En realidad, estaba cansado de vender Inteligencia a los grandes e ilustres del mercado encubierto de Viena, cansado de su insignificante empleo en la universidad como encargado de reparaciones y cansado de Viena. Lo que una vez había parecido un enorme escenario para trabajar, ante sus ojos, era una atiborrada Babel de la que se había cansado hacía tiempo. Soñaba con un apartamento en París, noches cálidas, una vida sencilla sin mirar por encima de su hombro ni preguntarse de dónde vendría la próxima traición. Había llegado al final de esa etapa de su vida y sabía que necesitaba reintentarse o arriesgarse a convertirse en un jugador obsoleto. Así que París sonaba muy bien para pasar el resto de sus días. La semilla de una idea para su retiro había llegado cuando lo abordó el estadouniden