Al día siguiente Fernanda y Adela se reunieron muy temprano por la mañana en la oficina. La fiesta se había llevado a cabo en domingo, y para unas simples empleadas, como ellas, no había justificación alguna en darles oportunidad de entrar en un horario tardío. Eso solo era para los diseñadores y accionistas de la empresa que habían tenido una invitación formal para ir al evento.
Fernanda llegó a la oficina con un expreso doble en mano debido a las pocas horas que tuvo de sueño. Su madre, al verla llegar tan tarde, se alegró tanto que se puso a cantar en plena madrugada al ver que su hija al fin había salido de fiesta, luego de dos años de haberse encerrado a trabajar.
Al día siguiente Fernanda llegó a la oficina arrastrando los pies y un chongo a medio amarrar. Las ojeras denotaban el cansancio y el desvelo que tenía encima. Se sentó en su cubículo para comenzar a hacer los reportes del día.
— ¿Cómo te sientes? Después de haber salido del agujero dos años después —dijo Adela sentándose a su lado.
— Derrotada. Ayer tuvimos que salir como dos ladronzuelas esquivando a los guardias de seguridad ¿cómo crees que me siento?
— Mejor y más viva que sólo estar encerrada aquí —Le palmeó Adela un hombro— además, apuesto a que tu mamá vio un milagro realizado ayer.
— Se puso a cantar y bailar en plena madrugada. Al menos ella está en su cama recuperando su sueño.
Fernanda se llevó su termo de café a los labios. La oficina se llenó al llegar las otras dos asistentes del señor Dávila (presidente de la compañía). Saludaron a Adela y a Fernanda.
— ¿Ya se enteraron de lo que pasó ayer en la fiesta? —preguntó Paulina con sus rizos bailando en el aire por el movimiento de su cabeza. Fernanda y Adela negaron con la cabeza— resulta que ayer Carolina Herrera no pudo dar el discurso porque no llegó a tiempo, y todo el mundo está hablando de una mujer misteriosa que apareció de la nada. Por dios, el discurso de la mujer fue tan bueno que llamó la atención de los medios de comunicación.
— ¿Discurso? ¿bueno? —respondió Fernanda casi tirando su café de las manos.
— ¿Mujer misteriosa? —preguntó Adela acercándose más a Paulina para tratar de leer la noticia. Adela aún no estaba enterada de esa parte de la noche, en la cual estuvo separada de Fernanda.
— Si, está en boca de todos. Incluso se rumora que Bella Hadid sintió envidia por el vestido que traía puesto —especuló Angélica, la otra asistente del señor Dávila— pero nadie sabe quién es en realidad.
— Ja, no creo que sea tan misteriosa —se apresuró a decir Fernanda con cierto tono sarcástico. Le costaba escupir las palabras al aire por el nerviosismo que sentía en el pecho— Debe ser una mujer cualquiera ¿Bella Hadid sintiendo celos por el vestido? Kakapo.
El kakapo es el ave considerado más tonto del mundo, y es una manera particular de Fernanda de decir que algo es estúpido o tonto.
— Pues, sí acaparó la atención del mundo yo quiero verla ¿hay fotos de ella? —preguntó Adela.
Fernanda escuchó la pregunta de su mejor amiga con efecto retardado. Abrió tanto los ojos por la sorpresa, que esperaba que fuera suficiente para poder detener lo inminente. Fue demasiado tarde. Adela vio la foto de la noticia en el teléfono de Paulina, llevándose una mano a la boca para ahogar el grito mientras veía a su amiga con ojos de terror. Volteó a ver a su amiga y a la foto varias veces, las otras dos chicas imitaron a Adela sin saber qué estaba pasando.
— Creo que Fer tiene razón. Una simple mujer mortal sin gracia. Bella Hadid sigue siendo mi top model favorita —Adela estaba nerviosa y Fer le lanzó ojos de pistola a su amiga al escuchar que prefería a la top model y no a la mujer misteriosa.
— No lo sé —comenzó a decir Angélica— Nina Ferrer me parece una mujer interesante, tal vez no tenga cuerpo de top model pero sus curvas si son de envidiarse, mira el tamaño de pecho que se carga.
Fernanda no pudo evitar llevarse las manos al pecho para cubrirse un poco, con una risa nerviosa vistiendo su inquietud. Adela la veía de reojo.
— Ahora que recuerdo Fer ¿me puedes acompañar al baño? Aun sigo con ese granito en la espalda ¿me lo podrías revisar? —dijo Adela tomando a su amiga de la mano llevándosela a rastras de la oficina.
Cinco minutos más tarde Adela se encontraba frente a Fernanda. Había asegurado la puerta para que nadie más pudiera pasar.
— ¿Nina Ferrer? —preguntó Adela con las manos en la cintura.
— ¿Te atreves a reclamarme cuando fuiste tú la de la idea de ir de contrabando a esa fiesta? —Fernanda daba pequeños golpecitos con los pies al suelo— me vi obligada a dar el discurso de bienvenida. Era eso o que seguridad me sacara a patadas.
Guardaron un minuto de silencio. Ambas comenzaron a reír como dos psicópatas comentando un crimen que cometieron.
— Menos mal que quedaste irreconocible, deberían subirme el sueldo por lo buena que soy —dijo Adela entre risas.
Fernanda le platicó todo lo que había pasado desde que se había ido al baño y como había terminado inventándose un nombre y dando un discurso que al parecer se estaba volviendo tendencia mundial.
— Creo que debemos regresar a trabajar —dijo Fernanda quitándole el seguro a la puerta.
— Hey, Fer tenemos que regresar los vestidos. Traelo mañana.
Dicho ésto, el día pasó con aparente tranquilidad. Durante la mañana fue el turno de Fernanda de asistir al señor Dávila durante las reuniones ejecutivas en la sala de juntas.
— Señor presidente, creo que nuestra propuesta para que las ventas suban en ésta nueva temporada es que tal vez debamos crear productos más innovadores —decía uno de los directivos.
— Estoy de acuerdo con Juan, nos han catalogado por ser una “copia” de la competencia —dijo otro de los directivos.
El señor Dávila dio un golpe a la mesa mostrando su desacuerdo y su enojo frente a sus directivos.
— Gucci, Prada y otras marcas venden lo mismo y lideran el mercado. Lo que necesitamos es una cara fresca y en tendencia que nos represente. Berta.
— Si señor Dávila —respondió Berta.
— Vi en las noticias que una tal Nina Ferrer, sino me equivoco, traía puesto uno de nuestros diseños próximos…—el señor Dávila cayó al momento, al escuchar un grito ahogado de Fernanda.
Fernanda se llevó una mano a la boca. Los nervios la habían traicionado tanto que sin querer había tirado las carpetas que tenía a un lado con contratos y anotaciones. Por fortuna sirvió como distracción, pues su jefe le dirigió una mirada de desprecio. La chica forzó una sonrisa ante la reacción del señor Dávila.
— Encargate de contactar a las celebridades de moda del momento. Hazme una propuesta. La quiero en dos horas sobre mi escritorio —dijo el señor Dávila desviando por completo el tema de Nina Ferrer. Fernanda suspiró aliviada.
Dicho ésto, el señor Dávila terminó la junta. Realizó algunas llamadas, una de las cuáles no podía pasar desapercibida, con su hija Jennifer. Era la adoración de su jefe, aunque al parecer de Fernanda, estaba demasiado consentida por ser hija única. En la llamada su jefe le dijo a su hija que regrese de su viaje pues tal vez la necesite para algunos asuntos dentro de la empresa. Terminó la llamada luego de hablar un par de minutos con ella.
— Señor Dávila, si me permite sugerirle, tengo un proyecto en el que he estado trabajando y me gustaría presentárselo —comenzó a decir Fernanda, pues al ver la frustración de su jefe lo creyó conveniente.
— No he pedido tu opinión Fernanda —dijo el señor Dávila sin despegar la vista de unos contratos que estaba firmando. Fer sonrió para ocultar el desagrado que sintió al ser su jefe déspota con ella.
— Sé que no me ha pedido mi opinión señor, pero me gustaría presentarle mi proyecto como una alternativa a los problemas que ha estado sufriendo la empresa. Lo considero parte de mi desempeño como una de sus asistentes.
El señor Dávila alzó el rostro hacia Fernanda que sostenía una sonrisa un poco forzada, debido a la nula amabilidad que sentía hacia su jefe en ese momento. El presidente tenía una ceja arqueada. La barrió con la mirada con una mueca de hartazgo.
— Traeme tu propuesta. La revisaré —contestó el señor Dávila con desgana.
Fer dio pequeños saltitos de felicidad a su espalda, recobrando la postura cuando el señor Dávila regresó a verla de reojo. Siempre una asistente debía estar a la espalda del presidente de la compañía para estar “a la mano” ante lo que necesitara de manera inmediata.
Pasaron las dos horas de plazo en los cuales Berta, con el rostro sudoroso y el maquillaje retocado por quinta vez, dejó una carpeta sobre el escritorio del presidente. El señor Dávila tomó la carpeta de inmediato para ver a los candidatos. El presidente frunció el ceño por un momento hasta que habló.
— Haz todo lo posible por contactar a Yan Boyer —ordenó el señor Dávila a Berta, quien solo tragó saliva con dolor en la garganta por los nervios.
Fernanda decidió salir a su hora del trabajo. Tenía que llegar temprano para trabajar sobre el proyecto que había guardado en la usb. Al llegar a su casa se encerró en su habitación para trabajar en la comodidad de su casa. El alma se le fue del cuerpo al plano astral cinco veces. Se dio cuenta después de una intensa búsqueda de dos horas que había perdido la bolsa de juguete que había llevado al evento. Estaba en serios problemas.
Al día siguiente, llegó tres horas antes al trabajo para poder trabajar en la computadora de su cubículo sobre el proyecto. Los nervios no la dejaban tener tranquilidad mental. Tenía que presentarle el proyecto al señor Dávila y la horrible sensación de haber perdido la diminuta bolsa la ponía entre la espada y la pared.
Para las ocho de la mañana Fernanda se encontraba imprimiendo su propuesta. Le dejó la carpeta sobre el escritorio a su jefe antes de que llegara. Ese día estaría Angélica acompañando al presidente. No había visto a Adela en todo el día pues estaría ocupada asistiendo a Frida quien estaba trabajando con el diseñador de la empresa.
Durante toda la jornada laboral la muchacha estaba nerviosa, se paseaba de una lado a otro hasta que decidió entrar a la oficina encontrando en el bote de basura la carpeta con su propuesta. Por un momento Fernanda sintió que había sido una estúpida, pero luego reafirmó su pensamiento. El estúpido sin duda era su jefe, por desechar una propuesta que sabía, en el fondo, que era innovadora. Kakapo.
Decidió no tomarlo de manera personal y centrarse en pagar la hipoteca de la casa de su madre. El malnacido de Diego no la vería derrotada tan fácilmente.
Dieron las nueve de la noche cuando Fernanda y Adela se reunieron en secreto en las instalaciones de alta costura de la empresa.
— Tengo un pequeño problema Adela. Me peleé con un idiota después de dar el discurso. Me paré tan enojada por haber discutido con él, que, creo que en el trayecto perdí la bolsita de juguete que me diste.
Las manos de Adela se posaron de inmediato en sus mejillas. La veía con terror al saber que estaban en serios problemas.
— ¿Estás segura? —preguntó Adela dándose pequeños zapes en la frente y caminando de un lado a otro— afortunadamente era una bolsa que ni Frida, ni Francis le ponían atención. Hagamos de cuenta que nunca pasó. Dame el vestido de inmediato y lo voy a poner en su lugar.
— Paola me dijo que le platicó Angélica que hoy la producción fue un caos por dos vestidos que se perdieron —dijo Fernanda.
Fernanda le extendió el portatrajes que tenía en las manos. Adela sacó la elegante prenda con cuidado para colocarla en su lugar.
— Creí que había tomado los vestidos de la temporada pasada. No tienes idea de cuánto me costó que Frida se calmara. Mañana será otro día porque los vestidos aparecerán en su lugar por arte de magia —le guiñó un ojo Adela, aunque Fernanda pudo notar que era más para ocultar la temblorina de su párpado.
Respiraron aliviadas dispuestas a salir, ocultando su “crimen” de aquella noche.
— ¡Así que ustedes fueron las culpables de que los dos vestidos para el desfile de la semana entrante no estuvieran listos para hacer pruebas! —dijo una voz grave tras de ellas.
Fernanda y Adela voltearon a ver al hombre que estaba encendido en cólera. Habían sido atrapadas con el cuerpo del delito. Estaban en serios problemas.
— Fernanda Martín, o debo decir Nina Ferrer.