Me quedé con los ojos bien abiertos después de esa declaración, conocía a Erick, su novio, lo suficiente como para saber que no la engañaría, aunque no negaré que ese escenario me favorecería de alguna manera para estar con Mily, pero tampoco quería que sufriera, así que me limite bastante, frote mi cabello lleno de agua y fruncí los labios.
—No creo que Erick sea capaz —musité en su dirección esperando que mis palabras le dieran algo de consuelo—, ella dijo que te estaba engañando, pero en primera, yo no apostaría mucho a sus predicciones, más bien es sugestión de las personas que la visitan y en segundo lugar, sí yo fuera Erick no te engañaría, estoy seguro de que él no lo hace.
—Bueno —comentó Mily acomodándose en el asiento, para mirarme de frente—, no dijo exactamente que me engañaba, pero sí dijo que tenía un secreto que no me decía todo, no sé a qué se refiera si no es a que me está engañando.
—Pues, eso puede ser por muchas cosas, todos tenemos secretos, Mildred, eso es normal.
—Todos menos yo —se quejó amargamente abriendo el empaque de galletas que tenía en las manos—. Yo soy transparente, siempre digo todo, bueno, intento hacerlo —continuó diciendo mientras llevaba sus comisuras hacia abajo, provocando un semblante triste que daba ternura, se llevó una galleta a la boca y después se le iluminó el rostro giró para mirarme como sí hubiera tenido un gran descubrimiento—. Momento ¿Eso quiere decir que tú también tienes secretos? ¿Hay cosas de ti que no sé?
—Supongo que sí. Hay cosas que no me gustaría que supieran de mí.
—¿Cómo qué? —encogí los hombros y le resté importancia— ¡Ay, dime! Ahora no me dejes en ascuas. ¿Qué es lo que nadie sabe de ti, Arath? ¡Cuéntame!
—Mildred, no creo que sea una buena idea, estoy todo mojado y creo que sería bueno que te dejará en tu casa para después
—Bueno —dijo y regresó la vista al frente tomó un sorbo de café y estuvo en silencio, así que eché andar el auto, pero no pasaron ni 2 minutos en silencio cuando Mily empezó a habar de nuevo—… Te diré uno de mis secretos, y si después quieres decirme uno tuyo, estaría muy bien…
Empezó a hablar mucho, de verdad mucho, contándome cosas que no conocía de ella y que, según apuntó, solo conocía su novio y algunas otras contadas personas. La escuchaba con atención pues parecía que había cosas que no le gustaba recordar, su madre era muy estricta y le había hecho pasar por mucho malos ratos, todavía, aún hoy era una de sus más grandes cruces.
Me contó también que la mamá de Erick, a pesar de que tenían ya un año saliendo, no estaba para nada de acuerdo en que estuvieran juntos, la señora había cortado comunicación con él como un chantaje para que la dejará y a ella, la suegra, la tachaba de oportunista y trepadora, aquello no me hizo ni el más mínimo sentido, la familia de Mily no era millonaria, pero tampoco vivían en la calle y mucho menos se las gastaban de estafar a las personas.
De un momento a otro se quedó callada y aproveché la luz del semáforo en rojo para mirarla, tenía una cara un tanto perturbada, así que le arqueé una ceja, mirándola por algunos segundos hasta que ella giró para verme.
—¿Qué te pasó? —increpé en su dirección esperando que respondiera antes de que avanzará, pero la luz verde se encendió obligándome a poner la vista al frente de nuevo.
—No pasa nada, es solo algo que me quedé pensando. Es tú turno, dime uno de tus secretos.
Sonreí y negué con la cabeza, empecé a buscar en mis adentros algo con lo que podía satisfacer la curiosidad de Mily, pero no se me ocurría nada, solo estaba esta declaración de sentimientos que aún quedaban por ella; sin embargo, no quería hacerla, pues era como ponerme a mí y a ella en una situación incómoda dando como resultado que mi amiga se alejará de mí.
—¿Y bien? ¿Qué secreto me vas a contar hoy, doctor Arath? —rebatió ella con un tono burlón— Ya dime algo, siempre eres muy misterioso, nunca cuentas nada.
—Es qué… no se me ocurre nada.
—Bueno, puedes contarme de la vez más impactante de tu trabajo o de las enfermeras que viven enamoradas de ti. ¡Oye! Ya sé, cuéntame ¿Alguna vez lo has hecho en el hospital?
—¿A qué te refieres?
—Ash, sabes a qué me refiero, que sí alguna vez has hecho el delicioso en el hospital —su pregunta me dejó un escalofrío en el cuerpo, sin lugar a dudas no quería responder eso, era capaz de pedirme detalles del evento—, ¿Arath? ¡Respóndeme! Yo te conté un secreto, ahora es tú turno.
—Si —dije entre dientes, esperando que no me preguntará más, pero fue inútil.
—¿Con quién? Bueno, no sé sí la conozca, pero ¿Era paciente? ¿Doctora? ¿Enfermera? ¿En qué parte del hospital? ¿No te sientes incómodo o te da adrenalina saber que te pueden ver en cualquier momento?
Una lluvia de preguntas de parte de Mily cayeron sobre mí, por desgracia o por fortuna estábamos ahora llegando a su departamento y estacioné el carro; mi amiga no despegaba sus ojos de mi cara, supongo que para no perderse ninguna de mis expresiones faciales, y yo no tenía idea de donde meterme.
—¿En verdad quieres saber eso, Mily?
—Sí. ¿Quién no querría saber sí lo que pasa en “Grey´s Anatomy” es cierto? —comentó con la cara curiosa, casi sonrojada por lo que preguntaba, me extrañé, subí las cejas al verla de esa forma.
—Nunca vi Grey´s Anatomy, no te sé decir.
—Bueno, yo sí lo vi, cuéntame y yo te digo —abrí los ojos con asombro por lo que estaba escuchando salir de la boca de mi amiga y solté un suspiro tremendo—, ¿En el cuarto de intendencia? ¿En un consultorio? ¿En una oficina? Ay, ya cuéntame —presionó mucho así que revoleé los ojos y le dije la primera cosa que se me pasó por la cabeza, no mía, pero sí de un colega que me contó.
—En la lavandería, no es el lugar más romántico, pero sí el más cómodo…
—¿Sólo ahí?
—Ese lugar no es mío, de hecho —me sinceré—, yo lo hice en la sala de descanso, no estoy orgulloso, pero…
Un chillido espantoso emanó de la boca de Mily, agitaba las manos y aplaudía un poco, su cara estaba roja; de un momento a otro se llevó una mano para cubrir su boca y lanzarme una mirada traviesa, cómplice de la travesura.
—Doctooor, ¿Quién te viera? Que escondidito te lo tenías.
Ella estaba a punto de preguntarme otra cosa, pero su celular vibró, Erick estaba llamándole para saber en donde estaba pues ya había llegado a su casa, ella se despidió de mí y dejó el tema para otra ocasión.
Regresé a mi casa, pensando, aunque no quería, en lo que había dicho la señora Nimba, sobre mi suerte y esas cosas; eso último que dijo Mildred me había dejado una zozobra que no me gustaba sentir, no sabía qué hacer para liberarme de ese sentimiento, el hecho de que ella hubiera podido seguir con su vida y yo no, me pesaba.
Me recosté en mi cama con la esperanza de dormir en el acto, pero solo conseguí darle vueltas al pensamiento, descartando en cada ocasión la posibilidad de realizar el ritual o de pagar para que lo hicieran, pues consideraba esa oportunidad como una estafa, algo que la gente aprovechaba para que los de mente vulnerable dejaran dinero en su negocio.
Ya había visto y sentido cosas en el hospital, la gente llegaba a veces pidiendo que les dejaran hacer rituales dentro de las salas, para que su familiar saliera del cuarto en el que estaba internado, incluso en alguna ocasión, pidieron que les permitieran la entrada a una cirugía; los fantasmas y las apariciones eran un tema común en la sala de descanso o en la recepción de las enfermeras, incluso yo mismo había creído ver a una mujer en uno de los cuartos de maternidad, cuando no había ningún registro, pero siempre mi lógica respaldaba todo aquello.
Me repetía a mi mismo que el cansancio, la fe y el fanatismo de las personas les orillaban a realizar ese tipo de cosas, para sentirse mejor consigo mismos, o para encontrarle una explicación a la vida y a la muerte. Aunque la mayoría de mis colegas sí percibían este tipo de cosas de manera diferente a la mía y se burlaban cada tanto de mi punto de vista.
Terminé durmiendo mucho más tarde de lo que esperaba, pues al no poder apartar esos pensamientos de mi cabeza tomé un libro de embriología y me puse a estudiar. No supe a bien en qué momento me venció el cansancio, pero sí recuerdo que, entre sueños, aquella mujer vieja se acercaba a mí, advirtiéndome de nuevo, con las mismas palabras de antes, sobre mi poca credibilidad en la “magia” y mi mala fortuna, se aparecía por todas partes, señalándome con sus dedos artríticos y su sonrisa sin dientes, con la cortina de cuentas agitándose de un lado a otro.
Desperté de la pesadilla con la madrina Nimba agitado y bañado en sudor, ni si quiera había dormido un par de horas, ni había descansado pues me dormí sobre mi escritorio, encima del libro, me volví a acomodar en la cama para de una vez por todas sobre la cama, tomándome un par de pastillas para conciliar el sueño de manera continua por lo menos 8 horas.
Desperté mucho después de lo previsto, pero en vista de que aquel era mi día libre decidí tomármelo con calma; después de una muy mala noche, llena de pesadillas y de sueños extraños, me levanté a hacer algo de ejercicio, me gustaba bastante pero mi trabajo en el hospital me limitaba bastante y quería aprovechar el día, además quería que mi mente se ocupara en otra cosa que no fuera Mily, la madrina Nimba y las pesadillas nocturnas.
Me puse mi ropa deportiva y mis tenis, disponiéndome a salir, tomé mis llaves y mi teléfono junto con los audífonos para luego salir de mi casa, la colonia en donde vivía era bastante tranquila y tenía un parque cerca, así que no me lo pensé mucho y caminé en esa dirección, calentando un poco el cuerpo para empezar a trotar, mi música en mis oídos me ayuda a concentrarme en la tarea, el sudor empezaba a bajar por mi frente dispersando todos aquellos pensamientos que tenía antes.
El recuerdo del mensaje donde Mily me decía que estaba embarazada me abordó así que empecé a correr con más velocidad, la música me alentaba a ir más allá, con más coraje y decepción, quería arrancarme de una vez por todas el sentimiento que le tenía a Mily, poder estar tranquilo, seguir con mi vida.
Me detuve cuando el aliento me faltó y empecé a caminar despacio hasta que me senté en un banco a descansar un poco, me recliné para que el sol me diera en la cara, la sensación era cálida, apacible, así que cerré los ojos para disfrutar por completo, solo unos segundos me pude quedar así, sintiendo el sudor frío mezclarse entre mi barba, hasta que de pronto, algo me cayó en la cara.
Sentí el frío en mi mejilla, así que me llevé la mano a la cara, aún con los ojos cerrados solo para sentir algo pastoso que de inmediato me hizo incorporarme en el asiento del banco y dirigir mi vista hacía la cosa viscosa que tenía entre los dedos. Era algo blanco, con un toque verdoso y comprobé que olía espantoso cuando me lo llevé a la nariz, giré la cabeza al cielo solo para darme cuenta que encima de mí había un cable del alumbrado público y que un ave me había vertido sus desechos encima.
Me dio un asco tremendo, tanto que en el acto me limpié de una sola pasada con la mano, pero solo conseguí que se esparciera más sobre mi cara y el vello facial, de inmediato tomé mi playera para limpiarme la cara y mis audífonos cedieron haciendo que las risas de las personas que por ahí pasaban se escucharan por fin. Me dio una pena tremenda, así que solo giré en la dirección a mi casa, con la esperanza de irme de inmediato.
—Tienes algo ahí —espetó la mujer enfrente de mí señalando la mitad de mi cara con una servilleta— ¡Límpiate!