Una mañana, parecía qué sería un día aburrido, cómo tantos días para Anabella, él amor de ella hacia su esposo, permanecía intacto, había decidido continuar, con aquella relación. Anabella llamó, a su chofer le pidió qué por favor, la llevará a inscribirse a la escuela privada para ciegos, lo había intentado una vez, aquel día decidió volver a ir, apenas llegó, él chófer qué la llevaba, le ayudó a bajar de aquel carro, apenas iba entrando hacía él establecimiento se abrió una puerta corrediza, automáticamente, esta vez iba más segura qué nunca. El chofer la acompañó, le ayudó a entrar y la dejó a la salida de la oficina, se encontraban dos personas atendiendo, había un nuevo director: —Buenos días señorita, permíteme qué te ayude a sentarse ¿Qué te pasó?¿La ceguera es de siempre? Anabe