Hurgo en mi armario lanzando las cosas detrás de mí sin percatarme de que Vanessa estaba detrás.
─¿Ahora qué mosco te picó? ─Pregunta quitándose de encima la ropa que le he lanzado. Suelto un resoplido.
─Estoy buscando el vestido azul que me compré la semana pasada, ese que es medio transparente ─murmuro sin detener mi búsqueda.
─Mejor ni pregunto, seguramente es una de tus locuras, creo que no te hizo bien ir a la iglesia ─dice burlándose de mí. Giro mi rostro encarándola.
─Tengo un bautismo ─anuncio y ella se ahoga en un tosido.
─¡¿Qué?!
─Pareciera que realmente soy un demonio por cómo actúas, me bautizará el nuevo sacerdote ─digo moviendo mis cejas.
Vane se acerca a mí con sus ojos azules brillantes, sostiene mis hombros batiéndome.
─¡Estás loca! ─Exclama provocándome una sonrisa.
─Ustedes me retaron y haré que él rompa sus votos, además creo que sí tenían razón…está demasiado irresistible ─digo ignorando su rostro en estado de impacto.
─Solo estábamos jugando, Clem. ¡No queremos que te conviertas en católica por ese sacerdote!
─Yo no estoy jugando, cuando algo se me cruza en el camino y llama mi atención; lo tomo cómo mío ─digo y sus ojos se abren con sobresalto.
─En definitiva pasaste mucho tiempo con ese mafioso, porque la vida normal no es así, Clementina, ¿cómo es posible que ese sacerdote acepte bautizarte?
Oculto mis labios desviando la vista.
─Arturo me apoyó ─murmuro.
─¡Todos están locos! ─Exclama y sonrío.
─Deberías de venir, verás cómo renaceré como otra mujer al salir del agua.
─Espera, ¿por qué buscas ese vestido transparente? ─Pregunta indagando.
─Ya te dije; voy a bautizarme ─digo─. Y no llevaré nada debajo ─menciono rápidamente.
Vane se sostiene la cabeza.
─No necesito ver cómo vuelves loco a ese sujeto, pobre de él, que se ha cruzado en el camino de Clementina Quinn ─dice y se acerca a mí, sostiene mi rostro besando mi frente─. Mi mejor amiga ha perdido la cabeza ─agrega.
─Ayúdame a buscar el vestido, Alexander Cipriano me espera.
─¿Ahora le llamas por su nombre?
─Sí, porque el llamarle: Padre Cipriano, me pone muy caliente ─suelto con un tono sarcástico.
─Nicole tiene que saber esto ─dice buscando conmigo el vestido.
─Haré que el padrecito vaya al bar, podremos disfrazarnos de monjitas para darle una bienvenida calurosa ─propongo jocosa, ella me mira para reírse.
─Dile que también trabajas para Dios ─propone, le miro sorprendida─. ¡Es broma, Clem! ─espeta, pero es tarde.
Alzo el vestido encontrándolo y celebro con ella saltando en un baile tonto que solemos hacer.
─Deja un poco de “demonio” en tu interior, me cae bien esa Clem ─dice a mi espalda.
─Estoy segura que se quedará en mí ─digo guiñándole el ojo y corro fuera de la habitación.
Vanessa, Nicole y yo compartimos casa, suele ser un caos, pero ellas y Arturo son lo que más amo en este pueblo, me han ayudado a volver a iniciar mi vida sin que el recuerdo de Alfa me persiga; aunque muchas veces invade mis pensamientos.
Niego con la cabeza y corro al baño para darme una ducha rápida. Al salir me coloco el vestido y desmaquillándome, veo los tatuajes que marcan mi piel y que gritan: Lucian Blood por todo mi cuerpo. Maldigo en mi interior por ese pensamiento y salgo del baño, detengo mis pies cuando veo a Nicole y a Vanessa esperándome fuera.
─No me van a detener ─advierto.
─Ni lo iba a intentar ─dice Nicole riéndose y Vane le golpea el hombro «Vane es la más consciente de las tres»─. Dice que quieres corromper al sacerdote, espero entiendas que si las personas del pueblo se enteran o las viejas chismosas; te quemarán en la hoguera como a una bruja y a él lo excomulgarán de la iglesia ─agrega más seria.
Ruedo los ojos.
─Nadie se enterará, además, no sé si le guste. Solo…veré hasta dónde llega. ─Encojo mis hombros sin saber si podré detenerme en algún punto.
─¿Tanto te gustó? Sabemos que tú les gustas a todos ─pregunta Vane.
─¿Gustarme a mí? Puff, que tontería. Es posible que me odie, lo noté en su mirada ─murmuro arrugando mi cejo y recuerdo cómo me miró con desprecio mientras resoplaba.
─Clementina Quinn ¡Te gustó ese hombre de Dios! ─Exclama Nicole.
Le siseo para que baje la voz.
─Solo…me pareció muy sexy y ya, será como una aventura en este pueblo aburrido.
─Clem, una aventura es ir al bosque a acampar, subir una montaña o robarle ropa a Nicole de su armario, no seducir al sacerdote ─menciona Vane.
─¡Oye! ─Suelta Nicole.
─Lo siento, es que tienes ropa muy linda ─dice Vanessa.
─Tiene razón en eso y están exagerando, pensé que estábamos las tres juntas en esto.
─¡Lo estamos! Por eso queremos saber cuándo detenerte ─dice preocupada Nicole.
Tomo una bocanada de aire.
─¿Si les digo, me dejarán ir de una vez por todas?
─Sí ─responden al unísono.
─Deténganme cuando todo se salga de control; no quiero que me quemen en la hoguera por corromper al sacerdote sin que valga la pena ─digo caminando a la puerta.
─¿A qué te refieres con: “sin que valga la pena”? ─Pregunta Vane. Remojo mis labios.
─Si me van a quemar; primero tengo que pecar ¿Cierto? ─Digo y a Vane parece que le dará algo mientras que Nicole ríe.
─¡Tú puedes, Clem! ─Vitorea la morena enojando a Vane, quien actúa como la madre de ambas. Le lanzo un beso a las dos y salgo corriendo en mis tenis sucios de barro.
Mi corazón palpita con fuerza, mientras llamo la atención de las personas del pueblo, al ver que me dirijo hacia la iglesia en un vestido azul un poco largo, mientras mi cabello rojizo se alborota con el viento y siento el frescor de la brisa que traspasa la tela del vestido y eriza mis pezones sin nada que los cubra.
Llego a la iglesia, y cruzo las puertas que se encontraban cerradas. Suelto un resoplido notando lo vacía que está. Camino hacia el altar vislumbrando las imágenes religiosas que se presentan ante mí, y trago con dificultad ante la mirada juzgante de Cristo, quien parece leer mis intenciones hacia su querido protegido.
─Tranquilo, no le haré daño ─murmuro hacia él. Entorno mis ojos y arrugo mi cejo─. ¿Puedes dejar de mirarme así? ─Pregunto hacia la estatua.
─Él mira a sus hijos por igual ─pronuncia de repente la voz de Alexander; el sacerdote aparece sobresaltándome.
─Demonios ─farfullo con el pecho agitado─. Digo…disculpa ─reitero rápidamente.
Él parece querer reírse de mí, pero aprieta sus labios y desvía su mirada a la estatua.
─¿Esto no es un poco narcisista Cristo? ¿El venerar una estatua? ─Pregunto con curiosidad. Admirando el semblante del sacerdote; su mandíbula marcada envuelta de barba rubia y esos labios…no se ven nada mal, mientras que sus ojos celestes penetrantes se posan en los míos quitándome el aliento.
─“El que venera una imagen, venera al que en ella está representado” indica en el catecismo, el honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios. No hay narcisismo en el catolicismo, es algo que debes de saber al convertirte y aceptar el amor de Cristo ─expresa llamando mi atención y dejándome sin habla «¿La fe de un hombre puede ser más grande que la tentación?» pienso y ambos nos quedamos en silencio; uno muy incómodo.
─Interesante. ─Solo logro decir. Él esboza una sonrisa ladeada y me desorienta, pestañeo aclarando mi garganta ¿Acaso se está burlando de mí?
─¿Estás lista? ─Pregunta con su voz rasposa que logra eriza mi piel. «Ya es un pecado que este hombre esté en celibato»
Asiento con mi cabeza para seguirle, me guía a los pasillos internos de la inmensa iglesia del pueblo de Knoxville, la verdad, nunca había llegado tan lejos. Siempre pasaba y escuchaba los cantos y las misas del anterior sacerdote, pero seguía de largo. Nunca estuvo en mis pensamientos entrar en la iglesia y menos bautizarme.
─¿Y Arturo? ─Pregunto ya que él; será mi padrino.
─Está con la congregación esperando por ti ─responde serio, volviendo a ser el mismo sacerdote frío de antes─. Samantha Jones también pidió bautizarse por segunda vez y gracias a ti; tengo que aceptar bautizar hasta el perro que quiera hacerlo ─espeta con dureza deteniéndose de golpe para encararme con su rabia.
─Quizá estoy imponiendo una moda, eso es bueno para la iglesia ¿Cierto? ─Digo y él rueda los ojos en ofuscación con solo mi presencia. Me ignora empujando unas puertas que nos muestran una piscina pequeña y subterránea con poca luz─. ¿Está llena de agua bendita? ─Pregunto a lo que él me mira ofendido.
─Está bendecida, si esa es tu pregunta ─espeta.
Arturo se acerca a mí.
─¿Qué llevas puesto, niña? ─Pregunta entre dientes.
─Un lindo vestido.
─Hablo de que te sumergirán al agua con eso.
─Lo sé, en cuanto lo hagan, cúbrete los ojos ─digo y él me mira con desconcierto.
─¿Por qué…lo haría? Dios; Clementina Quinn, no sé qué estás haciendo ─dice y me abro paso viendo a la congregación y a Samantha Jones alias; la arpía del pueblo. Es la hija del alcalde y cree que todo el mundo debería de estar a sus pies.
─Oh, Clemencia.
─Me llamo: Clementina ─gruño hacia ella. Su cabello rubio y ojos verdes predominan con su bata blanca de algodón. Camina hacia mí esbozando una sonrisa petulante.
─Lo que sea…me sorprendió saber que querías bautizarte en catolicismo ¿Qué pretendes? ¿Es por el sacerdote? ─Pregunta y veo a Alexander hablar con la congregación y Arturo.
─¿Tú ya no estás bautizada? No me reflejes tus delirios, Samantha ─digo haciendo ademán de alejarme. Ella me detiene sosteniéndome del brazo con fuerza; casi clavándome sus uñas recién salidas del salón. Hago un mohín encarándole mis ojos.
─Lo vi primero y tú solo eres una mesera de un bar de mal a muerte, una recién llegada a Knoxville que causa más problemas que nada. Todos saben que lo que menos eres es una “hija de Dios” dicen que estás marcada por satanás y no dudo de eso, lo estoy viendo con todos tus tatuajes de criminal ─dice entre dientes, aprieto mis dientes para no partirle la cara y arruinar todo.
Tomo una bocanada de aire y me zafo de su agarre.
─Samantha Jones, ¿acaso me estás insinuando que quieres follarte al sacerdote? Mira que eso sí es un pecado y no sé mucho sobre la religión, pero sé que eso está mal. De verdad sí necesitas a Dios de nuevo en tu corazón ─declaro con ironía a lo que ella tuerce su semblante odiándome.
─No quiero follármelo; él se casará conmigo. Eres una zorra que…
─¿Comenzamos? ─Interrumpe el sacerdote llamándonos.
─Claro que sí, padre ─murmuro acercándome donde están reunidos.
Alexander comienza a decir unas palabras de la biblia, y otras cosas a la que no le presto atención por estar embelesada en él. Sumerge a Samantha en el agua luego de presentar a sus padrinos y las palabras correspondientes…me pica la piel de solo ver cómo él la está sosteniendo y ella lo mira con una sonrisa «No debería de sentir celos» pienso rascándome el brazo de la urticaria que me provocó tal escena.
Ella sale del agua “como hija de Dios” y todos los presentes aplauden, exceptuándome. Samantha ríe dándole las gracias al sacerdote y acariciando su brazo. Trueno mi cuello y me anuncian.
─Recuerda lo que te dije, Arturo ─murmuro quitándome los zapatos para entrar al agua que me llega solo a la cintura. Alexander me ofrece su mano y cuando nuestras manos se tocan, algo se calienta en mí, miro sus ojos penetrantes y mi corazón late con fuerza.
Él comienza a decir las palabras.
─Habiendo sido comisionado por Jesucristo, Clementina Quinn…yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. ─Anuncia.
─Amén ─murmuro casi en un jadeo.
─¿Estás segura de querer a Dios dentro de ti? ─susurra Alexander erizándome la piel. asiento y él me sumerge de inmediato. De repente, las imágenes de mi padrastro ahogándome en la bañera mientras lucho por tomar aire; me invaden, asustándome. Él me ayuda a volver a la superficie, antes de que grite de pánico, pestañeo percatándome de que todo fue una jugada de mi mente y tomo una gran bocanada de aire.
Esbozo una sonrisa de alivio, pero los ojos ardiendo de Alex se posan en mí.
─¡Pero qué descarada! ─Exclama Samantha, señalándome, pues no me había percatado de que mi desnudez salió a relucir. Mis pechos se marcan en la tela traslucida por el agua igual que mis pezones endurecidos y mi tanga de color azabache. Los del congreso apartan sus miradas de mí igual que Arturo.
La única mirada que se posa en mí de manera perpleja es la de Alex. Él me sujeta con fuerza de la mano para sacarme del agua con molestia, me coloca una toalla encima cubriendo mi desnudez y me arrastra fuera del lugar.
─¡Espere! ¿A dónde la lleva? ─Pregunta Arturo, preocupado.
─Hablaré seriamente con su ahijada sobre esto ─gruñe Alex y dejo mi mirada de: “Auxilio” hacia Arturo quien resopla negando con la cabeza.
Alex me saca del área de la piscina llevándome por un pasillo largo hasta llegar a otra puerta que abre con una llave y nos empuja dentro colocándole el seguro. Mi pecho está subiendo y bajando por mis respiraciones que se alteraron por la maratón que me acaba de hacer correr.
─¿Por qué me has traído aquí, hice algo malo? ─Pregunto sabiendo la respuesta.
Él se gira encarándome con sus ojos molestos y noto también su respiración acelerada.
─¿Hiciste algo malo? ¡Sabes bien lo que hiciste! ¿A qué viniste? ¿Qué pretendías apareciendo así? ─Suelta enfurecido sobresaltándome.
Tiro la toalla al suelo y sus pupilas se posan de nuevo en mis pechos, tragando con dificultad.
─Quiero hacerle una pregunta.
─No estás en posición de hacer ninguna pregunta. Tendrás que realizar muchas avemarías por esto.
Remojo mis labios y me dispongo de todas maneras a hacerla: ─Supongo que La cantidad de Avemarías depende del pecado. En ese caso, padre… ¿Cuántas serían por sus pensamientos al verme así? ─Suelto y él me mira con sobresalto cómo si hubiera dicho un montón de obscenidades. Lo piensa un instante y resopla.
─Cuarenta avemarías…
─¿Por qué?
─Eso no te incumbe ─gruñe ahora discutiendo conmigo.
─No sé por qué estás molesto conmigo.
─¿Cómo que no lo sabes? Apareces como un demonio en la puerta de la iglesia pidiendo que te bautice y luego no cubres tu desnudez sabiendo que se te iba a sumergir en el agua ¡Sabes bien el porqué! ─Exclama muy molesto.
─Lo siento ─digo encogiendo mis hombros. Eso parece molestarle más.
Súbitamente, me empuja contra la puerta de lo que se ve como una oficina y posa sus manos a los costados de mi cabeza acorralándome con su gran tamaño e imponencia. Mis latidos explotan con fuerza ante su cercanía y sus ojos intensos mirándome.
─¿Qué buscas hacer conmigo, Clementina Quinn? ─Murmura con ronquez. Trago con dificultad sorprendida por lo que está sucediendo.
─Corromperle, padre ─suelto sin más. Sus ojos me miran sobresaltados y da un paso atrás alejándose, no puedo escuchar lo que murmura, pero se inclina sosteniendo la toalla y me la entrega. Noto que él no es quien pensaba ni el sacerdote que los demás conocen…él oculta algo debajo de esa sotana; algo muy lascivo y oscuro.
─¡Vete de aquí, ya mismo! ─Exclama de repente, me cubro con la toalla y ni pienso replicarle. Abro la puerta y salgo corriendo con mi corazón desbocado y mis mejillas ardiendo cómo otras partes de mi cuerpo.
Entro a lo que parece ser un baño y me encierro en él pegando mi espalda de la puerta, tengo la respiración jadeante y mi coño palpitando enloqueciéndome. No puedo entender lo que está sucediendo conmigo, menos lo que mi corazón está sintiendo. Lo único que sé es que no me detendré, no hasta ver dónde puede llegar su resistencia.