La fuerza del viento había comenzado a azotar los vidrios del castillo. Para todos los que vivían ahí, era el claro aviso de que una tormenta estaba por empezar. Catalina, se apresuró a dar las indicaciones para que todo y todos, se resguardaran de lo que con toda seguridad sería una tempestuosa y duradera tormenta. Aquella tarde de verano, justo cuando estaba revisando que todos estuvieran en el castillo, se percató que Alejandra y Edred no estaban. Inhaló una gran bocanada de aire, sintiéndose frustrada, porque iba a tener que ser más específica con el joven acerca de sus deseos, ya que con toda certeza estaban juntos en el bosque. En unos cuantos minutos, los que le tomó dirigirse al área de servicio para pedirle a alguien que fuera a buscar al par de adolescentes, la lluvia ya estab