Capítulo 5

1524 Words
—¡Hasta que llegaste!— gritó Pedro —. ¿Dónde mierda estabas? Ely me dijo que estabas con una minita en la pile, pero cuando salí no estabas — explicó el pibe y Cristian desvió su mirada hacia Tomás. Bueno, su otro amigo sabía exactamente a qué minita se refería y por qué Pedro no tenía idea de quién era. —¿Acaso sos mi novio que te tengo que dar explicaciones?— preguntó dejándose caer en la enorme cama. —Que pelotudo. No, solamente que dijiste que ibas a tu tía y al final estabas con una flaca. —Fui a mi tía, después arreglé con una mina para venir a casa y, nada, acabo de volver de llevarla a la suya — explicó casi desinteresado. —Bueno, no importa— interrumpió Tomás cambiando de tema —. Pedro dice que se van para el dique, que si queremos ir. —Nah — respondió Cristian sabiendo que su rubio amigo le haría el aguante —, es una cagada ir. —Dale, no seas pija, vamos — insistió el otro. —No jodás, sabés que no me gusta ir, me cagó de frío y los mosquitos me pican hasta el culo — dijo con mal humor. —Además seguro que van los hippies esos que no ponen un mango y nosotros terminamos pagando la birra y el porro — agregó Tomás dándole una mirada significativa a su amigo. No era mentira aquello que había dicho, pero estaba seguro que no era por eso que Cristian se negaba. —Bue, que pijas son. Me voy porque sino vamos a llegar re tarde, pero ustedes, par de viejos de mierda, espero que se pudran del aburrimiento— dijo y salió del enorme cuarto. —Ahora decime por qué nos negamos — exigió Tomás mientras se acomodaba mejor en el puf del piso. —Me dio bola, al fin me dio bola, no la voy a cagar por una salida de mierda. —Me alegro por vos, pero sabés que no vas a poder negarte siempre. ¿Qué vas a hacer cuando ya no te queden excusas? Sabes que éstos— dijo refiriéndose al resto de sus amigos — tienen jodas todos los días, hasta dos o tres opciones a la vez. —No sé, Tomy, déjame disfrutar un ratito de que por fin se me dio — gruñó con mal humor. —Bueno, mal amigo, me alegro por vos pero tengo que cagarte la noche porque mi situación está peor que nunca y necesito alguien que me escuche — pidió sentándose al lado de su amigo. Que Tomás pidiera aquello era porque la situación lo comenzaba a sobrepasar, sino casi no largaba ni una pista de lo que sucedía en su cabeza. Cristian lo conocía de toda la vida, por eso podía leerlo sin que le dijera ni una palabra, pero ni así lograba saber directo de su boca lo que pasaba con él. ——————————— Llegó al trabajo con una sonrisa boba en los labios y demasiada energía para ser un martes de espantoso calor. Alejo sonrió al verla y continuó contando el efectivo de la caja. —Hola, jefe del espanto — saludó a su amigo con un beso en la mejilla. —Hola, mala amiga — respondió sonriendo de costado. Pilar se pasó el n***o delantal por la cabeza y lo miró con el ceño fruncido. —¿Qué hice ahora?— indagó atándose la prenda en la espalda baja. —Ely dijo que una chica, de pelo castaño y muy bonita, había estado toda la tarde con mi hermano en la pileta de casa. ¿Te suena? Las mejillas coloradas de la mujer fueron respuesta suficiente. Sí, claro que le sonaba. —Parece que Ely se confundió de carrera, debería ser espía más que empleada. —Sí, sí. Ahora, ¿qué onda con mi hermano?— preguntó apoyando los codos en la barra de madera oscura en donde se exhibían distintas tortas y tartas. —Nada, Ale, es como que… Como que nos estamos viendo, pero nada más— dijo quitándole peso al asunto. —¿Nada más? — preguntó levantando una ceja. Pilar no era de relaciones casuales y aquella explicación no era para nada convincente. —No hemos establecido nada. Recién nos hemos visto un par de veces, y no ha pasado nada más que unos besos — Bueno, eso era raro para ser Cristian de quien hablaban, pero luego se encargaría de su hermano —. No le demos más importancia de la que tiene por ahora, simplemente nos gustamos, pero hasta ahí es todo lo que puedo asegurar — explicó tomando una pequeña libreta y comenzando a caminar hacia el exterior en donde, en una de las mesitas, se sentaban unos señores muy amables. Bueno, tal vez para su hermano si era solo una mina que le gustara y nada más, pero no le agradaba la idea de que él fuese a jugar con su amiga. Alejo realmente adoraba a Pilar y, luego de verla sufrir tantos años por culpa de Matías, no tenía ganas de que su propio hermano le diera esperanzas de algo que no iba a pasar de una simple relación casual. Mejor hablaba cuanto antes con Cristian y dejaba bien en claro su postura en cuanto a esto. Terminó sus tareas en el café y volvió a casa, luego pasaría por los restaurantes. No se extrañó al escuchar bullicio en el patio y mucho menos ver unas cuantas personas ocupando los enormes sillones de la sala. Cristian parecía no poder ser capaz de pasar un jodido día sin alguna extraña fiesta o reunión donde sobraban las drogas y faltaba la ropa. Lo vio hablando con Pedro y Martín y caminó directo hacia él. Con su peor cara de hermano mayor le hizo una seña para que lo siguiera a la oficina de su madre. —Otra vez, Cristian — gruñó enojado. Su hermano bufó con fastidio y se revolvió el cabello. —Ya se van, cayeron sin que los invitara. —Me chupa un huevo, siempre estás de joda en joda — reclamó enojado. —Sí, ¿y? — preguntó sintiendo el enojo comenzar a bullir en su interior. —¿Y? ¿Acaso Pilar sabe de esto? ¿Ella está al tanto de que, mientras ella labura, vos estás de joda chupando y fumando porro? — indagó señalándolo con su dedo índice. —No te metás en eso, no te metás porque no sabés nada — respondió con bronca. —¿Qué no me meta? Es mi amiga, pelotudo, ¿cómo carajo querés que no me meta? — gritó. —No sabés nada, Alejo, me estás juzgando y ni sabés qué me pasa con ella, qué siento — respondió señalándose el pecho. —Bueno, decime — exigió apoyándose en el enorme escritorio de madera negra —. ¿Qué te pasa con ella? — indagó cruzando los brazos por sobre el pecho. —¡Cristian! — El grito de Martín los hizo mirar por el enorme ventanal —. Ya nos vamos, te dejo los hongos en el frasco— explicó levantando el objeto para luego depositarlo la amplia mesa de vidrio del patio, esa que estaba justo debajo de una linda carpa marrón que la protegía del sol. —Sos un pelotudo— gruñó Alejo antes de salir de la oficina y dejarlo aún más enfadado. Bueno, no pensaba usar esos hongos, no ahora que estaba con Pilar, pero, al parecer, su hermano estaba seguro que sí lo haría. Mierda… ———————— —Princesa — dijo en cuanto atendió la llamada. —Perdón pero te voy a tener que cancelar lo de hoy. Resulta que mis viejos habían organizado una cena con unos amigos y vienen todos a casa. —Pucha, bueno, no te hagas drama — respondió sintiendo esa punzada en el pecho al saber que no la vería hasta el día siguiente. —Por suerte mañana me toca en la tarde en el café, sino me caería del sueño — bromeó tratando de sentirse menos culpable. —¿O sea que no nos vamos a ver hasta la noche? — indagó sonando un poquito desesperado. Mierda, si un par de horas sin besarla era una tortura, no quería saber qué haría sin probarla por un día completo. —Sí, perdón— repitió sintiéndose terrible. —No pasa nada, no es tu culpa, princesa. Mierda, te voy a extrañar como loco — aseguró revolviéndose el cabello y caminando por el borde de la pileta. —Sos un tierno — respondió sonriente. —Vos me hacés un tierno. —Bueno, niño rico, me voy que tu hermano me está mirando con cara de pocos amigos. Te escribo más tarde. —Dale, princesa, espero tu mensaje — dijo terminando la llamada —. Ay, Pilar, ¿qué carajo me hiciste?— preguntó al viento dejando que esa sonrisa, la que se había convertido en su fiel compañera, se le volviera a instalar en el rostro.
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