RHINA Caminé por la cafetería con una toalla de bar, limpiando las mesas, ya que tenía la intención de hacer un barrido y fregado del lugar antes de la hora de cierre. Cruzaba los dedos para que no apareciera una familia enorme. Por mucho que me gustaran los niños, no eran muy monos cuando te miraban a los ojos y se les caía la bebida a propósito. Entonces te daban ganas de agarrarlos por la oreja y colgarlos del tejado, pero claro, no podías. No sólo era moralmente incorrecto, sino que los padres que estaban sentados tan ociosamente mientras el niño se comportaba como si el mismísimo Satanás lo hubiera criado, definitivamente se indignarían si yo lo hiciera. Realmente no necesitábamos una mala calificación en Yelp, o una demanda legal. Poco a poco fui limpiando la cafetería, teniendo qu