CAPÍTULO DIEZ Thor estaba en la proa de su pequeña embarcación, sus hermanos se encontraban detrás de él, su corazón latía fuerte a la expectativa mientras la corriente los llevaba directos a la pequeña isla que estaba delante de ellos. Thor miró hacia arriba, examinó sus acantilados maravillado; nunca había visto algo así. Las paredes eran perfectamente suaves, un granito blanco, sólido, brillando bajo los dos soles y se elevaban hacia arriba, a unos cien metros de altura. La isla tenía forma de círculo, su base estaba rodeada de peñascos y costaba pensar en medio del incesante romper de las olas. Parecía inexpugnable, parecía imposible que un ejército la pudiera escalar. Thor se llevó una mano a los ojos y miró con dificultad por el sol. Los acantilados parecían detenerse en algún punt