Estaba en la parada del autobús cuando un espectacular Mustang blanco se paró frente a ella y de él bajó un hombre alto, fornido y con barba de candado. Mariana no le presto demasiada atención, ya estaba algo desesperada por la tardanza del autobús, sacó su celular para checar la hora cuando una figura alta le hizo sombra, ella levantó la cabeza y se encontró un rostro muy atractivo que le pareció muy familiar.
—¿Se te perdió algo?
—Si, en realidad sí —se cruzó de brazos frente a ella con una sonrisa burlona en el rostro.
Esa sonrisa socarrona la sacó de sus casillas ¿que pensaba el muy cretino? que al verlo frente a frente, sé derretiría de amor por él. Pues no iba a darle el gusto.
—¿Y?
—¿En verdad no me reconoces?
—¡En verdad no sé quién eres tú! Lo siento, pero tengo que irme — lo hizo a un lado para acercarse a la puerta del autobús que acababa de llegar, pero su mano aferró su brazo y la retuvo hasta que las puertas de la unidad se cerraron y se alejó de la parada.
—¿Qué quieres?
—Así que si me reconoces — antes de soltarla la hizo dar la vuelta.
—No, no sé quién eres. Se me hace tarde — se volvió para buscar un taxi.
—Puedo llevarte a donde quieras.
—No, no puedes. Mi esposo me espera y ya voy muy retrasada — sintió, de pronto, su presencia pegada a su espalda.
—Eso quiere decir que si no fueras a encontrarte con él ¿aceptarías mi ofrecimiento?
—Eso quiere decir que no me interesa en los más mínimo, ir a ningún lado contigo.
Su celular sonó en el preciso momento en que él iba a abrazarla.
—Hola mi amor… sí claro, está bien no te preocupes te veo en casa — guardó su teléfono en la bolsa de su abrigo.
—Parece que se acaba de hacer un hueco en tu apretada agenda. Podemos ir comer o a tomar un café. Te confieso que cuando supe que te fuiste de la ciudad perdí la esperanza de verte pronto y hoy que te vi aquí, de pronto pensé que eras una hermosa alucinación. No lo creerás pero, hace tiempo que alucino verte en todos lados…
—Antes que continúes con tus castillos en el aire, déjame decirte que no quiero tener nada que ver contigo. Cuando nuestra relación se acabó, ¡se acabó! ¿me entiendes? Tu seguiste tu camino y yo el mío, así está perfecto. Tú tienes tu familia y yo la mía.
—Bueno yo tenía una familia y tú… no sé, no creo que tener un esposo al que apenas vez en el día y que solo duerme a tu lado por la noche…
—¿Cómo te atreves? — se volvió furiosa y chocó contra su pecho, eso la hizo tropezar hacia atrás, perdiendo el equilibrio.
La sostuvo por la cintura evitando que cayera y la abrazo acercándola a su cuerpo. Ella sintió como su cuerpo reaccionó al instante y la hizo temblar, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo, una sensación que hacía mucho tiempo no sentía, miedo.
—¡Suéltame por favor! — se debatió entre sus brazos.
—O.k. — empezaban a llamar la atención — Si te sientes bien ¿te puedes sostener por ti sola?
—¡Por favor, por favor, por favor!
—¡Está bien, está bien! Solo cálmate, ¿si? ¿te puedo llevar a tu casa? Discúlpame, de verdad, solo quería verte y soy un idiota por mencionar a tu esposo y…
—Si te callas puedes llevarme a casa.
—¡Claro, claro! Ven apóyate en mí — le ayudó a entrar al auto y le puso el cinturón de seguridad.
—¿Quieres que te guíe?
—Solo dame la calle y colonia, yo me haré cargo.
—¿Vives en la ciudad? — lo vió ponerse el cinturón y arrancar el auto con la seguridad que siempre lo caracterizaba, se movía por la ciudad como si toda la vida hubiese vivido en ella.
—Me acaban de transferir, pero ya la conocía de antes.
—¿Transferir? O sí, cierto, la milicia.
—La milicia pero, ¿sabes?, ya no soy parte de la gente de campo, ahora soy parte del departamento de estrategia e inteligencia militar. Tengo un escritorio y todo, puro trabajo administrativo.
—Y te aburres como ostra — miro alrededor y comenzó a reconocer la zona.
—Bueno… Con los reportes y los papeles sí, pero con el análisis, la investigación y la estrategia no. Es muy gratificante cuando una de nuestras operaciones de inteligencia, rinden frutos.
—Por supuesto que sí. Disculpa Solorio, podrías dejarme por aquí… yo no… no me gustaría… bueno tu sabes…
—Lo sé, lo sé. No quieres que nadie de los vecinos, te vean conmigo y se lo cuenten a tu esposo, ¿cierto?
—No, si por algo te mandaron a inteligencia en la milicia.
—Había olvidado lo ocurrente y simpática que eres. ¿Qué te parece si te dejo al final de tu calle? Hay varias empresas y la gente de la zona transita muy poco por ese lado y no te estaría dejando tan lejos de tu casa ¿Ya te sientes mejor?
—Sí. Pero preferiría que fuera un poco más lejos, la gente que trabaja en la empresa anda por todos lados y podría pasar por cualquier calle o incluso él podría venir con ellos.
—Si así es, entonces eso podría pasar en cualquier lugar. ¿Esa gente te conoce, saben que eres su esposa?
—No, yo no tengo ningún trato con esa empresa, ni con los empleados.
—Entonces no hay ningún peligro — estacionó el coche a tres casas de la esquina de su calle — Bueno señorita, a salvo en casa o lo más cerca de casa que me permitiste.
—Gracias Solorio — se quitó el cinturón de seguridad y tomó su cartera, hizo ademán de abrir la puerta cuando la mano de él sobre su brazo la retuvo — ¡Por favor, tengo que irme! Fuiste muy amable al traerme a casa, pero la verdad es que no quiero volver a verte.
—Más bien no puedes, pero quieres — le dedico su clásica sonrisa baja bragas, a lo que ella le puso los ojos en blanco, era uno de sus malos hábitos, ya se encargaría el de quitárselo.
—Por favor, no seas arrogante. En serio, tengo que irme.
—No soy arrogante y tú eres una hipócrita — lo miró con rabia y se bajó del coche dando un portazo, con otra persona habría sido capaz de arrancarle la cabeza por azotar la puerta de su palomo, pero con ella le importaba un comino el coche, se bajó inmediatamente después de ella y alcanzó a tomarla del brazo para evitar que se fuera. La inercia del jalón hizo que ella chocara contra él y lo aprovechó para estrecharla entre sus brazos.
—Pero cómo es posible que seas tan atrevido — se debatía entre sus brazos, le aterraba la idea de que alguien conocido la reconociera y le contaran algo a Gerardo, pero Marco Solorio no la soltaría, no había nadie más aferrado. Y cuando por fin su boca cubrió la suya ella dejó automáticamente de pensar, solo era consciente de sus labios suaves y cálidos, de su lengua saboreando y recorriendo los contornos de su boca. Y cada vez se tornaba más exigente y a ella cada vez le costaba más trabajo soltarse. No pudo evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos y comenzara a sollozar entre beso y beso.
Al darse cuenta de sus lágrimas las secó a besos, la estrecho más consolándola y ella escondió la cara en su pecho, le rodeo la cintura con sus brazos mientras él acariciaba y besaba su cabello aspirando el dulce aroma de su champú. El llanto se tornó más violento y su cuerpo comenzó a sacudirse, de pronto ya era incontrolable y muy seguramente comenzaban a llamar la atención. La subió de nuevo al coche y arrancó, no sabía qué hacer con ella, parecía tener una crisis nerviosa. Decidió llevarla a su hotel y llamar al doctor para que la revisara, no era normal que reaccionara de ese modo con un simple beso. Para cuando llegó al estacionamiento del hotel parecía haberse desmayado y tuvo que sacarla en brazos del coche. El botones se acercó a ayudarlo y le ordenó ir enseguida por el doctor.