No puedo dejar de verle sorprendida, bajo la mirada a mi aspecto y me percato de lo terrible que debo de verme además de algo asquerosa por mi nariz escurriendo mocos de vez en vez.
─¿Estás…aquí? ¡No me mires! Estoy horrible ─digo cubriéndome con la sábana, él la baja lentamente mostrándome una sonrisa con sus luceros celestes.
─Estás hermosa con todo y tu naricita roja como una fresita ─manifiesta provocándome un suspiro. Él abre la caja de las banditas.
─Alex, todo lo que dije…
─Sé que era mentira ─interrumpe pegándome una bandita en la frente. Pestañeo mirándole con asombro─. Una chica pecaminosa una vez me dijo que las banditas ayudaban a que se sintiera mejor al ver cómo cubrían heridas o moretones ─dice y mis ojos se escuecen «¿Por qué…está haciendo todo esto, por qué es tan l
