alarmo, mis galletas se están quemando. ¡Por los santos de las galletas! — Oh, qué tal, ¿Lo hueles?, parece que por primera vez tus galletas estarán horribles. Tienes suerte, a mí eso no me importa en absoluto —. Me transformo de nuevo, Abdel sonrío como si eso hubiera querido que sucediera, camine con paso rápido hacia mi horno. Tome mis guantes y saque aquellas galletas, estaban más doradas de lo usual y eso afectaría a su sabor dulce. — Fue tu culpa. Si no me hubieras perseguido, esto no ocurriría. Mis pobres galletas —. Suspire. — ¿Mi culpa? Aquí la única culpable eres tú —. Lo miro con una mirada de advertencia a que se mantenga lejos, pero no me hace caso, me toma de la cintura y me alza dejándome atrapada contra la encimera. Sus brazos se ponen en el contorno de mis caderas y me siento diminuta, mis nervios recorren mi cuerpo y tiemblo por lo que pueda pasar. — ¿Quién tiene la culpa? —. — Yo —me cruzo de brazos—. Solo estaba jugando, una broma, porque tienes que ser tan cruel —. — No lo sería si alguien no fuera tan cobarde —. Da gusto en donde más me duele. — Eso no es cierto —. Abdel toma mi cuello obligando a que lo mire, bajo mi mirada a sus labios y luego voy hacia sus ojos, estamos a pocos centímetros, algo que acelera mi pulso. Su agarre en mi cadera crece, siendo fuerte. Pareciera que no quiere que yo me aleje, detectando mis siguientes movimientos. Si fuéramos pareja no me alegaría, cerraría mis ojos siendo tan sumisa y esperando sus labios. Solo un sueño, algo falso que no sucederá y eso lo he entendido muy bien. — Escuche... —. — No, no escuchaste. Eso es mentira —interrumpe, parece haber leído mis pensamientos—. ¿Por qué no te dejas llevar? Solo una vez, Giovanna, ¿tienes miedo? —. —¿A qué te refieres? —. Pregunto. Pongo mi mano sobre su pecho intentando poner un distanciamiento, pero él no lo permite. — Sabes a qué me refiero. ¿No sientes eso?, ¿esa tensión?, ¿soy el único? —. — Si lo eres —. Finalizo. Lo alejo, saliendo de sus brazos y poniendo mis pies en el piso. Abdel me ayuda a no caerme y solo lo aparto, no lo mire y me alejo caminando hacia el horno para poner la segunda tanda de galletas. Aquel ambiente del que habla Abdel se vuelve incómodo, al punto de que seca el aire, sus ojos tratan de encontrar los míos, pero me niego. No puedo aceptar sus sentimientos, no sería capaz de eso. En poco tiempo su destino llegará, su pareja destinada aparecerá y yo solo seré dejada a un lado. ☽☾ El auto se estaciona frente al bloque de departamentos, con una suave sonrisa me quito el abrigo que parece Abdel me puso cuando caí dormida. El viaje de regreso fue agotador, no pensé que tardaríamos mucho en regresar del cementerio, más cuando mi celo me ataco desprevenida. Se supone que tome mis pastillas para evitar este problema, más estando cerca de Abdel. — Es mejor que tú lo tengas, eso tiene mi aroma impregnado y si sales aún en tu celo solo eso ayudará a que nadie te quiera hacer nada —asiento—. Recuerda mandarme un mensaje cuando necesites algo, si aún sientes dolor llámame y... —. — ¡No! —lo interrumpí de inmediato, esa sugerencia no debería ocurrir nunca—. Lo siento, solo no quiero algo como eso. Somos amigos, Abdel, no puedes sugerir esas cosas tan a la ligera —. — Solo trato de ayudarte —. — Pero no debes. Tampoco es tu obligación, no somos pareja, no parece que lo seremos nunca. Así que prefiero mantener nuestra distancia, por favor, sé cuidadoso. Serás el siguiente en gobernar, si alguien sabe que tú y yo somos algo, eso no podre soportarlo —. — Bien. Está bien —. Tragó con fuerza la saliva atascada en mi garganta, lo miro con detalle, aquel «Está bien» siempre lo utiliza cuando algo no es de su agrado. Siendo que es callado o no puede decir nada más. Sus verdes detallan su molestia y solo guarda silencio, bajo del auto y lo rodeo caminando hacia la puerta de la entrada. Baja del auto siguiendo mis pasos, quedándose detrás de mí. — Abdel... —. — Algún día entenderás —. Me interrumpe, antes de que vuelva a decir algo que no le gusta. — ¿Cómo? —. Entrecierro mis ojos tratando de descifrar lo que dijo. Sabe que es imposible que se me escape algo por mi oído de conejo, ladeo mi rostro y me giro sobre mi eje dando la cara. Sus ojos me impiden ver lo que él siente y es algo que me frustra, pero solo soy su amiga. Toma mi brazo cuando ve que voy a volver a girar dándole la espalda y seguir con mi camino, también me enoja su actitud, siempre se calla y guarda lo que quiere decir. No es sincero conmigo y eso no me gusta. — No te pongas así —. Alzó una ceja girando mi rostro hacia él. — Abdel siempre me haces lo mismo, cortas mis oraciones, me dices palabras cortantes y me ocultas cosas. No te conozco. Siento eso, que ante todos los años juntos como amigos no te conozco. No eres sincero, solo me ocultas las cosas y eso me hace sentir mal —. Su cara está seria, demasiado, nunca había visto esa expresión en su rostro cuando estaba a solas conmigo. Mis palabras no fueron de su agrado y eso lo puedo notar a simple vista. — Hay cosas que con el tiempo sabrás. Sabes que es complicado —no me gusta discutir, porque se me hace un fuerte nudo en la garganta—. No quiero discutir, no me gusta que entre nosotros haya una pelea —. Asiento, agarra mi rostro entre sus manos y me doy cuenta de que esas pastillas y más cosas están perdiendo efecto. Son experimentales. La idea de Abdel para que nadie me lastime, los lobos son bruscos y yo soy muy frágil con mi cuerpo. — Yo tampoco quiero eso —. Asiente, cierra sus ojos mientras junta nuestros labios, algo que me desestabiliza, y niego. Me alejo de él, pero sostiene mi brazo con fuerza regresándome a él. Mis mejillas se acaloran y solo trato de alejarme, esto solo hace que mi naturaleza se altere pidiendo solo algo, no puedo desear a Abdel. — Lo siento —me suelta—. Será mejor que entres, yo tengo que irme antes de que me salga de mis límites —. Besa mi frente, antes de que me aleje, por lo que mi cuerpo está comenzando a expresar. Corro alarmada de que sea tarde, respiro en pausas asustada de que no pueda alejarme de él. Pongo mi mano en mi pecho, mi corazón late con fuerza ante tal riesgo y suspiro mirando hacia el techo del elevador mientras niego. Debo de poner distancia con él, después de que me vaya a aquella pequeña villa ya no me preocuparé por Abdel y sus intentos de atender mi celo. ◣ ... ◢
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