CAPÍTULO QUINCE Gwendolyn marchaba a través del Gran Desierto bajo los implacables dos soles del cielo del desierto, con Krohn a su lado, como había estado haciendo día tras día, poniendo un pie delante del otro, levantando el polvo, las piernas le dolían con la interminable monotonía de la marcha. No habían dejado de caminar nunca desde que dejaron a la gente de Darius, todos ellos decididos a cruzar el desierto, para encontrar el Segundo Anillo, para encontrar ayuda. Pero cuando miraba hacia delante, como había hecho durante días, lo único que veía delante suyo era más monotonía, un paisaje vacío, nada en el horizonte, solo más de este rojo desierto. El duro suelo del desierto estaba agrietado, era empinado, se alargaba para siempre hasta la nada y nada rompía la monotonía excepto las