Chris Walsh.
Tengo que admitir que Lex tuvo razón. La mañana del catorce de febrero, llegué más temprano que de costumbre para ver la instalación de los juegos inflables y la decoración de la entrada de la escuela, una vez concluida esa primera parte, di un rápido recorrido para contemplar lo bien que todo había quedado.
Los estudiantes se notaban muy emocionados, había un aire juvenil recorriendo con esmero los pasillos, se percibían las risas y se notaban las sonrisas.
Las clases comenzaron, pero era inútil prestar atención, todos se percibían bastante ansiosos por comenzar el festival, Lex consiguió que solo se diera la primera clase y que las demás se suspendieran, tengo que admitir que la directora le tiene en buena estima como para conseguir algo de ese tipo.
El timbre sonó y como una gran manada de búfalos todos salieron disparados de los salones.
Como parte de las festividades del catorce de febrero y siendo una tradición meramente personal, preparé algunos detalles pequeños para mis mejores amigos: Kitty y Ariel. Caminaba con mi par de confidentes mientras observábamos con lujo de detalles los globos, los adornos de corazones, los juegos, la comida y las innumerables parejas jóvenes que reían emocionados, también había grupos de amigos obsequiándose cosas e intercambiando detalles.
Sería un buen recuerdo para todos, este festival.
Les di a mis amigos el detalle que tenía para ellos, se trataba de un enorme chocolate en forma de oso que me había encargado yo misma de hacer en la panadería, porque ahí también preparábamos algunos artículos en chocolatería.
Vi a Ariel guardar con gran recelo su obsequio, como si no deseara que nadie más lo observara, Kitty por otro lado le quitó enseguida la envoltura para introducirlo a sus fauces en busca de conocer su sabor.
Lex… Lex no sé donde se había metido, lo había perdido de vista enteramente, quizás estaba pasándola increíble con Amber, estoy segura de que se siente sumamente ansioso de darle el regalo que tiene para ella.
Ariel Green.
Vi a Chris alejarse un momento de nosotros, dijo que tenía algo que hacer… dentro de la bolsa de papel donde había sacado los obsequios que nos había preparado pude observar que guardaba uno más, me sentía casi seguro de conjeturar para quien seria ese presente; sin embargo… no me atreví a preguntarle nada.
–Kitty. –llamé a mi amiga quien, se estaba llenando la boca de comida, quise echar una risa, Kitty siempre se me ha figurado una niña muy tierna y distraída, todo el tiempo hay que estarle cuidando las espaldas y continuamente es necesario protegerla… porque todo el tiempo que Chris ha estado en el “Consejo estudiantil” nos hemos unido un poco más.
–Sí…–intentó contestar.
–¿Crees qué…–tragué duro intentando no acalorarme por lo que estaba a punto de decir. –Hoy sería buena idea declararme? –interrogué.
La vi poner unos ojos de sapo, estaba impactada por lo que acababa de cuestionarle, e incluso estuvo a punto de dejar caer su golosina al piso.
–Yo bueno…–masculló. –No creo que deberías dejarte llevar por la fecha, el catorce de febrero no es el mejor día para confesar tus sentimientos, además Chris se ve muy ocupada por el festival. –me dijo.
Yo asentí con la cabeza.
–¿Lo dices porque no es un buen día o porque crees que Chris me va a rechazar?
Tragó duro, creo que estaba preocupada por mí y porque Chris me rompa el corazón cuando le dijera lo mucho que me gusta, desde hace años.
No me contestó, Kitty permaneció callada a esa interrogante.
Chris Walsh.
Lex se notaba totalmente distraído, estaba en la puerta del cubículo de “Consejo estudiantil” observando a la lejanía el evento, que ganas de empujarlo desde el segundo piso y acabar de una maldita vez está agonía.
Me quedé hasta tarde para hacer la entrega de todo el inmobiliario que se había utilizado para dicho festival, luego… fui al cubículo de “Consejo estudiantil” a dejar los comprobantes de p**o que me habían entregado, después eso me serviría para hacer un cálculo de lo gastado en el capricho de Lex, aunque admito que me la había pasado increíble.
–¡¿Qué pasó aquí?! –chillé cuando noté mi escritorio atiborrado de detalles.
> pensé en silencio.
–¿Es tuyo Lex? –le pregunté a la lúgubre figura que estaba en un rincón sentado, asintió con la cabeza sin decir nada. –¿Tu club de fans? –pregunté, volvió a conferir una afirmación con la cabeza. –Las traes locas…–susurré en una risita. –¿Te comerás todo esto tu solo? –volví a cuestionar porque había bastantes chocolates de diversas variedades en la mesa.
–No.
–¿Puedo…
–Toma lo que quieras. –me dijo, se notaba muy deprimido y creo que quería estar solo, por lo cual decidí salir pronto de ahí, solo tenía que hacer algo más, pero antes de ello… llené una bolsa de papel con esas deliciosas golosinas, porque el chocolate me encanta y, había de muchas variedades además… a Zoe le fascinaría, me emocioné de tan solo pensar en el gesto de felicidad que pondría. –¿Le diste el regalo? –interrogué.
–Sí.
–¿Qué tal te fue?
–Bien. –contestó, entonces… yo no entendía porqué se notaba tan triste si todo había salido como él había planeado, son de esas cosas que, nunca lograré comprender de Lex, en fin, debía irme pronto.
–¡Hey Lex! –le dije, él alzó la mirada. –Ten. –extendí la mano. –¡Feliz catorce de febrero! –sonreí levemente.
–¿Qué es esto? –se notaba ligeramente asombrado por mi obsequio, como si fuera algo que definitivamente no esperaba. –¡¿Qué es?! –su semblante se transformó totalmente, incluso admito que me sorprendí bastante por su gesto.
–Vamos, ábrelo. –le dije mientras me chupaba un dedo que se había embarrado del delicioso chocolate que me estaba comiendo en ese momento.
De pronto, lo vi quedar en total silencio, creo que quedó en shock total o en una parálisis.
–No puede ser…–susurró. –¡Es un cupón válido por diez roles gratis! ¡Wow! ¡Es el mejor regalo de todos! –anunció mirando a contraluz el trozo de papel barato. –Gracias Chris. –me sonrió. –Eres la mejor…–afirmó, le correspondí la sonrisa.
–¡Lo sé! –presumí.
–Chris… yo… no te compré nada. –me dijo. –Quizás no merezco tu regalo…
Minimicé ese hecho con la mano.
–¡Qué importa! ¡Con todo este chocolate estoy muy feliz! –afirmé porque mi bolsa de papel pesaba bastante.
–Pero…
–¡Olvida el obsequio! ¡No tenías que darme nada! Además, mi cupón, junto a ese “Smart watch” de última generación no tiene comparación alguna. –afirmé porque noté que el castaño miraba ambos regalos que había colocado sobre la mesa de su escritorio.
Me di la vuelta para salir de ahí, ni siquiera me molestaría en despedirme de él, me iría sin más preámbulos.
Lex Maxwell.
–¡Chris! –la detuve cuando la vi aproximarse a la puerta con su enorme bolsa de chocolates en mano.
–¿Sí? –me interrogó, tenía cara de fastidio, se notaba agotada y, harta de mí, realmente me odia.
–¿Puedo preguntarte algo? –había un cuestionamiento que me estaba carcomiendo las entrañas. La vi asentir con la cabeza. –Sí te pudieran conceder un deseo. ¿Cuál sería? –yo… me sentía totalmente seguro de cuál sería la respuesta que ella me daría.
–¡Qué raro te pones! ¡¿A qué viene esa pregunta?! –interrogó.
–¡Contéstame, por favor! –solicité y la vi dar un respingo a mi desesperación.
–Yo deseo…–balbuceó, yo solo estaba prestándole suma atención a lo que estaba a punto de conferir, cerré mis ojos porque estaba seguro de su contestación, espero no sentirlo como una puñalada en mi pecho. –Pasar una última tarde con mi madre, eso deseo…–abrí los ojos de sopetón y cuando la vi frente a mí, sus cuencas estaban cristalinas, a punto de romper en llanto, sin desearlo había tocado un tema delicado, rocé su herida sin la intención de provocar que sangrara. –Es el deseo más imposible que puedo pedir, ¿no es así? Increíblemente costoso ¿cierto? Ojalá el dinero pudiera dármelo. –exclamó intentando controlar su agitación. –Soy muy ambiciosa, y también egoísta. –susurró. –Nadie podría darme algo así…–se dio la vuelta mientras acomodaba mejor la enorme bolsa de papel.
–Lo siento Chris, no quise herirte, en realidad pensé en algo más trivial como el sobre con tu secreto. –le expuse, porque estaba totalmente seguro de que esa iba a ser su respuesta. –Pensaba que tu deseo más grande era esa libertar de la que siempre hablas.
Ella me encaró.
–Daría mi existencia misma por una última mirada de mi madre, por un último beso suyo en mi mejilla, o una suave caricia en mi cabellera o por un último: “te quiero” de sus labios, mi libertad sería una tarifa barata que sin duda pagaría, cualquier precio está bien, cualquier cosa lo valdría y por ello, es algo sumamente costoso. –me contestó, yo estaba totalmente pasmado. –Soy caprichosa, siempre quiero cosas imposibles. –sonrió con melancolía. –A veces… siento un poco de envidia por Amber, quizás las cosas serían más simples si lograra satisfacer mis anhelos con objetos materiales, de esa forma quizás mi frustración se disiparía y mi dolor buscaría refugio en otro lugar que no fuera mi corazón. –Una vez leí en un libro que: “La vida es injusta y, mientras más rápido lo entiendas mejor te irá”. –me recitó. –La vida sin ese sabor a dolor o tortura es insulsa y te ayuda a apreciar pequeños detalles en que antes no notarías, hayo mucho placer en cosas muy simples, porque… la superficialidad es cara, ¿no es así? La superficialidad priva a los mortales de los verdaderos placeres de la vida; creo que nunca me lograrán impresionar un par de zapatos o un auto de lujo y eso es bueno o… mi felicidad pendería del dinero, además de que no tengo…–me explicó, me acababa de dar un tremendo discurso, ahí supe que Chris leía mucho y que además le encantaba la filosofía. Se dio la vuelta.
–¡¿Cómo qué?! ¡¿Cómo qué cosas logran sorprenderte? –le cuestioné, intentando impedir que se alejara, porque su sermón me había impactado de sobremanera.
–¿Por qué quieres saberlo?
–Sólo contéstame.
–Podría mencionar muchas, ahora no se me viene algo a la mente…–se encogió de hombros y se quedó pensativa un momento. –¡Ah ya sé! ¡Tú cara al ver ese cupón! ¡fue tan cómico! –se carcajeó.
–¿Por qué eso te sorprende? –me estaba dejando más confundido que al principio.
–¡La pregunta es necia, Lex! –lo regañé. –¡Porque hayas satisfacción en algo tan simple como unos roles de canela! Me sorprende demasiado que un chico que lo puede tener todo sea tan feliz con algo que sin duda puede comprar. –se rió de mí. –¡Eso te convierte en alguien predecible y fácil de complacer! –me seguía enredando.
–¡¿Cómo?! –pregunté alzando la ceja.
–Es simple, es como te pasa con Amber, sabes que para poder obtener el gesto que buscas en ella solo debes darle unos zapatos de diseñador o un bolso costoso. –vio que puse un gesto de seriedad. –No me malinterpretes, no la estoy juzgando, debe tener un alma loable porque no te imagino con alguien que no tenga esas cualidades. –expresó. –Pero tú, pudiéndolo tener todo, eres muy feliz con algo tan insignificante como un cupón para roles gratis, pero al mismo tiempo es “cara” porque solo las personas que te conocen saben algo de ese tipo. –me recalcó. –Estoy segura de que es un hecho que ni siquiera conoce tu “club de fans” porque si así fuera te hubieran atiborrado de cosas que te gustan, hasta yo sé que el chocolate no es de tus cosas favoritas. –expresé. –Pero al menos salí beneficiada. –se encogió de hombros.
Me sentí un poco impactado por esos comentarios, se había dado cuenta de muchas cosas acerca de mí.
–¿Qué te complace a ti? –cuestioné con apuro, porque… me llenó de entera curiosidad.
–¿No te has percatado aún? –me cuestionó con una sonrisa llena de sorna. –¡Pensé que era muy predecible! –afirmé.
–A veces eres más compleja de lo que crees…–le dije.
–No es verdad, mi felicidad es muy barata. Encuentro placer en casi cualquier cosa. –le confirmé.
–Dame tres ejemplos.
–¿Por qué tienes tanta curiosidad? –me cuestionó.
> resonó en mi cabeza, ¿por qué era?
–Me gusta mucho ir al mar y sentarme a disfrutar del viento, que golpee mi cara; es una sensación única que me hace sentir libre; es caro, porque no puedes tenerlo cuando te plazca, porque no es posible meterlo en una botella o almacenarlo en una vitrina, pero es barato porque no cuesta en realidad, mucho dinero…–me explicó, creo que iba entendiendo poco a poco su concepto de: “caro” y “barato”, era una cuestión suya, como una filosofía. –Me gusta contemplar la luna en octubre, porque se acerca más a la tierra y es como una enorme moneda dorada, es un placer “barato” porque solo hay que asomarse a la ventana, pero es “caro” porque tengo que esperar a que esas fechas lleguen. –me explicó. –Y… disfruto el tiempo con mi familia, incluso las discusiones son divertidas, es “caro” porque no siempre puedo estar con ellos, pero es “barato” porque su amor por mí es correspondido. –afirmó con la cabeza, yo creo que esta vez estaba tocando el corazón de Chris. –¡Y te daré un último! Me gusta mucho fastidiarte, es muy divertido… es “caro” porque me ha costado mi libertad misma.
–¿Estás tratando de decirme que, el odio que sientes por mí te produce placer? –le cuestioné.
–Algo así…–contestó ella.
–Pero a veces eres amable…–exclamé, me estaba quejando, quería entender porque a veces era linda conmigo.
La vi sonreír con malicia.
–Soy buena persona, no te sientas especial. –me confesó.
Sonreí ante esa exclamación, la vi alejarse de mí, yo solo sentí que me había desenredado un poco mis pensamientos.
–Es tan sencillamente compleja…–murmuré en compañía de nadie, porque había entendido un poco su forma de ver la vida.
Le había preguntado exactamente lo mismo esa misma tarde a Amber, y me contestó el deseo más superficial que a alguien se le había podido ocurrir jamás, distaba mucho de la respuesta de Chris, estaba intergalácticamente lejana, y eso era porque… se trataban de personas distintas, con formas diversas de ver la vida y de entenderla.
Comencé a pensar que, Amber no está enamorada de mí, sino de lo que le puedo dar o de lo que le siento por ella, le gusta cómo me muero de amor por ella y todo lo que estoy dispuesto a hacer para demostrarlo porque en realidad, no me conoce ni un poquito.
Estoy sentado frente al par de regalos que recibí hoy y sin dudarlo puedo afirmar que, prefiero el de Chris millones de veces más que el “Smart watch” que Amber me ha dado y, eso que, el regalo de Amber ha sido monetariamente más costoso, pero Chris… sabe lo que me sacaría una sonrisa, lo que en verdad me genera placer.
Me fui a casa cargando muchas reflexiones en mi mente, es verdad, la felicidad no se trataba de dinero, el dinero es engañoso y es para mortales con el alma perdida.