Capítulo 4

4546 Words
Quedaban diez minutos para salir. —Perfecto, entonces saldrás conmigo. —¿Y ni siquiera me lo preguntas?, ¿qué te hace suponer que saldré contigo? —Mi encanto natural es suficiente. —Dijo con la convicción en sus palabras, David se tenía toda la confianza del mundo, lo peor de todo era que esa tarde había demostrado tener la razón en muchas cosas, más de a las que Emily le gustaría admitir. —Sí, claro. —Bufó la chica. Aunque pensándolo bien, si salía con David podría ser un buen momento para estar solos y así hablar las cosas como deben ser. No habían tenido la oportunidad de hablar con sinceridad y ella todavía tenía que exponerle ciertos puntos muy importantes. No estaba dispuesta a enamorarse, era algo que en sus prioridades no se encontraba, así que era mejor hablarle claro al chico para no generarle falsas expectativas y falsas ilusiones. Emily cerró la tienda con la ayuda de David que, bajó las rejas de la entrada para proteger las vitrinas. La chica le agradeció porque siempre esa tarea le costaba por no ser demasiado alta, entonces siempre tenía que pegar un salto hasta dar con la manilla para bajar la reja. Lo observó por un momento, usaba un suéter delgado de hilo en tono verde que hacía juego con sus ojos, aunque estos eran prácticamente castaños de vez en cuando atisbaba un leve tono verdoso, generalmente cuando había sol. Ahora, por ejemplo, como ya caía la noche, se veían casi negros. —¿Lista? —Preguntó David sacándola de sus pensamientos. Se apuró a reaccionar porque si él se percataba que lo estuvo observando de seguro la molestaría. —Sí, pero... ¿A dónde vamos? —Primero a comer, muero de hambre y supongo que tú también. Emily no tenía muchas ganas de salir, la verdad quizás sí, pero con sus amigos, con David era diferente porque ni siquiera sabía bien que eran ellos dos. Amigos no eran, no se contaban nada y tampoco tenían esa confianza. Podrían quedar en que eran conocidos y compañeros de curso. El problema era que definitivamente David se estaba esforzando por ser algo más y ella no tenía las intenciones de que eso ocurriera. Se dedicó a no pensar demasiado las cosas o terminaría declinando la invitación del chico, la verdad era que, si tenía hambre y se guio por ese instinto de supervivencia, así caminó junto a David hacia el centro comercial. —Me comería como dos hamburguesas de esas con todo y muchas, muchas papas fritas con...salsa de queso, y una pizza con pepperoni, después quizás un helado con panqueques y...salsa de chocolate. —Hablaba David con los ojos brillantes, imaginando toda la comida a la disposición de sus bolsillos que comería en algunos minutos más. —¿No terminas con dolor de estómago? —No, a mí los carbohidratos no me afectan. —Dijo con suficiencia, mientras se daba palmadas en la panza. —En cambio a ti... —¿A mí qué? —A ti te falta comida, antes tenías un poquito de carne para mirar, pero ahora estas hecha un palo. Emily no dijo nada, sabía que estaba más delgada, nadie se lo decía por supuesto. Su dieta dio un drástico cambio desde la muerte de Patricio, al igual que su figura y su peso, no al punto de ser preocupante, pero su ropa le quedaba un poco holgada ahora. David notó que aquel comentario le recordó a su ex novio, porque inmediatamente su cuerpo se encorvó, como tratando de protegerse de alguna fuerza invisible que le causaba mucho dolor, el recuerdo. —Vamos. —La apuró y así le cambiaba el tema. La tomó de la mano para guiarla hacia las escaleras eléctricas. Lo hizo como un impulso imposible de resistir y al mismo tiempo no se dio cuenta de lo que hacía, la mano pequeña de Emily quedaba perfecta entre la suya que era mucho más grande. —David... —La chica quitó su mano con cuidado por no parecer asqueada por su contacto puesto que no lo estaba, pero, sin embargo, era raro sentir la mano de David entrelazándose con la suya. Era demasiado apresurado para su condición. —Está bien, no es el momento, pero no te quedes atrás. David siempre la desconcertaba con lo acertadas que eran sus palabras. No sabía lo que pasaba por su mente ni tampoco se conocían tanto como para que el pudiera prever sus reacciones, pero de alguna manera la conocía mucho más de lo que ella pensaba. Aquello la dejaba llena de dudas, la sorprendía y al mismo tiempo sentía que con él no valía la pena fingir. Con David podía ser ella misma, como sus amigos la conocían y como su familia también lo hacía, aquellas personas a las cuales no podía engañar por más que se esmerara en ocultar sus sentimientos; no como con sus clientes, con los profesores, con algunos compañeros que le preguntaban cómo estaba por cortesía, con ellos siempre estaba fingiendo que había superado la muerte de Patricio, aunque por dentro el sufrimiento seguía latente como el primer día. Pidieron la comida, Emily tenía apetito, pero últimamente no comía mucho así que se sirvió una hamburguesa con queso y papas fritas, mientras que David pidió todo lo que había nombrado cuando se dirigían hacia el centro comercial. Para sorpresa de Emily, se lo comió absolutamente todo. —Uf. —Suspiró David, reclinándose en su asiento. —Me siento obeso. —Se palmeó el estómago y estiró su mano sobre la mesa para alcanzar su bebida. Como no la alcanzaba a menos que se inclinara, cosa que no pretendía hacer porque estaba muy satisfecho, Emily tuvo que pasársela. —No te acostumbres. Mientras el chico tomaba los últimos sorbos a su bebida observó a Emily mientras comía con lentitud. Repasó cada rasgo de su cara, sus ojos miel apenas se veían porque mantenía la vista baja. El pelo, casi del mismo tono que sus ojos había crecido los últimos meses, no se lo había recortado a excepción del flequillo, algunas mechas locas caían despreocupadamente sobre su frente, le daba un aire mucho más misterioso y nostálgico, pero para David le parecía un rostro perfecto. Prefería a la antigua Emily, a la alegre y siempre sonriente o que se enojaba por tonteras y al mismo tiempo se veía adorable, pero esta nueva Emily también tenía lo suyo, tenía que ser paciente y darle tiempo a que la antigua regresara para quedarse, estaba escondida en alguna parte esperando ese leve empujoncito que la hiciera sobresalir sobre su rostro. —¿Te vas a comer eso? —Preguntó apuntando las papas fritas que aún quedaban y que, al parecer, Emily no tenía las intenciones de seguirlas comiendo. —No, ya no doy más, ataca. —Antes comías más. —Comentó con la boca llena. —Antes, siempre es antes. ¿Por qué siempre me sales con el mismo rollo?, ¿qué quieres que te diga?, qué llore en tu hombro y te cuente cómo ha sido mi penosa vida sin Patricio. —Emily perdió la paciencia y cada vez iba subiendo un tono de su voz. —¿A qué viene esto? —Apuntó la comida. —Dime, ¿qué es lo que pretendes? Entiende, David, que nada será como antes. —Lo sé... —David miraba fijamente la mesa y apretaba los bordes de esta con sus manos. —Pero...al menos...déjame intentarlo. —¿Intentar qué? —Intentar cambiarte, más bien volverte a como eras antes. —No te empeñes tanto... —Lo haré. —Afirmó, decidido. —¿Tanta confianza te tienes? —Si. —Sonrió de lado. —Y también confío en que tú intentarás sobrellevar todo esto. Oye...es raro que yo te diga esto, pero...supongo que a Patricio no le gustaría que perdieras toda tu chispa. —¿Mi chispa? —Claro, tu esencia. ¿O crees que me gustaste por ser una chica-zombi? —¿Cómo me dices eso? —Preguntó con tristeza y rabia. —Emily, nadie te dice las cosas con claridad, todos siempre andan buscando las palabras correctas para decirte lo que piensan sobre tu cambio de actitud sin causarte daño, pero esconderte la realidad es aún peor. Yo nunca fui muy sensato a la hora de hablar así que te digo las cosas como son. —¿Y se supone que eso me tiene que hacer sentir mejor? —Pero te hizo pensar, ¿no? —Enarcó una ceja. Emily se cruzó de brazos y miró hacia otro lado para no ver la satisfacción grabada en los ojos de David, pero con su reacción ya le estaba dando la razón. —¿Cómo lo haces? —El chico la miró sin entender a qué se refería. —¿Cómo haces para...saber lo que pienso? —Te conozco más de lo que piensas. No eres tan misteriosa como crees ser. —Se inclinó sobre la mesa para observarla mejor y así Emily le prestaba más atención. —Tu rostro... —¿Qué tengo? —Emily se llevó las manos a la cara con horror. —Eres muy expresiva. —Dijo entre risas. —Ah. —Suspiró ya más relajada, por un momento pensó que tenía algo en el rostro, tantas experiencias con pliegues pegados a su mejilla le causaban paranoia. —Nunca pensé que podía hablar contigo así...antes siempre peleábamos. —Ese es el antes que no me gustaría repetir, pero solo ese. —Cuando terminó de hablar se quedaron un segundo en silencio, Emily le sonrió levemente y asintió con la cabeza, también estaba de acuerdo con él. David soltó un quejido y luego estiró la espalda. —Bien, creo que fue mucha sinceridad por ahora y yo acostumbro a ser más irónico. ¿Nos vamos? —Sí, claro. Había sido la cita más rara de su vida, aunque en realidad no sabía si eso contaba como cita, aún no tenía claro que eran ellos dos, pero las intenciones de David eran claras. De alguna manera, aunque fuera una conversación poco usual la que habían mantenido, se sentía bien, aquella salida con el chico le había hecho bien. Jamás en la vida pensó que precisamente David se encargaría de subirle el ánimo y de hacerle replantear un montón de cosas. ¿Tanto había cambiado los últimos meses? Ella lo sabía, pero no a tal punto, por lo mismo debía seguir con su plan de "cambio de vida" o, más bien "vuelta a la vida" como David se lo había mencionado. El chico se ofreció para llevarla hasta su casa, después de todo ya era tarde. Caminaron en silencio, el ambiente se sentía fresco y Emily tuvo que cruzar sus brazos para darse algo de calor. —Te pasaría el brazo por los hombros, eso es lo que un galán como yo haría, pero supongo que te resistirías. —Comentó David con toda tranquilidad, como si sus palabras fueran un comentario sobre el tiempo. —Solo...necesito un tiempo. —No podía presionarse, si lo hacía terminaría haciéndose más daño y se estaría engañando a sí misma, a Patricio y al mismo David. De hecho, ni siquiera sabía sus sentimientos hacia David, por lo mismo, cuando se sintiera segura sería momento de tomar una decisión, pero por ahora lo mejor era darse el tiempo de dejar que las cosas fluyeran por su propio curso, sin presiones. —Claro. ***J*** Erik bostezó. Su cabeza estaba recostada sobre las piernas de Isabelle, quien con tranquilidad comía papitas mientras miraban una película en el cuarto de la chica. Sus padres estaban en el salón con algunos amigos de ellos mientras que su hermanita tenía un "pijama party" con sus amigas del colegio en su cuarto, el cual se encontraba justo al lado del de Isabelle. El ruido que hacían las niñas era bastante molesto, escuchaban la música bien alta y gritaban cuando se imaginaban a Justin Bieber cantando para ellas mientras coreaban sus canciones. Isabelle sabía que Erik estaba odiando a su hermanita y a sus amigas, por eso lo mantenía sobre su regazo mientras con la mano que no comía le acariciaba el cabello, gesto que lo relajaba al punto de hacerlo dormir. Lo miró, tenía los ojos cerrados y respiraba lentamente. Sonrió con dulzura, se veía muy tranquilo y tierno desde esa perspectiva. Agachó la cabeza para darle un beso en la frente, procurando no despertarlo. A veces en el colegio se mostraban más distantes, incluso peleaban, pero cuando estaban los dos solos su comportamiento cambiaba. Erik, por ejemplo, se mostraba mucho más atento con ella, no escondía sus sentimientos con tanto ahínco como antes, aunque muchas cosas se las guardaba, siempre le demostraba lo mucho que la quería con acciones más que con palabras. —¡ISABELLE! —Llamaron a su puerta. Era su hermana. Erik pegó un respingo, totalmente asustado y alarmado, mirando hacia todos los lados como esperando a que una bomba le saltara encima. Isabelle rodeó los ojos y fue a ver que quería su hermana. —¿Qué pasa, Itamar? —Le preguntó con cansancio. —¿Me prestas tu pañuelo rosado? Nos estamos disfrazando. —La niña enseñaba una sonrisa radiante para convencer a su hermana mayor, dando pequeños saltitos que hacían mover sus rulos como resortes. Todas sus amiguitas estaban detrás de ella, mirando todo lo que sucedía al interior del cuarto de Isabelle, sobre todo miraban a Erik que despreocupadamente se pasaba la mano por la cara y luego por el cabello, desordenándoselo en un intento por despertarse. Isabelle buscó el pañuelo en un colgador pegado a la pared junto al ropero, donde había muchos pañuelos de diferentes colores y texturas. Luego volvió a la puerta y le pasó el pañuelo con el rostro serio. Estaba bien que su hermana hiciera fiestas con sus amigas en la casa, pero sin molestar su paz y la de su novio. —Toma y no molestes más, estamos ocupados. Todas las niñitas se rieron por lo bajo, malinterpretando el sentido de las palabras de la chica. Itamar le hizo un gesto a su hermana para que se agachara hasta su altura, así podía comentarle algo al oído. —Mis amigas encuentran lindo a tu novio, ¿podrías pedirle que las salude? —¿Estás loca? Claro que no. Ya, fuera. —Movió ambas manos para que se retiraran. —Oh. —Su hermanita hizo un puchero. —Aburrida. —Agregó antes de volver a su cuarto seguida por sus amigas. —Tienes a las teenagers locas por ti, ese pañuelo me lo pidió solo como excusa para que las amiguitas de Itamar te vieran. —Le dijo Isabelle a Erik, acercándose de vuelta a su cama. —¿De qué hablas? —No se para que me molesto, de todas maneras, tú eres demasiado lento como para darte cuenta. —¿Ah? —A eso me refiero. —Isabelle se sentó junto a él y le pasó los brazos a su alrededor, apegando su cuerpo al chico. Hundió su rostro en el cuello de Erik aspirando su aroma cálido mezclado con su perfume. Estaba acostumbrada a que él no entendiera mucho de las cosas obvias que le comentaba, pero así era él, no cambiaría y en verdad le gustaba que así fuera. Le encantaba el Erik olvidadizo, el despreocupado, el lento, el iluso algunas veces, el indiferente y sobre todo, el muy despistado. —Ya no quiero ver esa película. —¿Ah no?, ¿por qué? —Ya no es tan interesante como... —La miró un segundo, inspeccionando su rostro, causando una leve llamarada en las mejillas de la chica. —Como tú. —Erik...tienes una cara. —Comentó en tono preocupado. Su novio-amigo tenía ojeras visibles bajo sus ojos cansados y el rostro, normalmente moreno, muy pálido. Le tocó la frente y, como supuso, el chico tenía fiebre. —¿Estás enfermo? —No lo sé, me siento súper cansado y el cuerpo me duele. ¿Tengo fiebre? —Isabelle asintió en silencio, lo miraba con el rostro compungido, sabía de sobra que aquellos eran síntomas de un resfriado. —Seguramente me enfermé cuando llevé a Emily a andar en skate. —Si se quedaron hasta muy tarde es posible. Me pregunto cómo estará ella... En un acto exageradamente impulsivo, Erik besó a Isabelle atrayéndola más hacia él haciendo uso de su fuerza, la tomaba con ambas manos por el rostro, enredando sus dedos en el cabello dorado de la chica. Isabelle abrió los ojos por la sorpresa, no sabía a qué se debía aquel beso cuando estaban hablando acerca de algo muy normal y de un tema que por ningún motivo causaría una reacción como aquella. Trató de separarse de él apoyando ambas manos sobre su pecho para empujarlo hacia atrás, lo logró, pero le costó unos segundos. —¡¿Qué te pasa?! —Enférmate conmigo. —Dijo abrazándola por la cintura y apoyando su rostro en el cuello de la chica, como ella solía hacer con él. —¿Eres tonto?, ¿entonces el beso fue para contagiarme?, ¡¿también estás enfermo de la cabeza?! —Deberías cuidar tus palabras, ni se te ocurra decir ese tipo de cosas frente a Emily. —Le previno Erik, poniéndose serio. Isabelle se tapó la boca con ambas manos, él tenía razón, pero lo dijo sin pensar en un intento por molestarlo. Asintió con la cabeza y le devolvió el abrazo, protegiéndolo como si fuera a desaparecer y, por primera vez, sintió cómo sería perder a un ser tan querido como lo fue Patricio para su amiga. Si eso le llegara a pasar por cosas de la vida, seguramente actuaría de la misma manera que Emily lo había hecho. Hundiéndose en el dolor que significaría perder a Erik. —Deberías irte a casa. Te iré a ver porque de seguro estarás algunos días en cama. —¿Cómo sabes? —Erik, fui tu amiga desde hace años y pasamos muchas enfermedades juntos. ¿Recuerdas cuando me venias a dejar flores? Las ponías justo ahí. —Con un dedo apuntó al velador junto a su cama. —Si lo recuerdo. Pero no me quiero ir...todavía. —Posó sus labios en el cuello de la chica y luego fue besándolo con lentitud, desde el inicio hasta su oreja. Isabelle se estremeció, pero no lo detuvo, muy por el contrario, se dejó llevar completamente. Luego ya no sintió los besos ni las caricias de Erik, solo que su rostro se alejaba un poco del hueco de su cuello y luego emitía un sonoro bostezo. Lo tomó por los hombros y alejó su cara para poder mirarlo, se veía aún más cansado que antes. Lo miró con reprobación y luego alejó sus manos, solo aquello lo mantenía sentado y erguido. Erik se fue de espaldas con lentitud, como en cámara lenta e Isabelle no pudo evitar reír cuando abrió los ojos alarmados al chocar contra la cama y dar un leve rebote. —Esta me la vas a pagar... —La tumbó en la cama en un rápido movimiento mientras sus estridentes risas eran acalladas por un beso del chico. Sus muñecas estaban aprisionadas en las manos del chico que las mantenía por sobre su cabeza, así no podía intentar sacárselo de encima. —¿Me puedo quedar? —Preguntó Erik en un tono inocente, seguía besando su cuello, así Isabelle no pensaba con claridad y probablemente terminaría aceptando. —Si... —¡Sí! —Celebró. —¡No! Iba a decir: si mis padres se enteran nos matan, a ti primero. Tampoco quiero que me pegues tu resfriado así que mejor ándate. —No. —Regañó Erik con el ceño fruncido, igual que un niño pequeño. Y es que a veces, según Isabelle, realmente lo parecía. —Erik suéltame, pesas mucho. —Se movió de un lado para otro, pero él, lejos de soltarla, dejó caer todo su peso sobre la chica como si su cuerpo estuviera completamente dormido. —¡Erik, eres un tonto! —Haciendo uso de toda su fuerza lo empujó hasta que por fin pudo moverse y salir debajo de su cuerpo. Tomó grandes bocanadas de aire ya que el esfuerzo la dejó agitada. —No te vayas. Que mala novia-amiga eres, no cuidas de mí. —Se quejó aún en la posición boca abajo. Con una mano tanteó la cabecera de la cama, se estiró hasta dar con una almohada, la cual dejó bajo su cabeza para poder dormir. —Erik voy a tener que llamar a tu madre para que hagas caso, te va a venir a buscar igual que cuando éramos niños. De seguro ella tiene medicamentos para darte y te va a cuidar mejor que yo, o sea, es tu madre... —Se calló cuando notó que Erik no le estaba prestando atención y, en vez de eso, dormía. Caminó hacia él y lo zamarreó unas cuantas veces, para despertarlo. Él solo dejó escapar un leve gemido y volvió a acomodar la almohada. Isabelle lo miró un momento y pensó que quizás lo mejor era dejarlo ahí, si a él se le ocurría volver a esa hora y en esas condiciones a su casa terminaría chocando contra algún árbol en el camino. Se acercó al televisor y lo apagó junto con el DVD, la película seguía andando y no valía la pena seguir gastando luz. Volvió a mirar al chico y soltó un bufido. —Erik. —Lo llamó varias veces, mientras le daba palmaditas en la mejilla—Ven, levántate y acuéstate. —Te contradices. —Murmuró un somnoliento Erik, sentándose en la cama de mala gana. —Levántate para que puedas acostarte, ¿ahí sí? —Preguntó sarcásticamente. Lo observó mientras se paraba con los ojos entrecerrados. Se llevó las manos a la espalda y se quitó la camiseta con lentitud. —¿Qué haces? —¿Quieres que duerma vestido?, ¿o tú vas a prestarme uno de tus pijamas? Isabelle rodeó los ojos y se dio la vuelta para darle un poco de privacidad, aunque eso no evitó el hecho de que dejara de pensar que Erik, su novio, se desvestía a su espalda, en su cuarto y con las intenciones de meterse a su cama para dormir, mientras su hermanita estaba en el cuarto junto al de ella con sus amigas y sus padres socializaban con amigos de la familia en el primer piso. —Si se enteran no me voy a salvar de un mega castigo. Fue hacia el ropero y buscó su pijama, luego ingresó al baño para lavarse los dientes y poder cambiarse. Se tomó su tiempo, sentía las mejillas ardiendo y su pulso acelerado, esa noche le daría ataque y probablemente no pegaría ni un ojo, preocupada porque sus padres no los pillaran. Cuando salió del baño Erik ya dormía de lado y con la boca semi abierta. Isabelle caminó hacia la puerta del cuarto y cerró con llave, era mejor asegurarse. Se acostó junto a Erik tratando de hacer el menor ruido para no despertarlo, el pobre ya había pasado por eso dos veces, cuando lo despertó su hermanita con sus gritos y luego ella para hacerlo reaccionar. Estaba tan nerviosa que se quedó muy a la orilla de la cama, pero Erik como ocupaba casi todo el espacio, de igual manera rozaba sus piernas y un brazo contra ella. —¿Isabelle? —Lo escuchó murmurar con la voz ronca. —¿Qué? —No te aproveches de mí, ¿sí? Estoy enfermo e indefenso. Isabelle le dio un golpe en el brazo y luego escuchó una queja por parte de su novio. Él le respondió alargando un brazo para atraerla hacia él. Isabelle pudo sentir su cuerpo casi pegado al de él, estaba tensa, tanto que ni se movía para no causarse más vergüenza y nerviosismo. Lamentablemente, no podía pasarse toda la noche en aquella incómoda posición, así que se acomodó lo mejor que pudo entre los brazos de Erik. Botó el aire que había estado conteniendo mientras se movía y se acurrucó junto al chico. Podía escuchar las risas de Itamar y sus amigas a través de la pared que separaba ambas habitaciones. Mantenía la vista pegada al techo, solo una tenue luz iluminaba su cuarto, la cual se filtraba a través de las cortinas de las amplias ventanas a la derecha de su cama. Miró de reojo a Erik, ubicado a su izquierda, respiraba lentamente y el aire que botaba le hacía cosquillas en la mejilla. Se veía adorable y eso que antes muchas veces ya lo había visto dormir, pero ahora todo había cambiado y las cosas eran muy diferentes. Antes no sentía aquella atracción hacia él, seguía queriéndolo, pero de diferente manera. Sus sentimientos habían mutado y ya no lo veía como un amigo, de todas maneras, aún no estaba segura de sí lo amaba. Isabelle enumeró mentalmente todas las características que tenían como pareja y las actitudes que ella mantenía hacia él. Siempre se sonrojaba o se tensaba cuando él la besaba, le encantaba que lo hiciera y mucho más cuando la miraba fijamente y luego le acariciaba el rostro con el dorso de su mano. Le gustaba cuando no hacían nada más que comer en silencio, pero luego se miraban tan íntimamente que el mundo parecía detenerse. En público no demostraban mucho sus sentimientos, pero cuando estaban solos hasta Erik cambiaba, de un papel de chico indiferente y despreocupado se convertía en un niño que le gustaba que lo mimasen con muchos cariños, por eso Isabelle siempre le acariciaba el cabello mientras el reposaba su cabeza en las piernas de la chica. Le encantaba ver a Erik sonreír, antes no había notado lo atractiva que era su sonrisa y lo pegajosa de su risa, tampoco notaba algunos pequeños detalles en su rostro, como las margaritas que se le formaban en las mejillas al sonreír o cuando sus ojos oscuros se achicaban. También le gustaba sentir sus manos siempre cálidas, por eso, aunque en público no andaban todo el tiempo abrazados o dándose besitos, ella siempre se apresuraba a tomar su mano y sentir su tacto, porque le transmitía seguridad y protección al instante. Oh oh, se dijo a sí misma mientras pensaba en todo esto. Miró a Erik nuevamente y sonrió con ternura. Le besó la frente y notó que seguía con la temperatura elevada, así que le bajó un poco las sábanas por los brazos y le echó el pelo de la frente hacia atrás, donde el pelo se le aclaraba unos dos tonos sobre su pelo castaño. No pudo evitar bajar la vista y notar el torso desnudo de Erik. Acercó una de sus temblorosas manos al pecho del chico para poder sentir el palpitar de su corazón, si no fuera por las conversaciones, risas y gritos de su hermana y amigas probablemente podría sentir el boom, boom con mayor claridad. Fue así y en esa posición que poco a poco fue perdiendo la consciencia y se quedó dormida, con una mano que seguía el palpitar del corazón de Erik como si fuera una máquina para captar el ritmo de este.
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