Seguí a Frank. Al estar cerca de ese glamoroso salón pude percibir un aroma familiar: alcohol de alta gama enfrascada en copas elegantes, cigarrillos ostentosos, trajes de diseñador, zapatos bien pulidos, pláticas cargadas de temas financieros, negocios y políticos. Qué pesadez, no puedo creer que voy a ser parte de este estúpido y absurdo juego. Me posicioné en la cima de esa escalera y eché una mirada a mis dominios. Había al menos, un par de decenas de hombres acompañados de un asistente a su lado, entendí que ese sería el interceptor que me enlazaría con ellos. Frank me tendió la mano, la cogí con elegancia. Sabía que debía sacar mis modales, esos que tenía apaciguados en un baúl de mi pasado. Puse una soberbia sonrisa y una mirada atrevida. Los varoniles ojos se posicionaron en mi