Respiro aliviada una vez que bajo del autobús y salió de la terminal, pero sus ojos se abrieron como platos cuando vio el Mustang rojo. El conductor le hizo un seña para que se acercara, estaba paralizada, tenía un mal presentimiento y cuando él le mostró un arma, su boca se seco, miró de un lado al otro y no vio ningún guardia de seguridad, el tipo le hablo y ella se acercó al coche, el abrió la puerta para que subiera, en cuanto cerró la puerta arrancó, Mariana vio por el espejo la imagen del empleado que se quedó con sus maletas.
_Abrocha tu cinturón y no se te ocurra hacer un solo movimiento o tu querido Gerardo se muere.
_¿Que diablos crees que estás haciendo? ¿Y dónde está Gerardo? ¿Qué le hiciste?
_Esta perfectamente donde lo dejaste, pero podría dejar de estarlo si tu no te portas bien. En cuanto a “que creo que estoy haciendo”, no creo nada, solo estoy recuperando lo que es mío, lo que siempre fue mío.
_¡Estas loco! Soy una mujer casada y no le pertenezco a nadie, ¿porque diablos todos los hombres hablan de las mujeres en términos de propiedad?
_¡No vuelvas a decir que estoy loco! —le gritó y ella se encogió en su asiento, era la primera vez que le gritaba — Así me gusta, gatita, ya irás aprendiendo. El error que cometiste casándote con ese imbécil se puede remediar, igual esos eran tus planes ¿no? divorciarte de él en cuanto llegarás a San Luis. ¡Dame tu bolsa!
_¿Como…como lo sabes? — le entregó la bolsa, guardó sus documentos oficiales y la tiró por la ventana junto con su teléfono. Hacia tan solo un momento pensaba que podía razonar con él, pero ahora, ya no sabía que hacer o como actuar. Esta era una faceta que no conocía.
_Conformate con saber que no puedes esconderme nada — estaba tan asustada que ni siquiera preguntaba a dónde iban, bien, así le gustaba más, aprendería muy rápido. Aunque era una victoria agridulce, creyó que daría más batalla, se había preparado para domar una yegua salvaje. O podría provocarla y conseguir lo que quería.
Mariana iba sumida en sus pensamientos, se preguntaba ¿qué estaría haciendo Gerardo? Seguramente ya se había comunicado a casa de sus padres para preguntar por ella, estaría muy enojado y conforme pasaran las horas, se pondría furioso por no tener noticias. ¿Que haría después al darse cuenta de que nunca llegó a casa? Tal vez piense que huyo, no, él sabe que no tiene ningún lugar a donde ir, era obvio que regresaría a casa, a su ciudad, con su familia. De lo contrario, sabrá que le paso algo, entonces la buscarán, revisarán las cámaras de la central de autobuses y deducirán que la secuestraron. Darán con él con las placas del carro, Marco no fue cuidadoso, van a encontrarla. El coche bajo la velocidad y vio por la ventana una enorme barda perimetral, accedieron a una calle que llegaba hasta una caseta de vigilancia, era un fraccionamiento privado del Club Campestre. Al menos no la llevó a un lugar lejos de la ciudad, muy dentro de su pecho creció la esperanza, quizá solo quería follarsela y desquitarse de ella, no le importaba, con tal de que la dejara marcharse después, ya la había violado antes ¿que más podría hacerle que no le haya hecho ya?
_No quiero escándalos, quédate tranquila o vas a lamentarlo. Ponte los lentes oscuros, suelta tu cabello, sube el cuello de tu abrigo y no mires al tipo a la cara — hizo exactamente lo que le pidió.
_¡Buenas noches Sr. Solorio!
_¡Buenas noches, Don Carlos! — le dijo amablemente cuando llegó a la altura de la caseta, el hombre ni siquiera reparó en la presencia de la mujer que lo acompañaba.
_Su hermana vino hoy para llevarse algunos muebles, casi terminan la mudanza.
_Si, casi terminamos. Ok, que pase buena noche.
_Usted también.
Mariana estaba tan nerviosa, que sus manos sudaban y temblaban, jamás imagino que volvería a pasar por el mismo infierno dos veces. No había otra explicación, que más podría querer Marco con ella, aunque hablo de corregir el error que cometió al casarse con Gerardo. Desde el coche abrió el portón eléctrico, se estacionó frente a la casa y antes se aseguró de que el portón había cerrado completamente para abrirle la puerta, ella no quería bajar, se abrazaba a sí misma y negaba con la cabeza.
_¿Ahora te vas a poner difícil? — le dijo en tono duro, pero con una sonrisa en los labios, ella no contestó.
La tomó del brazo y la obligó a bajar, subieron los escalones, mientras el abría la puerta ella miró a todos lados, la casa tenía un hermoso y perfecto jardín, el portón era de metal calado, podía ver perfectamente hacia afuera, se extendía un amplio terreno al frente y más allá un lago artificial ¿y si pudiera escapar? el portón podía escalarse, pedir ayuda a cualquier vecino.
_Ni se te ocurra, gatita. Un solo intento tuyo y Gerardo recibirá una visita desagradable, haré que lo graben todo y podrás ver con tus propios ojos, lo que le paso por tu culpa.
Se dejó guiar al interior, la casa era preciosa, pero a Mariana le importaba una mierda, lo único que quería era largarse de ahí, podría ser el Palacio de Buckingham y a ella no podría importarle menos. La dejó en un sofá, la casa no era un desastre, pero tampoco estaba apta para ser habitada, la esperanza creció un poco más, quería decir que su estancia en esa casa no era permanente y seguramente, ni siquiera su permanencia en la ciudad lo sería, había grandes posibilidades de que la dejara libre, una vez que hiciera lo que quería con ella. No importaba, se dio ánimos, siempre podía pensar en otra cosa, llevar su mente a otro lado. Un rato después llego, la tomó de la mano, ella se dejó guiar hasta el segundo piso, después al tercero, había una gigantesca habitación, un enorme ventanal con cortinas de gasa que daba a una gran y espléndida terraza con mobiliario de jardín.
_¿Podrías por favor, terminar de una vez con esto? — le dijo cuando él se quedó frente al ventanal viendo hacia el exterior.
_Gatita, no seas ansiosa — soltó una carcajada ante su cara de incredulidad — Se que te mueres por tenerme entre tus piernas. Pero déjame ser un caballero y por lo menos alimentarte. No desesperes.
_No quiero nada, gracias — comenzó a quitarse la ropa frente a él — Cuanto antes terminemos con esto, más rápido podré irme a casa.
Marco se adelantó y la agarro por los brazos evitando que se quitara la blusa. La tomó por el cuello y la cintura para acercarla con violencia a su cuerpo, acercó su boca al oído.
_Será cuando y como yo lo diga, gatita — trató de safarse de su agarre y lo apartaba lejos de ella, aún cuando sus esfuerzos eran en vano, lo hizo enfurecer más y la llevó contra la pared, la presionó con todo el peso de su cuerpo inmovilizándola — ¡Eres mía Mariana! Serás libre como y cuando yo lo decida, la beso, era un beso rudo y violento, la obligó a abrir los labios y le metió la lengua, el agarre en su cuello se apretó más, ella luchaba contra sus labios para poder respirar, de sus ojos salieron lágrimas de desesperación.
Dejó de apretar su cuello y antes de dejar sus labios la mordió, ella gritó y cayó al suelo luchando por meter aire a sus pulmones. Llorando se llevó la mano al cuello jadeando ruidosamente. No quería verlo, no podía verlo, lo odiaba. Él se alejó y arreglo su ropa. Antes de salir de la habitación le ordeno que se bañara.
_Tengo algunos asuntos que arreglar, no tardaré mucho, cuando regrese traeré la cena y te quiero lista, en el armario encontrarás todo lo que necesitas. No me gusta lastimarte, Mariana. Solo haz lo que te digo y todo irá bien.
Salió de la habitación cerrando con llave, Mariana se quedo donde estaba. No era capaz de asimilar lo que había pasado, no era cosa de un rato o de cobrarse una afrenta, tenía un raro presentimiento de que no volvería casa en mucho tiempo. Se levanto del piso y fue al baño para mirarse al espejo, era un baño enorme, hecho con los materiales mas caros, de un estante tomo una toalla y se metió a la regadera, en menos de diez minutos se ducho y salió envuelta en la toalla, se miro con preocupación las marcas en el cuello ¿de verdad pensó que la ducha haría algo al respecto? Se acerco al armario, cuando abrió los cajones soltó un grito y dio dos pasos para atrás.
_¡¿Esta loco?! Yo no voy a ponerme eso, es horrible.
Busco en todo el armario, no había ropa de mujer, rebusco en todos los cajones, reviso hasta el ultimo rincón. Al final se puso una playera blanca de algodón que supuso era de Marco y unos boxer. Estaba sentada en el medio de la enorme cama que dominaba el espacio en la habitación, encima tenia un simple edredón color perla y varias almohadas, sus rodillas tocaban su pecho y se las rodeaba con los brazos. Marco entro con una bolsa de comida en las manos, se acerco a una pequeña mesa de madera y comenzó a sacar todo el contenido, era comida rápida, le dijo que se acercara a comer, pero ella se quedo en el mismo lugar y le volteo la cara.
_¿Estas sorda gatita? He dicho que vengas a comer — lo ignoro deliberadamente y el sonrió discretamente, se lo estaba poniendo muy fácil. Y no lo había decepcionado, era una guerrera, no se daría por vencida — Se acerco a la cama y le tomo un pie, grito por la sorpresa y la arrastro al pie de la cama.
_¡No quiero nada! Déjame en paz, quiero irme a casa.
_Creí que ese asunto había quedado aclarado. ¿Necesitas que te lo explique de nuevo?
_De verdad Marco, se que es lo que pretendes, no hare nada para evitarlo, te lo juro, me portaré bien. Solo… solo acaba con esto de una vez.
_¡Mírate! — le tomó la cara entre las manos y con el pulgar acaricio su labio inferior, la zona que el había mordido estaba roja e hinchada, gimió de dolor — Un día de estos, esa boca te meterá en serios problemas, podrías darle un mejor uso, se me ocurren tantas ideas — le dio un fugaz beso y la levanto por el brazo, la hizo sentar en un pequeño taburete rojo — ¡Ahora come!
Marco se sentó frente a ella, sus ojos no se apartaron de ella hasta que comenzó a comer, si se lo ponía difícil, todo tardaría mas y pasarían juntos mas tiempo de lo necesario. No le interesaba lo mas mínimo alargar su convivencia. Comieron en silencio, odiaba decirlo, pero tenia hambre, desde el desayuno por la mañana no había probado bocado, era increíble que no había pasado ni 24 horas lejos de Gerardo y sentía como si ya fueran meses. Terminaron de comer y Marco recogió todo, le dijo que se lavara los dientes y le entrego una bolsa con artículos de higiene personal, había crema para cuerpo, desodorante, pasta y cepillo dental, un cepillo para el cabello.