Narra Gabriel Miré mi reloj, comprobé la hora una vez más. Traté de tranquilizarme sabiendo que Soledad había firmado el contrato y que estaba legalmente obligada a estar aquí. Pero no podía seguir con todos los nervios, y no quería nada más que poner mi anillo en su dedo y a mi bebé en su vientre. Siempre quise tener hijos. Aunque tenía que decirle que pronto esperaba que formáramos una familia. En mi opinión, cuanto antes mejor. No veía la hora de verla redonda e hinchada con nuestro hijo. Mi primera prioridad era hacer que Soledad se enamorara de mí, pero definitivamente estaba deseando que la parte de hacer bebés formara parte de mi plan. Un golpe en la puerta me asustó, y me puse en pie de un salto, corriendo para abrirla. El juez que nos casaría se paró al otro lado y me hizo un