Capítulo 1. Estúpida e impulsiva

3803 Words
Christine (Chris) Walsh. Desperté y después, sonó mi alarma, la emoción me había hecho abrir los ojos antes que mi molesto despertador, había una extraña satisfacción embargando mi corazón, aventé mis sábanas lejos y corrí hacia mi ventana, una sonrisa emergió lentamente de mis labios, abrí dicho ventanal y, dejé que el aire matutino enredara mi cabello castaño. –¡Hoy empieza mi último año de escuela! –chillé, mientras bajaba hacia la cocina, me puse un pequeño mandil y husmeé entre los víveres del refrigerador, prepararía el desayuno. –Buenos días. –me saludó mi padre mientras se acercaba a paso lento con ayuda de su bastón, me dio un beso en la frente. –Buenos días. –contesté. –Hoy estás de buen humor Christine. –afirmó levemente. –Por supuesto, hoy empieza mi último año de escuela. –emití una sonrisa. –Bue… nos días…–exclamó mi pequeña hermana Zoe, mientras se adentraba a la cocina, se sentó en la mesa y apoyó la cabeza sobre esta, como si intentara dormir unos minutos más. –Perezosa, aquí tienes el desayuno. –afirmé acercando un plato con un par de huevos estrellados y salchichas fritas en el, luego, lamí un poco mi mano y lo pasé sobre su cabeza porque tenía algunos cabellos fuera de lugar. Desde que mi madre murió, trato de prestarle mucha atención a mi pequeño monstruo, la ayudo en sus tareas y aprendí a coser botones y dobladillos porque, siempre hace un desastre con sus uniformes y prendas de vestir, aprendí a hacer trenzas y soy buena improvisando disfraces para los festivales de la escuela, me esmero por ella, no quiero que sufra tanto el vació que mi madre nos dejó y aunque no puedo llenarlo, trato de amortiguarlo un poco. Mi padre, solo sonrió a la escena. Desayuné, tomé mi mochila, les di un beso a ambos en la mejilla y, después de acomodar el saco azul marino de mi uniforme y el ridículo moño rojo que lo acompañaba, salí del sitio corriendo. El colegio no estaba tan lejos y me gustaba andar en bicicleta, eso servía para despabilar mis sentidos y hacer un poco de ejercicio. El tráfico es bastante llevadero y hay mucho respeto hacia el ciclista en la ciudad de Bristol, por lo cual, aminoraba mi estrés. –¡Hey, Chris! –escuché una recia voz detrás de mí, el cambio de tono de mi buen amigo había sido brutal, la adolescencia le pegó de forma muy intensa porque, dio un estirón increíble y su voz se hizo ronca. –¡Ariel, buenos días! –saludé a mi amigo de toda la vida. –¿Lista para el último año? –me preguntó, él igual estaba en su bicicleta y manejaba a mi altura para poder dialogar un poco. –Por supuesto. –sonreí. –¡Kitty! –chillé cuando vi a mi amiga caminar delante de nosotros. –¡Chicos! –exclamó emocionada. – ¡Llévame Ariel, por favor! –pidió porque a Kitty no le gustaba sudar o ensuciarse, prefería que alguien le facilitara las cosas y, para eso, teníamos a nuestro buen Ariel. Mi buen amigo rodó los ojos a la solicitud de Kitty y, la dejó subirse en la parte trasera de su bicicleta. Los tres, hemos estado juntos desde que tengo memoria, nos llevamos bien a pesar del pasar del tiempo y eso hace más llevadera la carga emocional. Llegamos al colegio: “Clifton high school”, es una escuela de prestigio a pesar de ser pública, para ingresar se tenía que pasar un examen que sí era difícil, tuve que estudiar mucho para ello, la historia cuenta que, fue fundada por un profesor que tenía raíces tanto inglesas como japonesas, parte de su vida la pasó en j***n por lo cual, le dejó ciertas costumbres de ahí como… los malditos uniformes, los festivales, y entre otras cosas que ahorita no recuerdo. –¡No importa que me hayas vencido esta vez, Lex Maxwell, definitivamente en la siguiente, te voy a ganar! –había un barullo cerca de nosotros. –¡Te estaré esperando! –afirmó el chico. Había gritos de emoción de parte de las chicas y los chicos vitoreaban. –¡Ay no puede ser! ¡Es muy temprano! –me quejé. –Otra vez ese payaso… ¿Por qué le gusta tanto llamar la atención? ¿Es un complejo narcisista o algo así? –afirmé bajándome de la bicicleta, tratando de ignorar a toda costa sus comportamientos. –¿Qué? ¿No te agrada Lex Maxwell? –cuestionó mi buen amigo, Ariel. –Yo pensé que eras parte del grupo de admiradoras que le persiguen. –se burló. No, no me agradaba, lejos de agradarme, me caía mal. –¡¿Qué?! ¡Eso jamás! Es decir, tenemos diecisiete años, ¿Quién viene al colegio en auto a esa edad? ¡¿Y por qué rayos viene a nuestra escuela?! ¡Es un niño rico, perfectamente podría ir a una preparatoria en Londres, o en otro país, o mejor aún, en otra galaxia! –me reí con maldad. –A mí me parece un chico interesante. –afirmó Kitty. –¡¿Qué?! ¿Kitty, tú también? –exclamé sorprendida. –Es atlético y aguerrido, no puedo negar que eso lo hace atractivo. –afirmó mi amiga. –¡Solo le encanta llamar la atención y lo hace de formas ridículas! –exclamé, porque me gustaba despotricar en su contra, me caía muy mal. –Sí… pero ya sabemos cómo es Lex Maxwell. –defendió Ariel. –Nunca se sabe que esperar de él. –afirmó. –¡¿Te agrada?! –rebatí. –Juega muy bien al futbol. –afirmó sonriente, porque a mi amigo le gusta mucho ir a ver los partidos del equipo de la escuela. –El año pasado ganamos la copa regional contra: Denisse Bates. –recordó orgulloso. –Es un héroe… –¡Están locos! ¡Ambos! –señalé a Kitty y a Ariel, luego, me di la vuelta para salir del sitio, tenía suficiente de ese maniático y, aún era muy temprano. –Cuidado con lo que piensas, Chris. –me regañó mi amiga. –Porque del odio al amor, solo hay un paso. –me repitió. Sonreí con malicia, de forma retadora. –Estoy a tres galaxias de “enamorarme” de él. –puse una sonrisa burlona. –Además de que, que aburrido pensar en “enamorarse”. –afirmé con desdén. Revisamos el salón que nos tocó, buena suerte: me tocó con mi amiga Kitty, mala suerte: Ariel estaría en otro salón, aunque conociéndolo, se colaría en el nuestro en los descansos y cada vez que haya oportunidad, porque su capacidad de socializar era mala y nosotras somos sus únicas amigas. Sonó el timbre y nos encaminamos al aula, nuestra primera clase sería: Química. Me senté atrás, me gustaba ese sitio porque de esa manera, no llamo la atención y paso como una disimulada sombra a los ojos de mis compañeros e incluso, de los profesores, los cuales, por cierto, estoy segura de que ni siquiera conocen mi nombre y la verdad es que… tampoco me importa mucho. Mí asiento está cerca de Kitty, el profesor ya había entrado y la clase apenas estaba comenzando. –No puede ser…–farfullé. –Profesor Pool, ¿puedo pasar? –cuestionó el maldito castaño oscuro de cabello “perfecto”, ojos color verde, pestañas tupidas y piel tostada, sí… el odioso de Alexander Gabriel Maxwell, “Lex”. Rodé los ojos a mi suerte, este era mi último año y no puedo creer que tendré la desdicha de coincidir en el mismo salón que él, solo añoraba pasar un periodo escolar con tranquilidad. –Sí Lex, pero solo porque es el primer día de clases, sabes que debemos ser muy puntuales. –lo regañó el maestro. > pensé en mi maliciosa cabeza. –¡Claro, profesor! –exclamó con una gran sonrisa que me provocó nauseas. Las chicas comenzaron a murmurar cosas y los chicos también, era una persona normal, no debían comportarse como si de una estrella de rock se tratara, eso solo me revolvía más los intestinos. –¡Silencio, jóvenes! –nos regañó el profesor Pool. Todos guardaron silencio. Después, la situación empeoró, se sentó justo frente a mí. ¡No! Ahora, tendría que ver su horrible figura todos los días, era más alto que yo así que, tapaba mi vista del pizarrón y, no dejaba de moverse, era demasiado inquieto y se distraía hasta con el polvillo de la tiza. > exclamé invocando a mi creador. Sépanlo, la paciencia no es un atributo del que hago gala, en realidad, soy plenamente impaciente y terriblemente impulsiva. El niño frente a mí, no dejaba de moverse, era demasiado inquieto aún sentado, me estaba desesperando de sobremanera. Intenté guardar mi casi nula calma, pero… no duró mucho tiempo. –¡Ya, quédate quieto! –le grité exasperada, porque había topado mi paciencia. Todo el salón, posó su mirada sobre mí, yo, apreté mis labios. –Lo siento… –afirmé ladeando un poco la cara. –Loca…–susurró él. > pensé intentando controlar mi ira. Sonó el timbre para el almuerzo. –¿Qué pasa Chris? –me cuestionó mi amiga, Kitty. –¡Es el primer día y ya no lo soporto! –chillé, mientras aporreaba la mano sobre la mesa del comedor. –Vamos, no es tan malo, solo relájate. –me dijo mi amiga. –No es como si pudiera empeorar…–afirmó minimizando la situación y luego, se llevó un bocado a sus fauces. –¡No puedo! ¡No lo soporto! –afirmé jalándome el flequillo que caía a los costados de mi cabello lacio y castaño. –Pero… –Chicas, chicas. –vino corriendo hacia nosotras Ariel. –¡¿Qué?! –gritamos ambas al unísono porque estábamos teniendo una discusión de la que no queríamos ser interrumpidas. –Miren, ya salió la convocatoria para los candidatos de Consejo estudiantil. –explicó mi amigo muy efusivo. –¿Y eso que? –hice una fea mueca. –El año pasado dijiste que te gustaría ocupar el puesto. –me recordó. –Estaba bromeando. –rodé los ojos, cierto que me llamaba la atención, pero soy un cero a la izquierda en este colegio, mi ingreso será tan banal como mi salida, además… tengo que preocuparme por la enfermedad de mí papá y por mi hermanita que, esta cerca de entrar a la adolescencia, además de... estudiar para ingresar a una universidad decente.  –Serías una excelente presidenta de consejo estudiantil. –aseguró mi amigo. –Harías cambios increíbles con el presupuesto que se les da. –incitó Kitty. –No tengo tiempo, recuerden que tengo un trabajo de medio tiempo en las tardes y, necesito mantener mi miserable promedio aprobatorio. –exclamé porque, no soy la mejor estudiante, mis notas no son altas, pero tampoco son tan malas, además, ayudo en una panadería en las tardes, es solo unas cuantas horas, pero me deja agotada y apenas y logro hacer mis tareas de forma aceptable. –Tienes razón, tendremos entonces que soportar a Alexander Gabriel Maxwell como nuestro nuevo consejero, seguro se pondrá más odioso que nunca y tus sesos reventarán. –se burló Ariel. –¡Será muy cómico ver tus caras en los discursos del presidente! –se burló Kitty. –Es obvio que él ganará, no tiene competencia y no hay nadie más popular que él. –afirmó Ariel. –Y tendrás que referirte a él como: “presidente de consejo estudiantil”. Será ultra divertido. –echó una risa, ¿por qué les gustaba molestarme así? Reventé de bilis, mi estómago se estaba comiendo así mismo con dichas afirmaciones de mis amigos, soy impulsiva y a veces, no cuido mis palabras. –¡Bah! ¡Yo podría vencer a ese niño consentido de Alexander Gabriel Maxwell! –demandé muy segura de sí misma, mis pensamientos estaban calientes, al igual que mi agitación y mi sangre, parecía lava ardiente que corría entre la porosidad de mis venas. –¿Enserio? Observé a Ariel, quien estaba parado frente a mí, luego giré mi rostro unos pocos grados hacia Kitty, la cual por la expresión petrificada de su rostro supe el problema en el que acababa de meterme. –¿Enserio? Porque me gustan los retos…–volvió a murmurar el odioso tono de voz de ese castaño al que quiero descuartizar. Me giré hacia él y me quedé sin habla. –Yo…–balbuceé, estaba totalmente paralizada frente a él, me quedé así por… no sé cuánto tiempo. –¡Oh vaya! ¡Olvídalo, haré como que no escuché nada! –afirmó dándose la media vuelta. –Niña cobarde…–masculló entre dientes. –¡¿Qué?! ¡¿Qué dijiste?! –le grité cuando lo vi emprender su marcha hacia el otro extremo. –¡Alexander Gabriel Maxwell! ¡Te estoy hablando! –blasfemé caminando detrás de él, todos en el comedor me miraron. –Dije que eres una NIÑA COBARDE. –me repitió de frente, con ojos seguros de sí mismo. –¡No lo soy! –me defendí. –¡Ah, ¿no?! Entonces… acepta el reto. –sugirió. Quería darle una maldita lección, que dejara de sonreír como si la vida no valiera nada. –¡Está bien! ¡Verás que puedo vencerte, que no te tengo miedo! ¡Yo seré la presidenta del consejo estudiantil de la escuela! –amenacé sin cavilar mi decisión. –¡¿Estás segura?! –me alzó la ceja. –¡Claro que sí! –fruncí el ceño como si me ofendiera su interrogante. –Bien…–me miró con duda. –¿Cómo te llamas? –cuestionó, yo rodé los ojos. –¡Christine Walsh! –le informé. –Bien Christine Walsh, oficialmente eres mi rival. –afirmó estrechando su asquerosa mano, le correspondí el gesto y nos dimos un buen apretón. –¡Por supuesto! –consolidé. Cinco minutos después… –¡Soy una estúpida! –me quejé golpeando mi frente contra la puerta de mi casillero. –¡¿Cómo pude aceptar algo así?! –cuestioné, Kitty y Ariel caminaban junto a mí. –¡Todo es tu maldita culpa, Ariel! –acusé señalándolo. –¡¿Yo por qué?! –interrogó. –Sino hubieras venido con tu tonta convocatoria a interrumpir mi tranquilidad, no me hubiera metido en esté lío. –le regañé. Kitty se echó a reír. –¡¿Qué es tan gracioso?! –me giré hacia ella. –Qué estabas tan desesperada en huir de Lex que, terminaste haciendo una apuesta con él. –se burló. –No fue una apuesta…–rodé los ojos. ¿O si lo fue? En realidad, no sé qué acaba de suceder. –¡Cómo sea! ¡Dejen de burlarse! –los regañé. –Calma, es obvio que vamos a ayudarte. –dijo Kitty y Ariel afirmó con la cabeza. Los miré con mucho cariño, solo Dios sabe qué hice bien para merecer estos hermosos amigos. –Pero aún así… no sé. –balbuceé. –¡Yo sé que puedes hacerlo, eres genial Chris! –chilló Ariel entusiasmado. Sonreí. Me gustaba la oportunidad de demostrarle a todo el mundo que, el odioso de Lex Maxwell no era tan increíble como él aseguraba serlo. Pocos días pasaron, y con el pasar de ellos comencé a cavilar mejor la situación, mi cabeza estaba fría ahora y podía discernir la estupidez que estaba a punto de cometer. Lex es demasiado popular, todo mundo lo conoce, incluso los de nuevo ingreso saben quien es, yo por otro lado, paso tan desapercibida que, solo me hice la burla del colegio porque vieron mi “contienda” con él en la cafetería, realmente eso no me importaba mucho, hacer el ridículo o que se rieran de mí, me daba igual, mi personalidad era demasiado despreocupada en situaciones de ese tipo, lo que me removía más… era una cuestión mía, algo interno, quizás un poco de inseguridad. Me quedé después de clases para terminar mis tareas y luego, ir a mi trabajo en la panadería en donde ayudaba, todos ya se habían ido a casa, comencé a caminar a través de un pasillo, la luz naranja del atardecer dibujaba una franja en el piso provocando con ello un sendero luminoso. Llegué a la puerta: “Consejo estudiantil”, era un cubículo del tamaño de un pequeño salón, por dentro se veía ordenado y pulcro. Me mordí el labio y, suspiré resignada, hoy es el último día para inscribirse a la convocatoria, no he hablado con el castaño odioso así que, no sé si tomar sus palabras enserio o no, preferiría que las olvidara, comencé a retractarme… ¿En qué pensaba? ¡Es el chico más popular de la escuela! Los únicos votos que recibiría serían los de mis amigos y el mío. Bajé la cabeza y apreté el paso hacia otra parte, aceptaría mi derrota frente a él, aún sabiendo que, sería la burla de todo el colegio porque… el pánico me estaba atormentando. > pensé, caminando lentamente hacia la salida para irme de la escuela. –¿Aún no te has inscrito? –su voz me puso alerta, paré repentinamente. Ladeé mi semblante, dejaría que se burle de mí, y también permitiría que me restregara en la cara mi cobardía y lo perdedora que soy. El “castaño odioso” como le he bautizado, me sonrió. –Qué te parece si… –balbuceó. –Lo hacemos más interesante. –me propuso sacando la cabeza del ventanal de ese salón en donde estaba. Levanté mi mirada. –¿Más interesante? –cuestioné. –Sí…–afirmó él y se apoyó en el marco de la ventana, mientras observaba a un punto lejano. –Por alguna razón que desconozco Christine Walsh, me odias, me detestas, te parezco funesto e insoportable. –afirmó, quería reírme, ¿era tan obvia? –Me aprovecharé de eso. –me declaró. –¿De qué hablas Lex? –le pregunté, sin desmentir que si me desagradaba. –Qué tal si…–sonrió perversamente. –Me convierto en tu esclavo. –me propuso. Pensarlo me causo gracia, no puedo negar que mis ojos se engrandecieron, quería echarme a reír en su cara. –¿No te gustaría verme haciendo todo tipo de tareas por ti? Desde la más simple hasta la más compleja… te permitiría humillarme y burlarte de mí frente a la escuela. –¿Por qué apostarías algo tan descabellado como eso? –interrogué, porque ya sabía yo que este maldito niño estaba demente, pero no pensé que tanto… aunque tampoco podía negar que la idea era bastante tentadora. –Tengo mis motivos. –me guiñó el ojo. –Entonces… ¿Qué te parece? ¿aceptarías? –cuestionó intentando convencerme. –¿Y si tú ganas? –le cuestioné. –Ah, sí yo gano. –se rió con sarcasmo. –Tú serás mi “esclava”. –declaró. –Pero eso no va a pasar porque vas a vencerme o al menos, eso me dijiste. –me miró de forma retadora. –¿Por cuánto tiempo? –le cuestioné, maldición, es obvio que me interesa. –Todo el tiempo que dure el cargo del presidente de consejo estudiantil, hasta el día de la graduación a las doce de la noche, ese día… vencerá nuestro pacto. –me expresó, lo miré con duda, en su rostro había una funesta sonrisa. –Supongamos que yo gano, ¿Qué me garantiza que cumplirás con tu parte del acuerdo? –interrogué con los ojos entrecerrados. –¡Eres muy astuta Christine Walsh! –afirmó. –Pero ya lo tengo pensado… –afirmó. –Sí tú ganas… tendrás algo mío, algo muy preciado con lo que podrás “chantajearme” si yo no quiero cumplir lo que me ordenes, de esa forma, me veré obligado a hacerlo. –explicó. –¿Qué cosa “preciada” será? ¿De qué tipo? Dinero no tengo. –le dije. –No quiero dinero, será algo más valioso, el secreto más grande que tengas, el que no quieres que nadie sepa. –me comentó con una mirada penetrante. –Todos tenemos uno. –Pero entonces… tú sabrás mi secreto. –le afirmé, no caería en su juego tonto. –¡Ya sé que me odias, eso no es un secreto! –dijo con ironía. –Es broma, tendrás tus motivos. –me dijo con su horrible sonrisa. –Esto haremos: el día que empiece la campaña, ambos escribiremos nuestro secreto en un papel y, lo meteremos sellado por nosotros mismos de la manera que queramos, entonces, los meteremos en una caja y se los daremos al profesor Pool, porque es alguien imparcial en el asunto, cuando den el nombre del ganador, este se quedará con ambos sobres. –explicó. –Si yo gano, me quedaré con tú sobre, pero no leeré el contenido, por eso tú deberás cumplir mis órdenes y si no, entonces, leeré tu secreto, pero si por otro lado, cumples con lo que te pido, entonces… el día de la graduación a las doce de la noche, te lo devolveré intacto y yo jamás sabré lo que contenía, seguirá siendo… secreto. –Suena bastante bien, pero… ¿Qué me garantiza que en ese sobre estará tu “secreto? –le interrogué, debía saber todo. -Porque tú sabrás que escribí el mío y yo sabré que escribiste el tuyo. –Pero… –¡Sé que lo harás y yo así lo haré, confiaremos mutuamente en nosotros! –exclamó, yo hice una mueca. –Te doy mi palabra, y tú me darás la tuya. –reiteró. –¿Aceptas o te mueres de miedo, niña cobarde? –su cuestionamiento fue con sorna, eso me hizo hervir, entonces… extendió su mano. –¡Acepto! –afirmé con un apretón, cerrando el pacto. Ambos nos miramos, los dos teníamos una sonrisa en el semblante, ninguno estaba dispuesto a perder, y más si se trataba de ver a ese odioso castaño a mis pies humillándose. –Entonces… corre a inscribirte, porque en cinco minutos cierran la oficina. –me incitó, despabilé y corrí directito al cubículo de consejo estudiantil. El castaño sonrió, tenía un gesto de victoria anticipada en su rostro, se dio la media vuelta y, después de meter sus manos en los bolsillos de su pantalón, se perdió en el horizonte.  NOTA: QUIEN YA LA HAYA LEÍDO, NO TIRE SPOILER POR FAVOOR.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD