POV Alessandro.
Miré de reojo a Maia, encontrándola terriblemente serena. Pensaba que estaría nerviosa al tener que conocer a mis padres, yo estaba nervioso. Necesitaba constantemente tener el control de la situación y el no tenerlo me inquietaba, cualquier cosa podría suceder sin yo saber.
Entrelacé nuestras manos sin previo aviso, la miré nuevamente pero no se inmuto.
¿Acaso pasaba algo?
—Maia —nos detuve un momento, tenía que prevenirla nuevamente—. Tal vez mi madre diga cosas hirientes, querrá llevarte al límite, pero no puedes perder los estribos… ¿está bien?
—Alessandro —había resoplado y esa sexy, caliente, excitante mirada asesina que tenía estaba batiendo contra mí. Estaba enojada y no entendía la razón—. Si tu madre llega hablar de mi hija o a insinuar cosas sobre mí, tenlo por seguro que mi decencia se ira de mi —sonrió de repente y continuó caminando.
¿Qué acababa de pasar? Era imposible entender a esta mujer.
Cuando divisé a mis padres, fruncí mi ceño al ver a otra persona acompañándolos en la mesa.
—¿Qué mierda? —susurré.
Se suponía que solo seriamos los cuatros, tenía que ser obra de Elizabeth.
Como siempre metiéndose en mis asuntos.
—¿Qué hace Amelia, aquí? —inquirió entre dientes.
No pude contestarle porque ya habíamos llegado.
—Buenos días, padre —lo saludé de abrazo y fui hasta mi madre—. Buenos días madre —Besé sus dos mejillas y volví con Maia—. Les presento a mi novia, Maia Williams.
—Mucho gusto, es un placer conocerlos —estrechó sus manos.
—El gusto es de nosotros cariño —respondió papá, cordialmente.
—Igual —la sonrisa fingida de mi madre se notaba de aquí a China.
Era mi madre y la amaba con todo mi corazón, pero su actitud me irritaba muchas veces, era muy manipuladora y quería que todo saliera como ella quisiera.
Quise reírme por mis pensamientos, era igual que ella.
—¿Acaso no me piensas saludar? —Amelia se levantó y me abrazó de repente—. También estoy aquí, buenos días.
Cuando estaba por darme un beso en la mejilla Maia se interpuso.
—¿Sabes quién también está aquí? —preguntó, el sarcasmo llenando cada palabra—. Yo, exacto la novia de Alessandro. No es necesario ningún beso, tranquila. Amor sentemos no, después de todo vine a conocer a tus padres.
Quise reírme, pero me contuve, Maia me sorprendía cada vez más.
—Claro cariño —corrí su asiento y después me senté, quedando frente a Amelia, quien empezó a tocarme sutilmente con su pierna—. ¿Qué haces tu aquí? No recuerdo haberte invitado.
—Yo lo hice —alegó mamá, quería pasar tiempo con tu futura esposa.
Apreté mis labios y suspiré. Seria una larga mañana.
—Mamá, por favor —sugerí, señalando a Maia.
—¿Qué? ¿acaso dije algo que no fuera cierto? —me miró sin entender, era buena para hacerse la víctima.
—Claro que sí —me recosté en el asiento, escuchando que tenía por decir. Esto se pondría interesante—. Esta faltando el respeto a la relación amorosa que tengo con su hijo, no le prohíbo hacer esa clase de comentarios, no soy quien para hacerlo señora Lombardi, pero si le pido respeto cuando yo este presente…no creo que deba decir más, una señora como usted debe de entenderlo perfectamente.
Estaba claro, amaba esa lengua viperina que poseía esta mujer.
Nadie en su sano juicio le diría algo como eso a Elizabeth Lombardi.
Mi padre sonrió levemente, Maia le agradó y era algo bueno. Él sabia diferenciar muy bien a las personas, tantos años en el negocio lo había vuelto un experto.
—Tienes razón cariño, disculpa a mi esposa.
Después de eso el mesero llegó y nos tomó la orden, se respiraba tensión y sentía que terminaría asfixiándome. Mientras desayunábamos, empecé a comentarle a mi padre sobre los nuevos accionistas y como esto nos beneficiaria para las nuevas sedes que abriríamos en un par de meses.
Yo era él mejor en el campo, no solo lo decía yo mismo, los resultados que obtenía me respaldaban, había posicionado mi empresa como la numero uno de América y esperaba en un año, de toda Europa, trabaja muy duro para lograrlo y sabia que lo obtendría.
—¿En que trabajas Maia? —preguntó mi madre, Elizabeth no se detendría—. Tengo mucha curiosidad, ¿o acaso no puedo preguntar?
—Claro que puede hacerlo —respondió sonriente—. Soy bailarina.
—¿De ballet? —cuestionó Amelia.
—Es bailarina, es lo único que necesitan saber —interrumpí.
—Que desperdicio, en cambio Amelia es toda una empresaria. Administra las empresas de su padre y es muy buena haciéndolo.
Maia sonrió enderezándose en su puesto, bebió un poco de café y las miró tranquilamente.
¿Qué estaba pasando por su cabeza?
—Que bien Amelia, me alegro mucho, pero… ¿Qué mal no? —entrelacé nuestras manos y apreté, haciéndole saber que necesitaba que se controlara, me miró y asintió.
—¿De qué? —preguntó confundida
—Siempre te relacionaran con tus padres, los logros que alcancen las empresas, lo que sea que hagas tendrá el nombre de tu padre acompañándote y no el tuyo solo, pero es por el simple hecho de que no construiste nada por ti sola, era algo que ya estaba…algo de lo que no puedes llamar tuyo…debe de ser frustrante. Lo lamento.
Amelia empuñó sus manos, poniéndose completamente roja.
—¿Tu de que hablas? —casi gritó—. Eres una simple bailarina que por lo visto no es graduada y mucho menos tiene una carrera… ¿qué mal no? —esto era un campo de batalla justamente ahora—. Lo único que harás es hacer que el apellido Lombardi pierda prestigio. Te doy un consejo, vete y no sigas dando lastima.
—Te equivocas, soy una persona que amo aprender y es por eso que tengo un titulo en negocios internacionales y hablo cinco idiomas, el ser bailarina es temporal —todos la miramos atónitos—. También tuve tu misma oportunidad, pero no la acepté, deseo que mi nombre no lo relacionen con ningún éxito de mi padre.
¿Qué mierda? ¿eso no estaba en su reporte?
¿Negocios internacionales? ¿cinco idiomas? ¿su padre era empresario? ¿Quién mierdas era Maia Williams?
—Nosotros nos vamos —me levanté de la mesa rápidamente—. Vamos, Maia.
—Hasta luego —se despidió y me siguió.
Empecé a caminar rápido, pensando en cómo ella pudo estar trabajando en ese antro, tener a su hija apunto de morir y tener el dinero suficiente para salvarla y no disponer de ello.
¿A esto se refería ayer? ¿Era su familia quien no podía saber en donde estaba?
—Alessandro espérame —habló detrás de mí, pero aun así continúe—. No puedo caminar muy rápido con estos tacones, ¿quieres que me tenga un accidente?
—¿Quién eres tú? —pregunté, volteándome y viéndola fijamente—. ¿Quién mierda eres, Maia?
Frunció su ceño confundida.
—¿Acaso no estaba en la investigación que me hiciste? —inquirió cruzándose de brazos.
—¿Cómo es posible que tengas un título, que hables cinco idiomas y trabajas de…?
Alzó una ceja y sonrió.
—¿De qué? —insistió—. Dilo Alessandro.
—De bailarina. ¡Tu padre es empresario! Tenias a una niña apunto de morir cuando tenías dinero, ¿Cómo fuiste capaz de hacer que la enfermedad de tu hija avanzara?
—Cuidado con lo que dices Alessandro, el que mi padre tenga dinero no significa que yo también lo tenga, es su dinero, no mío y no te atrevas a insinuar que fue mi culpa el que Lucia llegara hasta estas condiciones. ¡No te imaginas todo lo que he luchado! —me empujó del camino y siguió.
—Tenias que hablar de mas —murmuré, arrepentido.
No sabía lo que había pasado en sus vidas y estaba juzgando.
[…]
El teléfono empezó a sonar y contesté.
—Señor Lombardi, la señorita Amelia se dirige a su oficina. Le dije que estaba ocupado, pero ella
—Sí entiendo —suspiré, masajeando mi cien—. No permitas que nadie nos interrumpa.
Llevaba varios días con un muy mal humor y quería obviar el hecho de que tal vez era porque Maia no contestaba mis mensajes, no quería ir hasta su apartamento, si no contestaba mis mensajes y llamadas significaban que no quería verme, el ir tal vez haría que quisiera terminar con este acuerdo y no lo permitiría.
Había pedido una nueva investigación, pero no había nada nuevo.
¿Cómo podía ocultar tan bien su familia y pasado? ¿Quién verdaderamente era ella?
La puerta de la oficina se abrió y por ella hizo su entrada Amelia, tenia un corto vestido que dejaba a la vista esas largas y preciosas piernas. Recordé cuando estas rodeaban mis caderas mientras la embest….
Sacudí mi cabeza, alejando esos pensamientos.
—¿Qué pasa cariño? Recordando viejos tiempos —sonrió seductoramente, esperaba que hiciera algún efecto en mi pero no. Ninguno.
—¿Qué haces aquí? —pregunté cansado—. Sabe tu novio en donde estas.
Me alerté cuando en vez de sentarse en la silla frente a mí, se sentó en mi escritorio, a un par de centímetros de mí. Si retrocedía un poco, podría ver su ropa interior.
—Terminamos —murmuró, tocando mi brazo suavemente—. Entendí que te amo más que a nadie Alessandro y lo lamento tanto, sé que no debí de terminar nuestra relación solo porque no querías dar el siguiente paso, pero seré paciente para cuando te sientas listo.
La miraba sin creerlo, ¿era tan sínica? ¿acaso estaba loca?
¿Esta era la mujer con la que había pasado dos años de mi vida?
—Entiendes que ahora yo estoy en una relación, ¿verdad?
—Sí, pero sé que no es algo serio. Tu no la amas —empecé a reírme y me levanté cuando supe las intenciones que tenía con esa mano peligrosa.
—¿Acaso tu estas aquí? —señalé mi corazón—. Es mejor que no saques conclusiones Amelia porque amo a Maia y voy muy enserio con ella. No quiero lastimarte.
Me miró confundida y sonrió tiempo después.
—Sabes que tus padres no lo permitirán —se levantó también—. Desde que empezamos nuestra relación sabias que tarde o temprano nos casarías, ¡esto esta dicho desde hace dos años!
—¿Cuándo te lo prometí? —cuestioné—. Jamás te hablé de matrimonio por el simple hecho que no quiero que seas la madre de mis hijos, no quiero pasar el resto de mis días contigo Amelia. Eres muy buena en el sexo y el oral me lo haces increíble, nos entendemos perfectamente, pero más allá…sabes que…
—Cállate —dijo entre dientes, respiró profundo intentado calmarse—. No te atrevas a decir nada más mi amor. Estas confundido así que dejare que te tranquilices y pienses las cosas, después podremos hablar de nosotros y decir una fecha para nuestro compromiso.
Se acercó a mí y cuando estaba por darme un beso, volteé mi rostro.
—No sigas.
Agarró mi rostro, presionando mas de lo debido y me beso.
—No sigas tú, ahora debo de ir a trabajar. Solo quería pasar y desearte los buenos días…como antes.
La separé bruscamente, fui hasta la puerta y la abrí, quería que se fuera lo más rápido posible.
—Vete, tengo mucho trabajo —comenté, viendo a cualquier lado menos a ella.
—No tienes porque decirlo, ya me voy y antes…y amor, creo que deberías de hablar con mi suegra…está apunto de alquilar el salón.
—¡Vete! —grité, no aguantando más.
Saqué mi teléfono, marcando rápidamente a mi madre. Tres tonos después me contestó.
—Buenos días cariño, ¿có…
—Cómo es posible que aun después de tantos años quieras seguir manejando mi vida, ¡ya no soy aquel niño de veinte años! ¡entiende mamá!
Se hizo un silenció en la línea.
—¿Q-Qué? ¿por qué me hablas así? —por su voz, sabia que estaba llorando.
—¿Alquilar el salón? ¿Qué salón, Elizabeth? —exigí saber, pero su silencio me contestó—. Mamá, te amo demasiado, eres mi madre y siempre lo serás, pero no significa que por serlo tengas el derecho de decidir con quien pasaré mi maldita y exitosa vida, ¿entiendes?
—Yo solo…
—Solo deja lo que estás haciendo y preocúpate de tu vida —colgué.