—Mesera —llamó ella.
La joven reapareció.
—Sí, señora.
Nicole le entregó los billetes sobre la bandeja de plata.
—Quédese con el cambio, gracias.
Grant, furioso, tomó su cartera y revisó su contenido. Satisfecho, la devolvió a su bolsillo. Se sentó de nuevo en su silla y evaluó a la joven mujer frente a él.
—Fue cuando te caíste, ¿cierto? ¿Cuando te atrapé frente al hotel?
—Claro que sí. Es algo en lo que siempre he sido muy buena; dedos ágiles. Tenía un talento natural en los cursos de robos para novatos. Pero también es cierto que tuve un buen maestro, no por nada soy hija de mi padre —contestó Nicole fríamente. Ella mantenía los ojos fijos en su rostro. ¿Había un sentido de respeto de mala gana en la mirada de ese hombre? Ella se inclinó hacia adelante para aclarar su punto, y cu
