Barry no paraba de reír, apenas pasaron unos días y a Robert le había pasado lo último que él hubiera imaginado en la vida.
–Tienes un hijo –carcajeó de nuevo.
–Es una mierda, Barry –gruñó Robert –. No da risa.
–A mí sí me da mucha risa –Barry seguía riendo –. Hace poco te burlaste de mí porque Zoé está en casa y ahora tú estás igual.
–No estoy igual que tú.
–Por supuesto que sí, creo que tu caso es peor –señaló Barry —. Ya muéstrame las fotos.
–¿Cómo sabes que tengo fotos? –dudó Robert.
–Porque eres Robert Anderson y estoy seguro que le tomaste varias fotos para verlas y analizar cada gesto y rasgo del niño, ¿cómo se llama?
–Christián.
–No está mal, Christián Anderson.
–Se llama Christián Martínez ahora –indicó Robert.
Robert sacó su teléfono y le mostró a Barry las
