—David.—llevábamos varios minutos en la llamada, con pocas palabras dichas.
—Sigo aquí.—le dije. Me acomodé en la cama luego de apagar la luz. Intentaría dormir temprano, porque mañana tenía que madrugar.
Era muy temprano.
—Pues dime algo, estamos hablando.—no era una queja, su voz era suave, tranquila.
—Ya lo sé.—pero me sentía decaído y ganas no tenía de hablar.
—¿Estás bien? ¿Quieres venir a cenar a casa? ¿En dónde estás? Podrías quedarte aquí unos días. ¿Cómo van los entrenamientos? Hace días que no hablamos.
—He estado ocupado, Alaric.
—Ya veo. ¿Alguna vez…seremos cercanos otra vez?
—No lo sé, pero al menos ya somos adultos y…no hace falta decir todas las cosas. A ti tampoco te gusta contarlo todo.
—Pero tú no cuentas nada. ¿Quieres que crea que tu vida es tan perfecta c
