Le arañó el lado de su mejilla, pero a él no le importó. Sabía que era una señal de cariño y él se inclinó y la besó en la cabeza. Sus escamas eran fuertes y suaves, jóvenes, todavía tenían que formarse, eran más suaves que las de sus padres. Verla le trajo todos sus recuerdos, le hizo darse cuenta de lo mucho que echaba de menos a Mycoples y le hacía sentir como si hubiera vuelto. “Yo quise a tu madre”, le dijo Thor suavemente. “Y a ti te querré igual”. El dragón ronroneó otra vez. “La has hecho muy feliz, Thorgrin”, dijo Ragon. “Lo único que necesita ahora es un nombre”. Thor lo miró confundido. “¿Me está pidiendo que le ponga un nombre?” Ragon asintió con la cabeza. “Después de todo, es joven”, respondió él. “Y nadie ha venido hasta aquí para ponerle un nombre. Yo podría haberlo