CAPÍTULO 18: UN AMIGO DE LA INFANCIA. Artem corría desesperado. Las balas zumbaban a su alrededor, pero su única preocupación era la mujer que salía del auto. El caos reinaba, pero él solo veía su figura. Gritó su nombre con toda la desesperación que sentía. —¡Susana! Ella se giró, y su rostro se iluminó con una sonrisa al verlo. Pero esa sonrisa se convirtió en su peor tormento, porque aunque él corría tan rápido como podía, el tiempo parecía alargarse, sus pasos se volvieron pesados y el aire espeso. Una bala cruzó el aire y se incrustó en el pecho de la mujer. Susana se tambaleó, su vestido blanco tiñéndose de rojo. El mundo pareció detenerse para Artem cuando la vio caer hacia atrás. —¡No, no, no! —él gritó, sintiendo que todo su ser se rompía en mil pedazos. Llegó hasta ella, y