Capítulo 2

2324 Words
—Acá estabas, boludo — dijo dejando caer su enorme cuerpo al lado del de su amigo que fumaba lentamente en aquel patiecito interno. —Tomy — respondió a modo de saludo. —Supuse que tu humor iba a ser una mierda — suspiró apoyando su espalda en la misma que se acomodó Cristian hacía unos buenos minutos atrás. —Una real mierda — secundó antes de volver a aspirar el humo de su cigarrillo. —Bueno, mirá el lado bueno, ya no tenés que competir contra él— dijo divertido. —Es peor, tengo que competir contra la mirada llena de estúpido anhelo con que lo mira cada vez que lo tiene enfrente — masculló con mal humor. —Estás bastante pesimista, pensé que ese era mi rol en esta amistad — se burló antes de encender su propio cigarrillo. —Sí, hoy hemos cambiado roles. Aunque no creo que te estés ocultando acá por gusto y gana — pinchó con maldad. —¿En serio era necesario que tu hermano lo invitara?— preguntó con furia contenida. —Es su amigo — respondió Cristian inhalando un poco más de aquel humo que sabía a tabaco y chocolate. —No, Rodrigo es su amigo, Marco es el hermano de su amigo. —Sabes que a Alejo le gusta el cumpleaños multitudinario, qué querés que te diga — respondió encogiéndose de hombros. —El muy pelotudo está chamuyando con un flaco— gruñó antes de volver a aspirar se su cigarrillo. —Es culpa tuya, vos fuiste un forro, ahora aguantate como niño grande — rebatió palmeándole el hombro. Tomás lo fulminó con la mirada y se tragó el insulto. ¡Claro que sabía que él la había cagado a lo grande, pero no tenía ganas de que Cristian se lo recordara! —Vamos antes que te cague a trompadas — le dijo a su amigo poniéndose de pie. ————————————————— La vio que se había quedado sola y decidió usar toda su fuerza de voluntad para poner sus pies en dirección a ella. Tenía que hablarle, no podía dejar todo así, no sabía por qué, pero no se sentía bien que las cosas se hubieran desarrollado así. —Disculpá — dijo suavemente llamando la atención de la morocha. Ivonne dejó de contemplar a su novio y esos dos amigos que jugaban como niños pequeños en la pileta, y volvió sus ojos verdes hacia la castaña. —Si — respondió con una sonrisa sincera. —Perdón, quedé como una maleducada recién, cuando Maty nos presentó — explicó Pilar sintiendo los nervios en la boca del estómago. —Tranquila, no pasa nada, sé que es difícil hablar con tu ex — dijo con calma. Bueno, en realidad Ivonne no tenía idea de aquello sobre hablar con ex parejas ni nada, nunca había estado en una relación fuera de Matías, pero lo suponía. —¿Sabés sobre nosotros?— preguntó en un susurro, sintiendo la esperanza encenderse sin fundamentos solo por la triste idea de imaginar que él había hablado de ella. —Iván— respondió la otra señalando al castaño que jugaba en el agua junto a Riko y Matías. Bien, así como la esperanza se encendió, se apagó en un segundo. —Ah — No supo qué decir, ni siquiera supo disimular su decepción. —También me dijo que sos buena mina, asique supongo que lo de recién no fue a propósito. —Para nada — respondió rápidamente, mirándola directo a los ojos para que supiera la firmeza de su declaración—. Sólo que… bueno, no sabía… yo… —¿Todavía sentís cosas por él?— preguntó, aunque sonó más a una afirmación. Pilar la miró impactada, sin poder pronunciar una sola palabra, pero tampoco sintiendo que debía negar una verdad por demás evidente. —De todas formas no importa— Al fin pudo murmurar bajando la mirada a sus manos —, se nota que él te ama muchísimo. Te está mirando con cara de pelotudo solo porque vos sonreíste— dijo Pilar riendo suavecito. —Yo también lo amo mucho, aunque me costó aceptarlo — escupió sin dar demasiadas explicaciones. —¿Cómo? —Larga historia. Mejor hablemos de otra cosa, ¿de dónde conocés a Alejo? —Íbamos a la misma escuela, no al mismo curso, pero ya sabés cómo es él, se hace amigo de todo el mundo.¿Vos? —De las peleas — respondió con simpleza. —Bueno, me alegro haber hablado con vos antes de que te enojaras conmigo— bromeó riendo. —Tranquila— dijo poniendo suavemente su mano en el hombro —, no puedo pelear fuera de un ring — susurró arrancando una risa nerviosa en la castaña. Bien, que una peleadora profesional declare aquello no se sentía muy bien. —¡Pilar al agua!— gritó Cristian levantándola por los aires mientras corría hacia la pileta. A lo lejos Pilar escuchó la risa de Ivonne, como también vió la cara de preocupación de Matías. Mierda, él también se acordaba del pánico que tenía al agua profunda. —Por favor, Cris, no — suplicó aferrándose al hombre —. Me da miedo, no sé nadar — continuó rogando. —No te sueltes — susurró él antes de lanzarse al agua. Sintieron el frío líquido envolverlos, vieron las burbujas subir mientras sus cuerpos se hundían, notaron sus músculos tensarse, los de ella aferrándose a él, los de él protegiéndola a ella. Con un impulso de sus pies, Cristian los volvió a sacar a la superficie, notando cómo Pilar se aferraba a su cuello mientras hundía su cara en el huequito del cuello. —No me sueltes — susurró la castaña sin dejar de apretarse contra él. —Jamás podría, princesa — respondió moviéndose a la orilla —. Tranquila, ya te podés agarrar del borde — explicó llevando la mano de la mujer hacia la saliente de cemento. —Me da miedo el agua profunda — dijo mirándolo directo a los ojos, transmitiendo el terror que circulaba por sus venas. —Sé que tenés miedo, pero no te voy a soltar — aseguró sonriendo. —Quiero salir, tengo frío— pidió con su barbilla comenzando a temblar. Bueno, sí tenía frío, pero principalmente tenía miedo, miedo del fondo que no podía sentir con sus pies, miedo de que el agua volviera a devorarla como hacía tantos años, miedo de lo que se comenzaba a despertar en su interior al sentir las fuertes manos de Cristian sostenerla con suavidad por la cintura. —Vamos — susurró él con ternura y comenzó a llevarla a la escalera de salida—. Ya te traigo un toallón— explicó una vez que ambos estuvieron fuera. Pilar se quedó clavada en su lugar, tiritando por las emociones que se arremolinaban en su interior, sintiendo su piel erizarse por la fresca brisa que comenzaba a soplar, estrujado su largo cabello castaño, un poco más rubio en las puntas, para quitar algo del agua que aún caía de él. —¿Estás bien?— la voz de Matías le llegó cargada de preocupación y miedo. No, ahora seguro que no iba a estar bien. —Sí, gracias por preguntar— respondió levantando la mirada para contemplarlo de frente. Dios, era hermoso. —¿Todavía te da miedo el agua?— indagó un poco más aliviado. —Sí— pudo responder antes que el estornudo llegara. —Creo que te vas a resfriar — bromeó dejando escapar una suave risa gruesa. —Cris me fue a buscar… — Y no pudo terminar porque nuevamente otro estornudo llegó. Resulta que el agua, cargada de cloro, de la pileta le había entrado por la nariz y ahora picaba dentro de sus fosas nasales. No, no era tan débil para enfermarse, solo le daba picazón el cloro. —Ahí viene — dijo señalando un punto—, y creo que no está feliz con que hables conmigo. ¿Están juntos?— preguntó sonriendo. Pilar frunció el entrecejo y negó con la cabeza. No, claro que no estaban juntos. —Tomá — dijo Cristian poniendo la suave tela mullida sobre sus hombros, ayudándola a envolverse por completo para luego restregarle brazos con fuerza, buscando darle un poco más de calor con aquel simple acto. —Gracias— respondió con la voz congestionada y un nuevo estornudo llegó. —Creo que se va a enfermar — sentenció Matías señalándola. — Vení— ordenó el morocho —, arriba tengo ropa seca y te podés dar una ducha— explicó comenzando a tirar de ella para que caminara al interior de la casa. No, claro que ni le dedicó una mirada al otro infeliz, él ni siquiera debería estar cerca de Pilar, pero ahí lo tenía, haciendo el papel de buen tipo que se preocupaba por ella. —No es resfrío— explicó ella con esa vocecita tan graciosa —, solo el cloro me hace picar la nariz — indicó rascando su naricita. —Nada, nada. Ahora te bañás y listo, no nos vamos a arriesgar, princesa — dijo abriendo la puerta de una enorme habitación al tiempo que la dejaba pasar al interior—. Acá tenés el baño — indicó abriendo otra puerta que dejaba apreciar el lujoso cuarto de baño —. Ya te traigo ropa limpia — agregó antes de salir y dejarla completamente sola en aquel espacio que derrochaba lujo. —Mierda — murmuró contemplando todo. Sí, si ella llegaba a romper una sola de las cosas que había allí adentro seguro no le alcanzaría la vida para pagarlo. Mucha plata, Cristian y Alejo tenían mucha plata. Un escalofrío la hizo ponerse en acción y abrir el agua caliente para dejarse empapar por ella. Se limpió a conciencia y salió cuando ya consideró excesivo el tiempo que se había tomado. En la habitación, una muda completa de ropa aguardaba sobre la cama. Sonrió al notar que debían ser de Cristian, ya que el estilo del morocho distaba bastante al de su hermano mayor, mientras el Alejo era desestructurado y relajado, el menor mantenía sus prendas excesivamente pulcras. Lo que jamás supo Pilar era la ansiedad de él por verla con sus prendas, la necesidad primitiva de saberla usando su ropa, como si de una señal silenciosa se tratara. —Gracias — dijo en cuanto salió de la habitación y lo vio allí, esperando por ella, aguardando con emoción el momento en que su cuerpo luciera aquella vieja remera y ese pantalón de fútbol. Sabía que debajo de la remera no llevaba nada y, esperaba, que debajo del pantalón estuviese usando su bóxer, aquel que dejó por si ella lo necesitaba. —Tranquila, después te cobro el favor con intereses— respondió despegándose de la pared para comenzar a caminar con ella hacia el exterior, donde la fiesta continuaba en pleno apogeo. —Pensé que era más amable, señor Cristian Martinez — bromeó empujándolo con suavidad. —Soy amable, pero no desaprovecho las oportunidades, princesa — susurró justo antes de llegar a la puerta que les daba, nuevamente, la bienvenida a ese enorme patio con césped prolijamente cuidado y con plantas estratégicamente colocadas. —Espero tu cobro, entonces — dijo sintiéndose repentinamente valiente. Es que necesitaba empujarse a avanzar, no podía seguir atada a un hombre que, por más bueno y tierno que fuera, no le correspondía a sus sentimientos. Era momento de avanzar, de utilizar esa nueva energía que la recorría para caminar hacia el futuro. Hace años estaba sola, hace años que no se daba una oportunidad con nadie, por lo que practicar sus respuestas con alguien inalcanzable no le pareció mala mala idea, después de todo Cristian jamás la miraría en serio a ella, a una mina que viajaba en bondi porque no le alcanzaba para nada mejor y que, con muchísimo esfuerzo, estaba ahorrando para comprarse una bicicleta que le ahorraría aquellos pasajes de colectivo. Sí, Cristian no miraría en su dirección, sólo le gustaba chamuyar con cualquiera, pero a la hora de la verdad elegía a las chicas bien, las que tenían dólares en sus tarjetas y cuentas del banco, las que vestían de marcas que solo conseguían en los locales más caros de Mendoza o eran traídos desde el exterior. Él siempre se dejaba ver con chicas que manejaban Audi o Mercedes y no, no de los padres, autos que estaban a nombre de ellas, autos que Pilar jamás tendría. Sonrió al imaginarse en una cita con él, en la cara de espanto que pondrían los comensales de aquellos carísimos restaurantes a los que iba, cuando la vieran sin ropa de diseñador. Sí, sería entretenido saber que jamás sabría cómo se usaban los miles de cubiertos que colocaban en las mesas, aunque sí conocía de los distintos tipos de tazas para las distintas bebidas calientes o frías que servían a la mediatarde. Bueno, por lo menos su trabajo le enseñaba algo. Sonrió y caminó directo hacia donde estaban Gastón y Emma, el primero muy enojado, la segunda demasiado divertida. —Mirá quién trae ropa nueva — exclamó Emma mientras reía. Pilar dio una vueltita sobre su pie derecho, mostrando su atuendo completo, y rió con ganas. —Por lo menos no me va a dar neumonía— dijo llegando junto al par —.¿Por qué parece que Rodrigo va a matar a alguien? —indagó mirando en dirección al nombrado, notando los ojos del sujeto clavados en Gastón quien se mantenía completamente concentrado en Emanuel y el castaño que le hablaba sin parar desde que pusieron un pie dentro de la quinta. —Dejalo que se mate — desestimó Emma el asunto y se metieron en una charla más interesante, después de todo ambas sabían de la nueva fecha que había programado aquella banda de música que tanto amaban.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD