Los tacones resonaban con fuerza en el suelo de mármol del hospital, era la primera vez que Sun-hee estaba allí o por lo menos la primera vez que lo hacía como adulta, la noticia de la muerte del abuelo la había tomado por sorpresa y también la llenó de pesar al no poder haber estado a su lado el día de su muerte, esa había sido la voluntad de Sten Larsen, la reaparición de la hija legítima de su hijo Klaus tenía que hacerse cuando él no estuviera en este mundo.
—No te muevas querido, tenemos que corregir la postura de esa corbata—Aneka Larsen miraba con orgullo a su marido, en unos cuantos minutos sería nombrado director general de Larsen Health International Hospital, había luchado tanto por conseguir ese estatus, cuando eso sucediera ella sería nombrada subdirectora y nada le causaba más satisfacción que eso.
—Estoy seguro que mi padre me ha nombrado heredero absoluto y de no ser así la herencia será de nuestros hijos Aneka—la sonrisa de suficiencia en el rostro de Klaus solo logró que su madre lo mirara desde lejos con satisfacción, enorme sorpresa la que se llevaría su único hijo cuando se enterara de lo que su padre había planeado durante años, esa mujer, la maldita de Aneka se retorcería de coraje al enterarse de la verdadera heredera de esa herencia.
Su burbuja de delirio sobre el futuro estaba a punto de explotar.
—Señora Larsen parece que Klaus está demasiado confiado—la mujer asintió con la cabeza, no quedaba ni huella del hombre que ella se había empeñado tanto en educar, el amor por Aneka lo había corrompido y había llevado a Sten a tomar esa decisión que según los ojos de ambos era la mejor opción. El actuar de Klaus en los ultimos años habia sido cuestionable.
—Prepárate para preparar su acta de divorcio, estoy segura de que se divorciara al saber que sus planes fracasaron—Edmund río, tenía razón, sabía que Aneka era una mujer corrompida por la avaricia y la soberbia, era una mujer cruel y despiadada que había alejado por completo a Klaus de su primogénita, estaba seguro de que dios no le perdonaría haber abandonado a su hija enferma de cáncer en un hospital de Alemania a su suerte.
— ¿Pero qué pasa Edmund? —Klaus colocó su mano sobre el hombro del abogado quien le dedicaba una sonrisa forzada,—son las dos en punto, es hora, espero poder honrar los deseos de papá.
El abogado de la familia Larsen se removió incómodo, estaba esperando a Sun-hee, el testamento no podía leerse sin su presencia en aquella grande y lujosa sala de reuniones del hospital central de la familia.
—Estamos esperando...
La puerta de la sala de reuniones se abrió de golpe haciendo que todos los presentes dirigieran y centrarán su atención en la persona que acababa de llegar, Aneka la miró incrédula. La familia estaba completa. su mirada se oscureció al mirar a la mujer que acaba de ingresar a la estancia. Portaba un traje ejecutivo y unos altos tacones negros, tenía una barbilla perfilada y unos labios carnosos y rojos carmesí. La presión arterial de la danesa pareció desplomarse cuando la desconocida se quitó los lentes negros de Gucci, esos ojos rasgados distintivos de Corea del Sur la dejaron petrificada en su silla, detrás de ella permanecían dos guardaespaldas, protegiéndola de cualquier cosa que pudiera dañarla.
—할머니 (halmeoni) "Abuela" —la mujer se apresuró a saludar a la matriarca de los Larsen, su abuela la miró con devoción, hacía tantos años que no veía a su hermosa Sun-hee.
—Ha pasado tanto tiempo mi querido Sol, que alegría que dios me dejo verte de nuevo, Sten se ha ido pero él te ha traído de vuelta a mí—la besó en las mejillas una y otra vez con lágrimas en los ojos, su pequeña se había convertido en toda una mujer.
—Bien, señores Larsen, ya que estamos completos será momento de revelar el testamento de Sten Gregory Larsen—la mirada de Aneka aniquiló a la chica quien parecía confiada, había esperado tanto este momento, de reojo observaba a su padre quien no parecía salir del shock que le había causado verla después de veinte años.
Habia crecido y se parecia tanto a su madre. El rostro de su ex esposa estaba en ella y eso lo habia dejado anonadado.
Edmund abrió su portafolio y de él sacó la tan preciada hoja, la última voluntad del patriarca de los Larsen y el futuro de sus tres nietos, su hijo y su nuera, las manos Klaus sudaban sin sentido, estaba preocupado muy preocupado, con la llegada de su hija Sun-hee el resultado del testamento era un misterio.
—Yo, Sten Larsen en mis últimos días de vida decidí el futuro del imperio hospitalario que yo cree cuando apenas era un médico novicio, un médico con deseos de triunfar, con deseos de que el nombre de su familia fuera conocido para todos los ciudadanos de Dinamarca. Todas las decisiones que tome hoy fueron validadas por mi compañera de vida y por la mujer que más amé en este mundo, Gardine. Klaus, mi único hijo y mi mayor orgullo, el niño por el que trabajaba, el niño al que le di la mano para aprender a caminar se convirtió en un importante médico cirujano pero en un horrible ser humano, me da vergüenza aceptarlo pero las decisiones que tomó después de la muerte de su primera esposa, Young-mi, me hicieron regresar al pasado y preguntarme qué había hecho mal cuando lo eduque, Young-mi Larsen fue una hija para mí, una oncóloga excepcional y un gran ser humano.
Las manos de Aneka parecían querer quebrarse los nudillos mientras escuchaba cada palabra que salía de la boca del abogado y el mayor amigo de la familia. Edmund levantó la mirada de los papeles, tragó saliva y continuó:
—Y la única esposa legítima de mi hijo y quien me dio el maravilloso regalo de la vida representado en mi única nieta, Sun-hee Larsen—Klaus no pudo contener su rabia y se puso de pie con brusquedad. ¿Acaso habia dicho su unica nieta? Se llenó de cólera, sin poder evitarlo apretó los puñospara luego encarar a su madre.
¡Inclusó muerto su padre le recriminaba el pasado!
— ¿Cómo mi padre puede hacerme esto a mí? ¿A mis hijos que son también su sangre? —la mirada de Sun-hee se tornó firme, a lado de su padre estaba su hija Fiona, una chica de cabello rubio platino y ojos azules como el mar, había heredado esa belleza de su madre y Erik el hijo menor, un chico que poseía un amplio parecido a Klaus.
Bastardos que lamentaba compartieran su sangre.
La sangre de su padre se habia deshorado al mezclarse en ellos, su madre era corriente, pobre, de bajo estatus social y una don nadie ante los ojos de la sociedad y de su familia. Ni en mil años Aneka Poulsen podria compentir con la elegancia que Lee Young Mi tuvo en vida. Nadie era como su madre, nunca lo sería.
— ¡Basta Klaus! Tu padre jamás despreció a tus hijos, los hizo vivir con una vida llena de lujos pero eso no quiere decir que lo considerara un Larsen legítimo—Aneka tenía una expresión en su rostro que nadie sabía cómo describir, parecía querer saltar en cualquier momento sobre la hermosa Sun-hee, la mirada altiva de la coreana la inquietaba.
Habia regresado por la fortuna de sus hijos.
—Señora, no veo el motivo por el cual se me degrade de esta manera—por primera vez desde la llegada de la chica de rasgos asiáticos Aneka habló, por dentro parecía quemarse, jamás pensó que su suegro continuará con las conexiones con la familia de su ex nuera en Corea del Sur. Sus pensamientos fueron poco inteligentes, la familia Lee era influyente en el campo médico y sumamente rica, ademas ambas familias se respetaban a pesar del pasado, Sten se habia disculpado de tantas maneras por el comportamiento de su hijo y al final Lee Jae Yong, el padre de Young Mi, concordó que las ostilidades entre ambos no debían seguir porque estaban unidos por sangre, la sangre que circulaba por las venas de Sun-Hee.
—Vaya, parece que la enfermera tiene voz y voto—la abuela ahogó una sonrisa, su nieta había regresado siendo toda una fiera, su autoritaria voz salió sin una sola pizca de acento, manejaba el danes con fluidez a pesar de no haber crecido en Dinamarca. El desprecio por la esposa de su padre fue palpable.
— ¡Basta Sun-hee no te permito que le hables así a mi esposa! —esta vez fue su padre quien la reprendió al notar el tono cargado de despreció con el que habia dicho esas palabras .
Su padre.
Le parecía raro llamarlo de esa manera, no había tenido un padre a su lado desde los cinco años, sus recuerdos eran vagos pero la figura paterna había sido tomada por sus dos abuelos, durante el verano su abuelo paterno viajaba desde Dinamarca para poder verla por lo menos unos días, durante el resto del año su imponente y respetado abuelo materno cubría el vacio que Klaus habia dejado.
— ¿Quién es usted para darme órdenes?
Klaus suspiró con dificultad.
—Soy tu padre.
La chica bufó, intentó parecer fuerte y no dejarse quebrar por el dolor que aún permanecía presente en su pecho. Debía mostrarse firme, completamente firme delante de Aneka quien según sus abuelos se convertiría en su principal enemiga desde que pisara su país de nacimiento, Dinamarca.
—Klaus no es mi padre, hay solo dos hombres a los que les permitó darme órdenes y uno de ellos ahora está muerto y el otro en Seúl—el rostro de Klaus se contrajo de rabia y al no poder contenerse golpeó la mesa con furia,—el derecho sobre mi que ganaste al enjendrarme lo perdiste al abandonarme. No vuelvas a llamarme tu hija y no me pidas que respete a esta mujer, ensucia el asiento que alguna vez perteneció a mi madre.
— ¡Maldita sea! ¿Hasta cuándo el recuerdo de Young-mi seguirá presente? —musitó el danés con pesar, quería olvidarse por completo de su primera esposa, olvidar el pasado que tenía con aquella mujer que lamentablemente estaba muerta.
—El recuerdo de mi madre seguirá vivo para siempre, el abuelo sabía la verdad, no tienes que hacerte la víctima y llorar como lo hiciste cuando murió—la última palabra salió de sus labios con rencor,—mi madre murió en ese accidente después de que se enterara que tu tenías a esta mujer como amante, después que ella muriera y me detectaron cáncer me dejaste a mi suerte, sola.
Las palabras de su primogenita le golpearon.
—Sun-hee.
La chica sonrió levemente y luego se puso de pie con elegancia, sus uñas se posaron sobre la mesa de cristal como si se tratara de un gesto de dominancia.
—No quiero hablar de esto, pero te diré que pasara—sus ojos rasgados centraron su atención en su padre, aquel hombre que se había encargado de abandonarla y provocarle el más grande dolor de su vida, una pequeña niña de seis años, sufriendo quimioterapias dolorosas, mirando como su cabello caía ante sus ojos y para terminar su sufrimiento encontrándose sola, sin una mano que le sirviera como apoyo.
No merecia ser llamado padre y tampoco hombre.
—Señor Edmund se lo que dice ese testamento, si estoy equivocada puede corregirme, desde que tuve conciencia el abuelo repitió mi futuro.—la asiática miró con ojos de agradecimiento al abogado mientras que Aneka se puso de pie intentando mostrar su apoyo completo para su marido.—La heredera de la herencia de Sten Larsen soy yo, la directora general del Larsen Health International Hospital seré yo, por lo tanto no debemos discutir ni mucho menos sacar el pasado a relucir, de lo contrario podría recobrar heridas y terminarías en la calle—con todas sus fuerzas Sun-hee intento no quebrarse, quería parecer lo más calculadora y fría posible delante de la familia de su padre, pero los recuerdos le punzaron el corazón.
—Esto es increíble—Klaus pasó las manos por su cabeza visiblemente exasperado por las palabras de su hija.
¡Maldita sea!
—Lo que su esposo hizo es inconcebible, dejo el futuro de su hijo y nietos en manos de esta mujer—Aneka parecía no dar crédito a lo que estaba viviendo, este día debía ser el mejor de su vida no todo lo contrario, la matriarca la miró con un atisbo de sonrisa.
—No sabes cómo disfruto que sea de esa manera—respondió Gardine,—nunca digas esta mujer, la unica que es llamada de esa manera eres tú. Es mi nieta, la primogenita de esta familia y la heredera. No vuelvas a faltarle el respeto.
Aneka se pusó roja, la ira de carcomio por dentro. Sus hijos se pusieron de pie, se habian quedado sin palabras al escuchar todo lo que estaba pasando, pero al escuchar a su abuela intentar humillar a su madre no dudaron en sacar las garras y mostrarle su apoyo.
En menos de un segundos, dos pares de ojos la aniquilaban.
—No quiero tener esta conversación, no hay nada que alguno de ustedes pueda hacer. Nadie le falta el respeto a mi madre o a mi abuela en mi presencia, así que piensen bien antes de abrir su boca, su voz o voto no tiene valor para mí—Sun-hee llamó la atención de todos antes de soltar su última declaración, no queria quedarse más tiempo, miró a Eric y a Fiona. —Ustedes dos no son mis hermanos, jamás lo serán y mucho menos esperen que tenga contemplaciones, la sangre no me llama ni me llamara teniendo una madre sin clase como la que portan, el único hermano que tuve murió en el vientre de mi madre durante el accidente que le quitó la vida, respetare el tiempo que han trabajo en este hospital y los dejaré seguir con sus vidas, con su salario pueden comprar un departamento pero los quiero fuera de mi casa y fuera de mi vida.
—Llevamos viviendo en esa casa más tiempo que tú—dijo Fiona más que molesta, no entendía como una mujer como ella podía superarla, no la conocía, esta era la primera vez, no hacía falta darle tantas vueltas era obvio el carácter dominante y la egolatria que la coreana traia consigo, siempre pensó que era la favorita del abuelo, era una princesa y ahora terminaría de la peor manera.
Sun-hee sonrió, se inclinó un poco sobre la mesa en una pose amenazante, quería acercarse lo más posible a su hermana, quería ver el rostro enfadado de la mujer que le había robado el amor de su padre durante toda su vida y el resultado del asqueroso y sucio amor que su padre le tenía a Aneka.
—No importan los años que llevan viviendo allí, toda la vida han ocupado un lugar que no les corresponde ni les correspondera. Solo hay una palabra que los define, bastardos, nunca debieron hacer, aunque oscilen el apellido Larsen como un premió nunca les ha pertenecido. No tendran más dinero y si lo desean deben pedirlo de rodillas, lamer mi zapatos y luego de eso te dare una billete, porque lo unico que obtendran de mi es limosna—la chica danesa saltó sobre ella dispuesta a golpearla pero rápidamente fue sometida por sus guardaespaldas,—como lo esperaba, una perra sin educación, que verguenza que social y públicamente seas considerada mi hermana, dile a tu padre que te ponga una correa a no ser que quiera que envíe a su mascota a la perrera.
Tomó el pañuelo que le tendia su guardaespaldas y con una mueca de asco limpió donde las uñas de su hermana le habian rozado. Sus ojos plagados de soberbia miraban burlonamente al hijo menor de su padre, ella también debió tener un hermano pero no llegó a nacer, murió con su madre.
Tomó la pluma y luego sin dilaciones sujetó con fuerza la carpeta de piel, su firma fue dibujada de manera avida sobre aquel documento. El terror en los ojos de su padre al mirar la herencia suya y de sus hijos esfumarse le causó una inmesa satisfacción.
—Madre, pareces no darte cuenta de lo que acabas de hacerme—dijo casi en un lamento. No lo habia hecho ella, lo hizo el karma, él hacía pagar a todos los errores del pasado. Miró a su hija mayor sin poder reconocerla.— ¿En qué se convirtió la dulce Sun-hee que conocía?
Los labios de la mujer esbozaron una sonrisa mientras colocaba su firma, ahora, en un cheque, al terminar lo sujetó y lo lanzó en dirección a su padre, él observó con humillación como el papel oscilaba en el aire.
—Se convirtió en el monstruo que tú mismo diseñaste, padre.