—Vive lejísimos de aquí —dijo Jon la mañana siguiente, mirando la dirección que Sage les había dado para Grant Newton—. Si vas a decirme que tienes un coche… —No —respondió Brody—. Eso es algo que creo que ni los fantasmas más antiguos podrían controlar. Además, ¿te imaginas las caras de la gente si pasara uno por la calle, en apariencia conduciéndose solo? Jon se rio. —Eso sería digno de ver. ¿Vamos a ir volando? —Sí. Igual que siempre —respondió Brody—. Recuerda, no estamos anclados a la tierra, así que podemos ir a donde queramos. El hecho de que la casa de Grant esté casi donde Cristo perdió la sandalia no importa. —Y yo que pensaba que podríamos coger un autobús, o que nos subiríamos al coche de alguien desprevenido. —Podríamos hacerlo, listillo, si no te importa pasarte la mita