| El tormento pelirrojo del sacerdote |

2872 Words
Alexander Veo cómo Clementina sale despavorida de mi rectoría, quizá me sobrepasé con mi tono y el cómo la eché de aquí, pero es que…maldición, mi erección estaba torturándome igual que ella con sus dagas como ojos. Trago la sequedad de mi boca y noto mi respiración inflando mi pecho. Camino de un lado a otro dentro del lugar, pero solo puedo pensar en todo lo que pude hacerle al tenerla sola para mí. Sus pezones rosados se marcaban a través de la tela mostrándome sus pechos redondos y turgentes, quería ver cómo rebotaban para mí mientras ella me cabalgaba…Dios mío. ─Ruega por nosotros, pecadores… ─murmuro rezando por mis pensamientos. Cierro los ojos con fuerza sintiendo cómo mi polla palpita debajo de la sotana. Su cabello rojizo como el puto infierno aparece en mi mente y me lanzo en la silla detrás del escritorio. Mis latidos son torturadores «¿Corromperme? ¡¿Ella quiere corromperme?!» Exclaman mis pensamientos. Abro los ojos mirando la mano con la que la toqué…sentí algo que recorrió todo mi cuerpo. Desearía acallar su insolencia con mi pene en su boca ¿Sabrá cómo recibirlo? Con su lengua ardiente recorriéndolo y luego…abrir sus piernas para posarme en el infierno que tiene de coño. ─Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén ─sigo con el rezo, aprieto mis puños encima de las rodillas. Nunca nadie me había hecho siquiera imaginar que me masturbo por una mujer; antes simplemente las hacía mía sin más. Ahora aparece esta chica endemoniada que quiere tentar al sacerdote. Siento mucha rabia e impotencia, porque en sus putos sueños caeré menos voy a tocarme pensando en ella. «Primero tengo que ver cómo me deshago de esta erección que está cómo una roca dolorosa» Espero que ella…no se haya dado cuenta. «Clementina demonia Quinn, así se llamará en mis pensamientos de ahora en adelante» pienso como un idiota. Me meto al baño a refrescarme con agua helada para calmar la excitación, suelto un resoplido viendo mi reflejo, sin saber en dónde mierda he caído. Me han asignado como prueba esta iglesia en un remoto pueblo que el diablo dejó a sus anchas y en donde vive la mayor de las tentaciones con su cabello de fuego. «Maldición, deja de pensar en ella» golpeo el lavamanos y de repente, escucho el golpeteo de la puerta de la rectoría. Seco mis manos y mi nuca que sigue echando vapor. Paso saliva y me acomodo la sotana irguiendo mi espalda. «Lucille, dame la fuerza que necesito» Abro la puerta encontrándome con el rostro de Arturo Bonatte, él me mira apenado y sé que ha venido en nombre de su nueva ahijada. ─Pase adelante, señor Bonatte. ─Le invito a entrar y él lo hace. Suspiro pasando mis manos por mis muslos. ─Padre Cipriano, lamento mucho lo que sucedió con Clementina…he venido a disculparme con usted ─dice sin tomar asiento. ─No se preocupe. ─Ella necesita el camino de Dios, como lo ha podido notar ─expresa «Necesita un puto exorcismo» pienso aclarando mi garganta. ─Le he pedido que rece, es lo que tiene que comenzar a hacer. ─Me encargaré de que cumpla con ello, se lo prometo. Niego con la cabeza. ─El amor a Dios no se fuerza, ella tendrá que encontrar su camino por si solo ─digo «Y lejos de mí» ─Necesita un guía, ha pasado por mucho…una vida muy difícil, y tan solo es una jovencita de veinticinco años, por favor, Padre, acéptela como discípula de la iglesia, trabajará aquí algunos días si lo desea, ayudará con la congregación a renovar el templo de Dios. Se lo suplico ─dice muy efusivo como si quisiera deshacerse de ella y lanzármela a mí para que la “salve” de sus pecados. Sé que no puedo maldecir, pero, maldición, el negarme a tenerla en la iglesia sería muy mal visto. Espera…¿Tiene veinticinco? Estaba fantaseando con una chica a la que le llevo diez años. «Diez avemarías por eso» Aprieto una mueca en las comisuras. ─Por supuesto, Arturo, es bienvenida a la casa de Dios ─expreso sentenciándome. ─¡Muchas gracias, Padre Cipriano! Dios le bendiga ─dice tomando mis manos para pegar su frente de ellas─. Sé que a los sacerdotes se les permite beber una que otra cerveza, quiero invitarle a mi bar, la casa invita ─acota y abro los ojos con sorpresa. Ciertamente no me vendría mal. ─Muchas gracias, ahí estaré ─comento con decencia. Él sonríe animado caminando hacia la salida de la rectoría. ─Clementina es una buena chica, pero su vida ha sido un infierno y solo está acostumbrada a eso ─menciona llamando mi atención, arrugo mi cejo. ─Disculpe…que lo pregunte, pero ¿Ella recibió alguna operación del corazón? Lo digo por su… ─Sí, es una paciente trasplantada, por eso cuido también mucho de ella. Nunca se sabe cuándo ese nuevo corazón comenzará a rechazar a su nuevo dueño ─interviene rápidamente. Asiento con mi cabeza sorprendido. «Tan joven y ya ha tenido dos corazones» ─Dios le bendiga, Arturo. ─Amén, Padre. ─Termina de irse y puedo soltar el aire retenido. ¿Ahora qué haré con la tentación acechándome? Perderé la cordura y mis demonios saldrán a danzar…esto es lo que temía que sucediera, no hay nada que puedas retener menos cuando antes he sido un pecador. Me coloco de rodillas al frente del altar en la rectoría y comienzo a rezar mis avemarías para tratar de limpiar mis pensamientos insanos. ** Clementina Espero dentro de la camioneta verde menta de Arturo, mi trasero se congela del frío a pesar de que me dio un suéter para que me cubriera mejor. Espero que no se esté disculpando por mí o me esté vendiendo a la iglesia. Ruedo los ojos, y le veo salir encaminándose hacia la camioneta, lleva una sonrisa en sus comisuras que me confunde. Sube y enciende el motor. ─¿Por cuánto me vendiste? Espero que haya sido una fortuna ─espeto con sarcasmo. ─Trabajarás en la iglesia medio tiempo, como discípula ─anuncia sin más, abro mis ojos con sobresalto y mi mandíbula se descoloca. ─¡¿Qué?! ─Exclamo de forma aguda que hasta los pájaros salieron volando. ─Como escuchaste, niña. Realmente necesitas a Dios y el sacerdote perdonó tu comportamiento aceptándote en la iglesia. ─Lo de venderme era broma, no puedes hacerme esto ─digo a punto de salir corriendo. ─Sí puedo, eres ahora mi ahijada y tengo que cuidar de ti. Mira el lado bueno, te busqué un pasatiempo nuevo ─dice colocando en curso la camioneta, me hundo en el asiento. ─Se incendiará esa iglesia y será tu culpa ─murmuro, odio que me impongan cosas, y más la religión, la última persona que lo intentó…está muerta. ─No, porque no eres el diablo o algo parecido. Entorno mis ojos en él. ─¿Cómo estás tan seguro de eso? ─Pregunto encarando sus ojos oscuros. ─Solo estoy seguro, niñita ─espeta manejando hacia el bar. Resoplo y me resigno. ─Pero, será a mi modo ─advierto llamando su atención. ─¿De qué otro modo sería? ─Dice divertido provocándome una sonrisa. Él alborota mi cabello humedecido y me inclino hacia Arturo para que me de un beso en la frente, se convirtió en un padre para mí, el que nunca tuve antes. ─Necesitaré que las chicas y tú quiten todo lo…ofensivo del bar, el sacerdote podría visitarnos hoy ─anuncia de repente. ─¿Los sacerdotes pueden beber alcohol? ─Pestañeo sorprendida. ─Sí, ya que, pero nada en exceso ─menciona y me quedo pensativa en el cómo será volver a verle tan pronto luego de que me echó de la iglesia enfurecido. ** Cuando llegamos al bar Nicole y Vane me miran sorprendidas y un poco preocupadas por mi aspecto. ─¿Casi te ahogas en el agua bendita o qué? ─Pregunta Nicole burlándose de mí. ─Muy chistosa, deberías de ser comediante ─espeto, Vane se acerca a mí abrazándome. ─Mi pobre pecaminosa ─murmura provocándome una carcajada. ─Chicas, préstenme atención ─Llama Arturo y las tres le miramos incluso Jack; el cocinero del bar quien me guiña un ojo. Siempre ha sido muy bueno conmigo, a pesar de que rechacé una cita de su parte. Nicole y Vane se ponen a mis costados entrelazando mis brazos. ─El bar recibirá a un invitado importante, así que, tendremos más control con los borrachos del bar, nada de bailar sobre las barras y corear canciones subidas de tono…esto va para Clementina ─dice mirándome─. Nada de disfraces hoy, usarán sus uniformes ─agrega. ─Aburrido ─murmuro sacándole la lengua. ─¡Sí, buh, aburrido! ─Corea Vane hacia Arturo. ─Cálmense, solo será por una noche. ─¿Recibiremos al Papa? ─Pregunta Jack riéndose. ─Al sacerdote del pueblo. ─Ah… ─Jack se coloca el trapo en el hombre y vuelve a meterse en la cocina, suelto una carcajada por eso. ─¿Quedó todo claro? ─¡Sí, señor! ─Gritamos al unísono. Arturo niega con la cabeza suavizándose las sienes. ─Ustedes harán que envejezca más rápido ─declara y aprieto una sonrisa. Nicole y Vane me siguen cuando camino hacia la cocina para robarme una porción de papas fritas. ─¿Nos dirás por qué estás tan callada? ─Pregunta Nicole. Les encaro entornando mis ojos. ─¿Lo estoy? ─Sí, sí que estás rara. Ya mismo a la casa ─dice Vane sosteniendo mi mano para sacarme del bar. ─¡Espera, mis papitas! ─Digo, pero ella me arrastra hacia nuestra casa; que está justo arriba del bar. Cuando subimos a la casa, ellas cierran la puerta y me lanzan al sillón en una especie de intervención que suelen hacerme…muy recurrente. ─¿Le ves algo raro? ─Le pregunta Nicole a Vane, mientras me examinan. ─Sigo siendo yo ─reitero. ─Pensé que tendríamos malas noticias, o que el sacerdote te haría un exorcismo ─menciona la morena. ─Algo peor ─digo llamando la atención de ambas─. No pude seducir al sacerdote y ahora parece odiarme más, lo peor es que tendré que trabajar en la iglesia ─agrego y ellas se ríen por mis desgracias. ─¿Tú, trabajar en la iglesia? Sí que eres chistosa. ─Es verdad, Arturo me traicionó ─murmuro levantándome del sillón, camino hacia la cocina hurgando el refrigerador, saco una caja de pizza y tomo un trozo dándole unos mordiscos. Mi apetito nunca ha sido algo pequeño, gracias a eso tengo curvas. Nicole se dispone a colocarse detrás de la máquina de coser, pues ella es quien crea nuestros atuendos para el bar, mientras que Vanessa sostiene mi mano dándome una sonrisa. Su cabello color rubí resalta más su piel de porcelana y sus ojos azules. ─Estarás bien, si Arturo lo hizo es por tu bien, todos te amamos ─dice y suelto un suspiro. ─La arpía de Samantha estaba bautizándose también ─anuncia de repente. Nicole levanta su mirada y Vane abre sus ojos. ─¿Otra vez? ─Sí, al parecer escuchó el rumor de que me bautizaría el nuevo sacerdote que quiso hacerlo de nuevo, también insinuó que quiere casarse con él ¡Hija de perra! ─Digo algo enfurecida─. Ese sacerdote es mío ─gruño engullendo la pizza fría. ─La hija del alcalde queriendo casarse con el sacerdote guapo, era de esperarse. Clem, no empieces una guerra ─advierte Nicole. ─¿Y dejárselo en bandeja de plata? ¡Jamás! Ahora en más tengo que aumentar mi artillería ─manifiesto con un resoplo. ─Traeré el agua bendita ─propone Nicole. ─Yo el crucifijo ─agrega Vane; ambas burlándose de mí. Sacudo mis manos y me sirvo un poco de agua en un vaso luego de mirarlas de forma molesta. Vane se me acerca por la espalda y coloca su mentón en mi hombro─. Te ayudaremos ─comenta sorprendiéndome. Me doy la vuelta y le miro. ─¿Sí lo haremos? ─Pregunta desconcertada Nicole. ─Sí, además, será divertido ver cómo frustras a la zorra de Samantha ─comenta Vane. ─¡Las amo! ─Salto abrazándola─. Tengo una idea ─agrego mirándolas. ─Dilo, pelirroja ─alienta Nicole con una sonrisa. Lleno mis pulmones de aire y pienso en la cara que pondrá Alexander Cipriano esta noche. ** Alexander Termino de escribir parte de mi homilía para la próxima misa, reviso el presupuesto de la iglesia y el registro de las ayudas que recibe, también anoto a Clementina como mi ayudante…me tiembla la mano de solo hacerlo. Pero le di mi palabra a ese hombre; que buena jugada. Me levanto de la silla para irme a la casa donde me estoy quedando, cerca de la iglesia, aunque también puedo dormir en la rectoría. Camino para cambiarme de ropa quitándome el alzacuellos que miro después de dejarlo en la mesa de noche «Mis votos no serán corrompidos» Luego de colocarme una camisa azabache y un pantalón a juego, arremango mis mangas, pero igual cubro mis tatuajes del hombro derecho que es un firme recuerdo a quién fui en el pasado. Mi celular suena y lo atiendo. ─Hijo ─pronuncia mi padre, algo cansado. ─Padre, ¿te sientes bien? ─Pregunto preocupado. ─Sí…solo que la empresa ha tenido mucha de mi atención, quisiera retirarme. Pero, no te llamé para eso, quiero saber de ti ¿Cómo te recibió ese pueblo? ─Cuestiona. ─Bien, todo es nuevo para mí. De igual manera estoy para dirigir la iglesia como indica Dios. ─Eres un buen hombre, Alex, siempre lo has sido, antes y después del sacerdocio. ─Padre… ─La religión no sanará tus heridas internas, solo las mantendrá “silenciadas” hasta que no puedas más ─interrumpe. Suelto un resoplido porque él tiene razón. ─¿Quieres ayuda para una nueva arma? Estaba pensando en un dispositivo de rastreo que se accione en cuanto visualice al objetivo ─propongo cambiando de tema. Mi padre es un genio e ingeniero mecánico y algo de él se me heredó como el amor por la tecnología y las armas; cosa que Dios no aprueba. Tiene una empresa exitosa de tecnología billonaria y de armas, que trabaja de lado con el gobierno de los Estados Unidos, también estudié ingeniería mecánica hasta que me descarrilé por amor a las mujeres, las fiestas y el alcohol. ─Buen cambio de tema ─dice riéndose─. ¿Por qué no me visitas y lo creas tú mismo? Al presidente le encantará ─agrega. ─Pronto, padre. ¿Nick está siendo útil? ─Es un buen muchacho, pero, no eres tú. Tú eres mi hijo ─dice con un tono nostálgico─. Te necesito aquí para que estés presente en mi nueva etapa con Cecilia. ─Recuerdo que él está comprometido con una mujer más joven que él…mucho. ─Claro, padre. Tengo que colgar, te amo, viejo ─digo viendo la hora en el reloj de mi muñeca. ─Te amo, hijo ─menciona y cuelgo la llamada junto a un resoplido. ** Llego al bar del pueblo; realmente no es el único, pero sí el más famoso. Los demás son Pub o clubes un poco más actualizados para ser de un pueblo. El letrero con luces muestra el nombre del bar: “Muriel” ─Padre Cipriano, cumplió su palabra ─comenta Arturo llegando también al bar, pero sostiene una caja de refrigeración en sus manos. Le ofrezco mi ayuda a lo que él acepta de inmediato─. Es la mejor carne del pueblo, es de las vacas de la granja de Sabrina, con ella hacemos las hamburguesas del bar…son las favoritas si deseas probarla ─dice algo emocionado. ─Sería un honor, hoy solo vengo como Alexander, no quisiera que las personas dejaran de comportarse como son por mi presencia, no tengo el alzacuellos ─digo y él me da un asentimiento. ─¿Entramos? Estuve buscando mercancía y no sé cómo han estado controlando el bar, aunque confío en mis chicos, suelen descarrilarse ─comenta sonriente y le sigo sosteniendo la pesada caja. Cuando entramos al bar la música es un poco alta pero el ambiente parece tranquilo con algunas personas en las mesas bebiendo y conversando. Un chico alto, delgado y con el cabello oscuro me recibe la caja. ─Padre Cipriano, él es Jack Ferrer, el cocinero del bar ─Nos presenta y solo nos damos un asentimiento y un apretón de manos─. Toma asiento ¿Una cebada de la casa? ─Propone. ─Estaría bien, gracias, Arturo ─comento sentándome en uno de los bancos de la barra del bar. Ellos se retiran y veo las fotografías en la pared donde se muestra a la pelirroja endemoniada sonriendo y haciendo caras en casi todas. «Es hermosa, de eso no hay duda, pero el diablo era un ángel precioso» pienso. Arturo coloca la cebada fría al frente de mí. ─Gracias ─digo dándole un sorbo. Súbitamente; la música cambia abruptamente a una mezcla rara de una canción religiosa con un poco de electrónica y…aparece mi tormento disfrazado de monja sexy junto a dos chicas más; una de cabello rojo carmesí y una morena. Sin poder evitarlo; escupo la cebada ahogándome con ella en cuanto la pelirroja se posa encima de la barra recibiendo vitoreo. ─¡Clementina Quinn! ─Exclama molesto Arturo. Ella parece lanzarle un beso y se inclina hacia mí mostrándome sus piernas cubiertas de una malla con huecos y trae un escote apretado que me enseña con descaro sus senos. Lleva tintado sus labios de rojo y solo puedo imaginarme besándolos mientras le arranco la ropa y la embisto con furia contra la barra del bar, enseñándole que, si quiere corromper al sacerdote, tendrá que recibir los castigos del mismo. «Dios mío»
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