_¡Adrian! — le gritó a su nieto mayor, pero él no reaccionó a su orden igual que antes, cuando todavía eran niños obedientes y ella tenía autoridad sobre ellos, cuando aún podía controlar a su familia con solo levantar un poco la voz. _¡Lo siento, abuela! — su primo se acercó a darle un abrazo fraternal. _¡Gracias, hermano! — los abrazo y agradeció a los dos primos, porque más que primos, siempre se habían sentido como hermanos. Su padre jamás había hecho distinciones entre ellos, eran hijos de la familia Solorio y el futuro de la misma, de todos ellos dependería el éxito o el fracaso. También Daniela se acercó a abrazarlos, era la única mujer, ellos habían sido, junto con Rafael, sus hermanos mayores. La habían protegido y ayudado, era su hermanita pequeña. Gabriela culpaba de todo a M