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1606 Words
Cuando me desperté el sábado en la mañana, me sentía devastadora por la manera que actué enfrente de Adi. Sentí tanta vergüenza conmigo misma. Quería ver a mi padre y abrazarlo como todos los días que llegaba del trabajo, pero sabía que eso nunca iba a pasar.  Me puse ropa deportiva y un par de tenis. Mis ojos estaban un poco hinchados de haber llorado 3 veces en un día por el mismo motivo. Primero, cuando mi mamá me hizo recordar mi pasado, segundo, por culpa de Adi, y a lo último cuando Jeremy me trajo a casa. Subí rápidamente a mi habitación antes de que mi mamá se diera cuenta, y lloré hasta quedarme dormida. Me sentía tan avergonzada de ser la persona que era y de no poder cuidar de mí misma. —Buenos días —le dije a mi mamá que estaba de espaldas. Llevaba puesta unas gafas de sol para que no viera mis ojos aún hinchados. —Buenos días, cariño. ¿Te divertiste anoche? —Se giró para verme —¿Por qué traes gafas? —sus cejas se fruncieron en un ceño. —Estuve bebiendo y tengo una resaca —bromeé. —¿Bebiste? —su cara palideció. —Sí, creí que me iba a relajar. Después del partido fui a la fiesta de Adi. Tu misma me dijiste que me divirtiera y lo hice. —seguí bromeando para ver la cara de mi madre, quien estaba asustada. Traté de reprimir una sonrisa. —Sí, lo sé cariño. Pero jamás te dije que bebieras —estaba a punto de regañarme. —Estoy bromeando mamá —solté una risita. Fui al refrigerador y saqué una caja de leche, mientras buscaba el tazón y el cereal. —Y sabes que para mí la cerveza, es una porquería ¿Qué no me conoces? —Por un minuto, creí que era verdad. Casi me matas de la impresión —se posó una mano en el pecho como queriendo evitar que su corazón se saliera de su lugar. —Un día de estos me vas a matar, —su respiración se tranquilizó. Ahogué una risa, remplazándola por una sonrisa. Era la primera vez que sonreía en toda la semana, parecía extraño hacerlo. —Aunque no bebas no significa que algún día no lo harás —vertí leche en el tazón y después cereal, tomé una cuchara y comencé a desayunar tan rápido para ir a correr en esta mañana. —…hace tiempo que no veía una sonrisa en tu rostro. Se ve tan bien en ti. —se sentó a mi lado de la mesa. —Lamento lo de ayer en la tarde. No quería discutir contigo, es solo que me preocupas. Eres todo lo que tengo y no te quiero perder —acarició mi mano que tenía reposando en la mesa mientras devoraba mi cereal. —No me perderás. Te lo prometo —Afirmé poniendo fin a nuestra conversación y terminando mi cereal.  —Voy a correr —Tenía que liberar mi mente de lo que pasó a noche. Me despedí con un beso en su mejilla y salí a la maravillosa mañana que el mundo me ofrecía. *** Cuando aparqué mi auto en la entrada de la escuela, recé porque nadie recordara la noche del viernes. Tomé varias respiraciones antes de salir, sabía que hoy no sería un día fácil para mí. —Buenos días —me saludó Jeremy. Se encontraba sostenido de la pared a lado de la puerta de entrada del instituto. —Qué tiene de buenos, según tú —Resoplé. Tocaron el timbre para iniciar las clases. —Te acompañaré a clases —caminó a mí lado, mientras yo cambiaba mi mochila de hombro. No quería que él pensara que yo era una chica a la que tenía que cuidar y proteger, yo no era su hermana para que lo hiciera. Me hacía sentir frágil e inútil. —No hace falta —repliqué —No tienes por qué cuidarme. No soy tan inútil como tú piensas, puedo cuidarme sola. —escupí más duro de lo que pretendía, y vi como su expresión cambió, supe que le había dolido mis palabras. —Discúlpame, es solo que no quiero que me trates como a una chica frágil, a la que debes de cuidar todo el tiempo. No quiero seguir bajo tu brazo para que me protejas de todo. Tarde o temprano, tendré que enfrentar el mundo en el que estoy y puede que no estés allí para salvarme —Necesitaba decirle como me sentía. Se interpuso en mi camino para responderme: —No trato de que te sientas frágil e inútil, ante los demás. Es solo que quiero protegerte de lo que las otras personas te puedan hacer. No quiero que sufras. Quiero evitarte ese dolor y si yo puedo evitarlo, no dudaré en hacerlo. Lo único que te pido es que me comprendas. —Traté de decir algo, pero intervino —Sé que no puedo imaginarme el dolor que sientes todavía por la muerte de tu padre, pero sé que eres más fuerte de lo que crees. —Se marchó perdiéndose entre la multitud de los estudiantes que entraban a clases. Dejándome allí parada digiriendo cada palabra que había dicho.   Él era la única persona que me entendía, que no me pedía más explicaciones a causa de mi ausencia a las fiestas. Me excusaba por la muerte de mi padre de hace un año, pero como siempre nadie se creía mi mentira, decían que ya había pasado suficiente tiempo como para que me divirtiera y saliera con mis amigos. Jamás habrá suficiente tiempo para superarlo y Jeremy me entendía, era el único, aunque no sabía las verdaderas razones de por qué era así.   *** Al entrar a clase de historia atraigo miradas que trato de ignorar. Tomo asiento en mi pupitre y tiro la mochila al suelo, saco una libreta y un lapicero para restarle importancia a los murmullos de mis compañeros que mueren por saber lo que me pasó el viernes en la noche. Levanto la mirada de mi libreta para ver a Nayeli entrar al salón y sentarse a mi lado. Volví a bajar la mirada a mi libreta cuando ella me habló. —Siento lo del viernes. Me siento culpable, yo fui la que te llevó a regañadientes —Yo seguía dibujando en mi libreta, no la culpaba por lo que me pasó, pero no podía mantener una conversación de este tipo en la clase; cuando mis compañeros trataban de saber el chisme, todos intentarán escuchar lo que le digo. —Si no me quieres hablar, te comprendo —Dijo, dolida. El profesor entró a la clase. Cerré la libreta y levanté mi cabeza para verla a los ojos. —No te culpo por ello. Solo trata de olvidarlo. —Tenía una mirada cansada. Me dio una sonrisa triste, había ignorado sus llamadas el fin de semana. —¡Buenos días! —dijo el profesor Anderson. Y comenzó con su clase a la cual presté atención como todas las anteriores. Cuando tocaron el timbre para ir a la siguiente clase, fui una de las primeras en salir del salón. Nayeli venía detrás de mí, diciéndome que la esperara pero seguí caminando. —Oye espérame. ¿Qué pasa contigo? —Me tomó del brazo para que me detuviera —Sé que estas molesta conmigo, pero ya me disculpé —, tiene cruzados los brazos a la altura de su pecho. —¿Me contaras que fue lo que pasó en la fiesta? —Te lo diré después. —Me giré y seguí caminando hasta llegar a mi salón. Lamentablemente no tenía a Nayeli a mi lado en la clase de inglés. Sino que estaba Selene; la ex novia de Jeremy y por ende mi enemiga. Desde que llegué al instituto nunca le simpaticé, porque Jeremy se volvió mi mejor amigo, y ella fue excluida de su grupo para que yo pudiera entrar. Me vio como una rival, pero no la culpo, ellos eran sus amigos y ahora son míos. Ahora Selene tenía su propio grupo de amigos, que estaban formados de porristas en el cual Dulce no se encontraba y jugadores del equipo de Jeremy, era el centro de atención de los estudiantes de la preparatoria. —Que escenita te montaste el viernes en la noche. —Se giró en su asiento para verme —Como siempre quieres ser el centro de atención, no te conformaste con robarte a mi novio ¿verdad? Si no que también quieres robarte mi atención hacia las fiestas —Chasqueó la lengua y se giró. Hasta este punto ya nada de lo que me dijera me afectaría. Con el paso de los días forme una especie de tolerancia a sus insultos. Pero el viernes no la vi en la fiesta, tal vez porque ni duré una hora sin que Jeremy me sacara de allí en brazos. Pero en el instituto los chismes corren como agua. —Di todo lo que quieras, ninguna de tus palabras me molestará en lo más mínimo —Saqué mi libro de lectura, llamado forbidden. Para centrar mi atención en otra cosa que no sean sus insultos. —Pudiste engañar a todos de que aparentas ser una mojigata, pero a mí no me engañas. Tú escondes algo y yo me encargaré de descubrir que es. —Se giró en su asiento nuevamente quedando debidamente. Sus palabras eran una amenaza que tarde o temprano iba a cumplir… y el secreto que tanto he querido ocultar saldrá a la luz, y todos los que me conocen me odiaran tanto como me odio yo misma. Las clases estaban por terminar. Gracias a dios, la tortura acabaría. No comí en la cafetería con mis amigos. Aún me sentía avergonzada, así que decidí comer mi almuerzo en las mesas de picnic de afuera del instituto. Estuve evitando a todos, y a Nayeli más, ya que me pedía una explicación que no tenía ganas de contarle. A veces mi amiga tiende hacer como un grano en el culo. Cuando tocan el timbre, soy una de las primeras en salir del salón. Estando en mi casa me siento más tranquila. Lejos de las miradas de los estudiantes, lejos de los profesores. Lejos de todo lo que me rodea.
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