La dulce y frágil Anabella, decidió seguir apostando a su relación con Alfonso, apenas amaneció, ella despertó y se encontró en los brazos de su esposo, sintió qué aún lo amaba, lo había perdonado, se apegó a él y le acarició él rostro, ella una mujer tan ingenua y sin maldad, los límites de amar pasaban más allá de lo natural, Anabella estaba ciega, también del alma, por momentos ella no quería ver, lo qué su esposo le había hecho, la gran traición de él con su amiga.
Alfonso aquella mañana se despertó, le dió un beso en él rostro, a Anabella, luego se puso la bata de levantarse, de raso color blanca, se dirigió hacía la cocina, justo era día domingo, día no laborable, para Priscila la señora qué le servía de compañía a Anabella.
Alfonso le preparó él desayuno a Anabella, y lo llevó hac
