Hacía diez minutos que el doctor estaba con ella y al parecer había recuperado la conciencia pues se escuchaban los murmullos de una conversación. Casi estaba lo suficientemente desesperado como para irrumpir en la alcoba cuando el doctor salió y lo tomó del brazo para apartarlo un poco del botones que no se había despegado de su lado desde que llegara al cuarto con el doctor.
—Mira muchacho, no soy quien para sermonearte, pero esa niña tuvo una crisis nerviosa muy fuerte. Debes devolverla a su esposo cuanto antes, según me ha contado hace tiempo que está sometida a mucho estrés y volver a verte fue un detonante para su crisis. Ya está mejor, pero sigue muy nerviosa porque quiere regresar a su casa y no entiende porque la trajiste a tu habitación de hotel.
—Doctor, ¿que quería? ¿Que la dejara fuera de su casa en el estado en que se encontraba?
—Para eso hay salas de emergencia, pero bueno, no es asunto mío. Déjala descansar durante un par de horas para que haga efecto el calmante y luego regrésala a su casa o llévala a una sala de urgencia y llama al esposo.
—Gracias. Cargaran sus honorarios a mi cuenta – lo acompaño hasta la puerta para despedirlo y también al botones que no perdió oportunidad para enterarse de todo.
Una vez que los dos salieron se acercó a la puerta con sigilo y tocó suavemente, como no recibió respuesta, con cautela asomo la cabeza por la puerta. Ella estaba vuelta de lado mirando hacia la ventana, el cobertor le cubría el cuerpo hasta la cintura, manipulaba el celular con pasmosa lentitud. Se atrevió a entrar lo más silencioso que le fue posible, pero su voz lo sobresaltó.
—No tienes porqué tocar, es tu habitación.
—Bueno, mientras tú la uses es la tuya y por eso toqué — se quedó cerca de la puerta con las manos dentro de los bolsillos del pantalón — Lamento mucho haber desatado tu crisis, debí escucharte desde el momento que dijiste por favor.
—¿Sabes? Lo he llamado varias veces y primero timbraba antes de cortarse y ahora está apagado, le deje mensajes por w******p, le marque por Skype. Tiene tres números, ¿para qué demonios quiere tantos teléfonos si ninguno contesta? Bueno si, una sola vez y solo para decirme que está muy ocupado, que tiene mucho trabajo, que más tarde me llama.
—Y… ¿siempre fue así? — ella lo miró como si de pronto hubiera recordado quién era y no supo descifrar esa mirada — Lo siento, tal vez no me incumbe.
—No, no siempre fue así — desvió la mirada de él y la concentró nuevamente en la ventana — Bueno… al menos no exactamente igual.
—¿Cómo que no exactamente igual? ¿Puedo sentarme aquí? — señaló los pies de la cama y una vez que ella asintió ocupó ese lugar.
—Siempre se preocupaba por mí, me hablaba por teléfono, me avisaba a qué hora llegaba aun cuando no siempre pasaba por mí al trabajo. Siempre me demostró mucha confianza y me enseñó a confiar en mí misma, a valerme por mis propios medios, me animo a no ser dependiente de nadie, ni siquiera de él. Y me ha servido de mucho no tienes idea.
—Y ¿qué ha cambiado ahora?
—Desde que comenzó a trabajar en esa empresa, antes el trabajo era proporcional al tiempo libre pero siempre ha sido obsesivo por hacerlo todo bien a la primera y yo siempre me sentí orgullosa de eso. Y ahora esa obsesión ya se salió de toda proporción, casi no tiene tiempo para mí y por eso fue qué deje a toda mi familia, a todos mis amigos y mi vida entera en otra ciudad y me mude a esta para seguirlo y solo lo veo por las noches.
—Parece ser que era un buen tipo.
—Si, realmente lo era.
—Y… ¿el sexo?
—No ibas a dejarlo pasar, ¿cierto? — lo miró significativamente, pero decidió contestar — Bueno… el sexo es… era.... es todavía estupendo.
Sintió una pequeña punzada de celos. Fue él quien la convirtió en mujer, el primer hombre en su vida. Sin embargo, tenía que reconocer que la experiencia no fue del todo buena para ella y menos aún cuando esa misma noche una mujer se presentó en su casa para advertirle que él no se haría responsable por las consecuencias que pudieran surgir de esa relación, que no echaría su vida a perder, ni cambiaría su brillante futuro para casarse por compromiso con ella. Y esa linda y agradable mujer es su madre, la misma que prácticamente lo exilió de la familia por divorciarse de Blanca, su adorable nuera. Tan adorable que a él le hizo la vida de cuadritos durante los diez años de matrimonio que pudo aguantar los celos y lo posesiva que era.
—Te quedaste muy callado, ¿en qué piensas?
—En alusión a tu comentario, recordaba nuestra primera vez.
—La mía porque no creo que fuera la primera vez para ti.
—No, no fue la primera vez, pero es la que más recuerdos agradables me dejó y me apena decirlo, porque a pesar de que yo lo disfrute mucho, también recuerdo que para ti no fue la mejor experiencia.
—Si, tienes razón, no fue la mejor experiencia. Y después de todo lo que pasó en tu casa, lo peor vino después…
—Si, ya lo sé. En realidad, lo supe hace muy poco tiempo, Gaby me lo dijo. Doña Martha no tenía derecho a presentarse en tu casa y decirte todas esas cosas. Yo amo mucho a mi madre, pero la verdad es que siempre ha sido una entrometida en mi vida, jamás se ha metido en la vida de Gaby o en la de Edi. No digo que ella me obligara a casarme con mi exesposa, pero si me estuvo insistiendo mucho y restregándome en la cara todas y cada una de las cualidades de Blanca. Cuando mi hermana me dijo lo que hizo mi madre, comprendí a la perfección tu actitud después de esa noche, el porqué del cómo me recibiste, tirándome a la cara todos los pedazos de las cosas que te regalé. Yo creí que esa noche se había forjado un lazo irrompible entre los dos, ser el primer hombre en la vida de una niña educada a la antigua y criada bajo los más estrictos valores morales, creí que te quedarías a mi lado bajo cualquier circunstancia.
—¡Sí, claro! sé que estabas completamente seguro de que yo aguantaría humillaciones, bajezas, que me pasaras a todas tus mujeres por enfrente y yo no diría una sola palabra. Creíste que, yo sería la clásica mujer sumisa que solo agacha la cabeza frente a su amo y señor ¿no? Y solo porque una noche me tomaste por la fuerza y me obligaste a... a...
—¿Todavía te duele?
—No, ya lo superé. Es gracioso, pero lo que tu creíste que pasaría fue todo lo contrario. Esa noche, cuando salí corriendo de tu casa, había llovido y al llegar al periférico me caí en un charco, me levanté y subí el puente, me pare exactamente a la mitad mirando el tráfico y las luces distorsionadas por las gotas de agua que caían de mi cabello empapado, no sé lo que pensé en ese momento, tal vez que mi vida había terminado y después de un buen rato lo comprendí.
—¿Qué?
—Que mi adolescencia había concluido y que era hora de madurar. No existían los sueños rosas que me había formado en la cabeza. Las personas lastimaban y que, si mi padre se enteraba de lo que me había pasado, en primer lugar, me rompería la boca a bofetadas, pero lo peor sería que hubiera ido a buscarte y te habría obligado a casarte conmigo.
—¿Eso te parecía tan terrible?
—Sinceramente, si — vio en sus ojos algo que podría parecerse al dolor, pero lo descarto, el jamás la había amado como para herirlo con esas palabras — Piénsalo, era lo que tu querías, tener a alguien que estuviera siempre ahí, esperándote, que se conformaría con las sobras de tu amor y que jamás te haría un solo reproche. Una mujer que te sería fiel como un perro, una a quien tú podrías usar y desechar a tu antojo. Y todo mi ser se reveló en ese momento, en aquel puente, jamás aceptaría ese destino y jure que tu nunca pondrías otra vez tus manos sobre mi cuerpo, ni tu pie sobre mi cuello. Me negué rotundamente a ser una mujer sumisa. Decidí que lo que me sucedió en esa casa nadie lo sabría nunca y que si nadie jamás lo sabía… entonces nada había pasado.
—Entonces nadie lo sabe, absolutamente nadie.
—Solo una persona. ¿Sabes? Ni siquiera lo niegas, por supuesto que hubiese sido así.
—¿Quién? — insistió, aunque en realidad ya sabia la respuesta.
—Mi esposo — lo vió pasar saliva con dificultad, se mesó el cabello y se frotó la cara con las manos antes de levantarse de la cama, camino de un lado al otro de la habitación con las manos en la cintura, varias veces antes de detenerse frente a la cama.
—¿Porque? si juraste que nadie lo sabría, ¿porque se lo contaste a él?
—¿Y porque no habría de hacerlo? me casé con él, lo amo. Entre nosotros no hay, ni habrá nunca secretos. Siempre hemos sido muy sinceros el uno con el otro.
—¿Lo amas? — le pregunto incrédulo — Todavía, aun a pesar de todo. A pesar de que… teniéndote toda la noche tan solo para él, se dedica a dormir y muy seguramente tú… tú tienes que… consolarte sola — la vio levantarse al instante como impulsada por un resorte y en menos de un segundo su mano se estampo sonora sobre su mejilla.
—Eres un…
—¿Adivino? No mi amor — bloqueo el segundo golpe aferrando su brazo y antes que se diera cuenta ya la tenía en la cama dominada bajo su cuerpo. Ella se debatía frenética bajo su peso y solo después de unos minutos su cerebro pudo reaccionar y darse cuenta de lo que sucedía. Sus lágrimas bañaban su rostro y sus ojos lo miraban aterrados — Perdón, lo siento. ¡Cálmate si! ¡Tranquila! No voy a hacerte nada, discúlpame.
Le soltó las muñecas sin bajarse de encima, la abrazó con ternura mientras al oído le susurraba sonidos tranquilizadores y le acariciaba el cabello. Pasó un buen rato hasta que los sollozos y los temblores cesaron. Lentamente se bajó de encima, pero sin soltarla, hizo que apoyara su cabeza sobre su hombro y la mantuvo apretada contra su cuerpo, noto que los brazos de ella jamás abandonaron su pecho, los mantuvo cruzados frente a ella todo el tiempo.
—Yo te amo Mariana, así ha sido siempre — le susurro suavemente contra el cabello, mientras con movimientos circulares acariciaba su espalda — Me desconcertó mucho tu actitud cuando te busque después de esa noche. Mis intenciones jamás fueron, ni remotamente parecidas a lo que tu creíste. Yo si quería casarme contigo y aquella noche yo me sentí muy frustrado. ¿Recuerdas aquel hombre que le leía las cartas a Edna? Sí seguro que lo recuerdas, el dijo que tu no me querías y que solo estabas conmigo por compromiso. Y luego recordé aquella fiesta en el Club Deportivo en la que me hice pasar por tu novio para que el boxeador de la clase de electricidad no te molestara y ahí comenzó todo. Una mentira que se volvió realidad. Pero no olvido que a media escuela le dijiste que no te gustaba y no me querías, preferiste al imbécil del stripper acapulqueño que tenia sueños de convertirse policía federal. Incluso saliste con él y por culpa suya me suspendieron de la escuela. Y entonces las palabras de ese hombre tomaron sentido en mi cabeza.
—El mismo chico al que tu golpeaste y mandaste al hospital. ¿Y por eso me violaste en venganza?
—No creo que merezca calificarse como violación, fue tu primera vez, para todas las mujeres resulta ser un poco traumática y desagradable. Es como cuando dan a luz a su primer hijo, la pasan muy mal, pero cuando tienen a su hijo en brazos se convierte en la mejor experiencia de su vida. Tal vez si te hubieras quedado a mi lado, la experiencia se habría convertido en algo agradable. Si me hubieras dado la oportunidad de enseñarte el lado bonito del amor, lo mucho que se disfruta el sexo.
—Todo eso ya pertenece al pasado y ya no vale la pena hablar de ello. Yo lo aprendí no te quedé duda y lo aprendí muy bien al lado de mi esposo.
—Un esposo que ahora no te presta atención y ni siquiera se da cuenta que lo necesitas, que te sientes insatisfecha. Si me dieras la oportunidad yo colmaría todas esas necesidades…
—Lo siento Marco, pero se necesita más que un poco de falta de atención como para que yo deje de amar a mi esposo. Simplemente estamos pasando por un periodo de ajuste, es otra ciudad, nuevas responsabilidades. Pronto nos adaptaremos y nuestra relación volverá a ser igual que antes.
—O, lo más seguro es que tú te conformaras con sus migajas de atención y cariño. Eres una gran mujer, te mereces mucho más que solo las sobras de su tiempo. Si me dieras la oportunidad — levanto su rostro, ella se resistió solo un poco, pero finalmente sus besos terminaron por doblegarla.