CAPÍTULO 87: DÉJAME SER FELIZ. Artem la había cargado en brazos hasta la habitación, al llegar, la dejó suavemente en el suelo, sus ojos grises clavados en los de ella, esperando ver en sus pupilas ese mismo deseo que lo estaba consumiendo por dentro. Justo cuando abrió la puerta, Liana hizo un movimiento rápido y decidido. Y antes de que Artem pudiera reaccionar, ella ya había entrado en la habitación y, con un sonido seco y determinante, cerró la puerta en su cara. El eco del cerrojo resonó en el aire, dejando a Artem atónito, congelado por la sorpresa. Su reacción fue inmediata: su cuerpo se tensó y golpeó la puerta con la palma de la mano, frustrado. —¡Liana! —gritó—. ¡¿Qué demonios estás haciendo?! Ábreme la puerta. Del otro lado, ella apoyó la espalda contra la puerta, respirand