Narra Soledad. Para mi sorpresa dormí como un bebé en la enorme cama. Gabriel no estaba a mi lado. Seguramente tenia cosas que hacer. Dejé escapar un suspiro cuando recordé que ya no tenia que ir a la guardería a trabajar más, miré al techo y me pregunté cómo se suponía que debía ocupar mi tiempo. Había traído mis libros favoritos, pero no podía pasar todo el día leyendo. Estaba a punto de forzarme a mi misma a salir de la cama pecaminosamente cómoda cuando llamaron a la puerta. —Adelante—dije. Carolina entró. —Le he traído algo de desayuno, Señora Montreal—dijo con una sonrisa, todavía era extraño mi nuevo apellido —. El patrón me pidió que le trajera una bandeja. —Gracias Carolina, pero por favor llámame Soledad —le pedí. Ella asintió —.¿Donde esta Gabriel?—pregunté. —Trabajando