Nate miró a su novia y se preguntó cómo le había logrado convencer. Analía estaba sacando su bolsa y la de Nathaniel, el cual no estaba muy feliz de quedarse en la casa familiar, prefería ir a un hotel e ir a acompañarle cuando fuese necesario. El joven ingresó detrás de Analía a la pequeña casa de playa, ella llevaba un enorme sombrero y le había escuchado quejarse del maldito sol, el viento, la sal, arena y su cabello, el efecto de todo aquello en su cabello. —¡Mamá, viniste! —Dijo y se tiró sobre Analía. —Naniel. —Isa, le cambias el nombre cada segundo. —Hola, Isabela. Me puedes llamar Nate. —Nate…—Sonrió. —Bueno, tú a mi Churrú. Mamá, te toca el cuarto del fondo, y Nate el del centro con tío. —Yo, puedo… —No. —dijo Analía. —Por favor, por mí. Soporté a tu familia soporta a
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