Eros volvió hacia la multitud, la cual lo observaba con atención. Las chicas le hacían miradas de llenas de picardía y le guiñaban el ojo. Estaba mojado y por eso los pectorales y el abdomen se le marcaban en el suéter azul. —¿Quieres bailar? —preguntó una linda muchacha que se había acercado con dos amigas hasta él. Las tres eran bellas con cuerpos delgados y bien cuidados. La mayoría de las chicas y de los chicos que estaban en la fiesta eran simpáticos, pero su belleza quedaba en estándares normales y no sobresalientes porque la de Eros, Atenea, Artemisa y los tres hermanos, de los que destacaba Eidren, eran más atractivos y hermosas. Las tres chicas vestían con seguridad sus reveladores trajes de baño y no dudaban hacerles gestos de invitación para que se fuera con ellas. Eros las