Capítulo 5: La Monta Prohibida

1090 Words
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos cálidos de naranja y rojo. Mientras tanto, en el hogar de los González, el ambiente estaba cargado de tensión. Melani, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, se acercó a su padre Octavio con una petición que sabía que podía cambiarlo todo. "¿Papá?", comenzó Melani, con voz temblorosa pero decidida. Octavio, ocupado arreglando algunas herramientas en el taller, se detuvo y miró a su hija con atención. Había un brillo de determinación en los ojos de Melani que no pasó desapercibido para él. "¿Qué pasa, Melani?", preguntó Octavio, notando la seriedad en la expresión de su hija. Melani respiró profundamente antes de continuar. "Quiero hablar contigo sobre las jineteadas. Quiero participar también". Octavio frunció el ceño, sorprendido por la solicitud de su hija. Las jineteadas eran una tradición arraigada en la cultura gaucha, pero siempre se habían considerado un evento exclusivamente masculino. La idea de que Melani quisiera participar desafiaba las normas sociales establecidas, y Octavio se encontró luchando con sus propias creencias y prejuicios. "Melani, sabes que las jineteadas son peligrosas. No es lugar para una joven como tú", respondió Octavio, intentando ocultar su propia incomodidad detrás de una voz firme. Pero Melani no se dejó disuadir fácilmente. "Pero papá, amo montar a caballo. He estado practicando y sé que puedo hacerlo. No veo por qué las chicas no pueden participar también". Octavio suspiró, sintiendo una mezcla de orgullo y preocupación por la determinación de su hija. "Lo siento, Melani, pero esas son las reglas. Las mujeres no montan en las jineteadas. Es peligroso y no quiero que te lastimes". Melani bajó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que no iba a ser fácil convencer a su padre, pero no estaba dispuesta a renunciar a su sueño tan fácilmente. "Pero papá, es lo que realmente quiero. No me importa el peligro. Quiero tener la oportunidad de demostrar que puedo hacerlo", dijo Melani, con determinación en su voz. La conversación se había convertido en un enfrentamiento silencioso entre el deseo de Melani de perseguir su pasión y el deseo de Octavio de proteger a su hija. En un momento de frustración, Octavio tomó una decisión impulsiva. "¡Sonia!", llamó Octavio, llamando a su esposa desde la cocina. Sonia apareció en la puerta, mirando a su esposo con curiosidad. "¿Qué pasa, Octavio?" Octavio suspiró, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de decir. "Melani quiere participar en las jineteadas. Creo que deberías hablar con ella". El corazón de Melani se hundió mientras veía a su padre llamar a su madre. Sabía que la intervención de Sonia solo complicaría las cosas aún más. Pero estaba decidida a luchar por lo que quería, incluso si eso significaba enfrentarse a ambos. Sonia escuchó atentamente la solicitud de Melani, su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y preocupación. Como madre, quería proteger a su hija, pero también entendía su deseo de seguir sus sueños. "Melani, cariño, entiendo que esto es importante para ti, pero las jineteadas son peligrosas. No puedo permitirte arriesgarte así", dijo Sonia, con voz suave pero firme. Las lágrimas amenazaban con caer de los ojos de Melani mientras luchaba por contener sus emociones. La sensación de desesperación la invadió mientras se enfrentaba al rechazo de sus padres. Se sentía atrapada en un mundo que no entendía, donde sus sueños y aspiraciones eran rechazados simplemente por ser mujer. Después de la conversación con sus padres, Melani se retiró a su habitación, sintiendo el peso abrumador de la decepción y la tristeza. Ya no tenía el apetito de antes, y las risas y juegos con sus amigos ya no la llenaban de alegría como solían hacerlo. Se encontraba cada vez más sola y aislada en su dolor. Las tardes se convirtieron en un ritual de soledad y desesperanza para Melani. Se sentaba sola en el porche, observando cómo el sol se ponía lentamente en el horizonte, su mente llena de pensamientos oscuros y melancólicos. La sonrisa que solía iluminar su rostro ahora era solo un recuerdo lejano, reemplazada por una expresión más seria y apagada. A medida que pasaban los días, Octavio comenzó a darse cuenta del impacto devastador que su negativa tenía en su hija. La tristeza y la desesperación de Melani lo llenaban de culpa y pesar, y se dio cuenta de que no podía ignorar más su sufrimiento. Decidió que era hora de aflojar un poco las riendas y darle a Melani una oportunidad de seguir su sueño, aunque con ciertas condiciones. La próxima vez que Melani le preguntó sobre las jineteadas, Octavio cedió. "Está bien, Melani. Te permitiré participar en una jineteada, pero solo una vez. Y bajo mis condiciones", dijo Octavio, con seriedad en su voz. Melani apenas podía creer lo que estaba escuchando. La alegría y el alivio inundaron su corazón mientras abrazaba a su padre con gratitud. "¡Gracias, papá! ¡No te arrepentirás, lo prometo!", exclamó Melani, con lágrimas de felicidad en los ojos. Octavio sonrió, sintiendo un peso levantado de sus hombros. Sabía que había tomado la decisión correcta al ver la felicidad en el rostro de su hija. "Te doy permiso para montar en una jineteada, pero debes vestirte adecuadamente", continuó Octavio, "Deberás vestirte con bombachas y camisa, como lo haría cualquier jinete", explicó Octavio. "Además, quiero que tengas una buena trenza para que tu cabello largo no te moleste mientras montas. Y solo será una vez, ¿entendido? No quiero que vuelvas a pedirme permiso para participar en las jineteadas". Melani asintió emocionada, apenas pudiendo contener su alegría. "¡Entendido, papá! ¡Gracias, gracias, gracias!" Octavio le sonrió a su hija, sintiendo un gran alivio al verla tan feliz. "Voy a ir a comprar las bombachas y camisas adecuadas para ti. Y tus amigos te ayudarán a prepararte para el gran día". La emoción de Melani era palpable mientras se preparaba para su primera jineteada. Con la ayuda de sus amigos, consiguió las bombachas, camisas, cinturones y demás accesorios necesarios para su atuendo gauchesco. Además, recibió alpargatas, pañuelos y boinas como regalos de sus amigos, quienes la apoyaban plenamente en su sueño de montar en la jineteada. Con cada día que pasaba, la anticipación de Melani crecía. Estaba decidida a demostrarle a su padre y a todos los demás que las mujeres también podían ser jinetes habilidosas. Y aunque solo se le permitía participar una vez, estaba determinada a hacer que valiera la pena.
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