—Gracias.—le dije al llegar a la barra. —¿Qué diablos haces aquí? ¡Rebecca! ¡¿Qué diablos intentas?! ¡¿Planeaste todo esto?! ¿Usaste tu trabajo para acercarte a mí y a mí hija? —También mi hija, Bastian. Pero no estoy aquí para discutir eso, por favor. Quiero que me escuches. La última vez que me encontré contigo, confronté a mi madre y…—mis lágrimas comenzaron a salir porque era muy duro decir que mi madre, la mujer que estuvo a cargo de mí, y según ella, velaba por mi bienestar, me hubiera quitado a mi hija, a cambio de dinero.—yo no sabía. No sabía nada. No pude verla, no pude tocarla. Solo…te vi irte y ambos desaparecieron. Mi madre solo me dijo que era lo mejor para mí, no me explicó nada. Tú no tuviste ni la decencia de verme a la cara y decirme algo. Acababa de dar a luz, Bastian.