Mis latidos se encienden en mi interior mientras que mi cuerpo no sabe lo que está ocurriendo, pues las manos diestras de Alex lo están controlando a la perfección, como si conociera mis puntos desde hace mucho tiempo. Suelto un gimoteo apretado en medio del beso, él se separa de mis labios gruñendo. Sus ojos están oscurecidos, el azul claro en mi gris ahumado, pero los suyos están mostrándome resistencia y deseo. ─Tienes que dejar de meterte en problemas, fresita. Harás que mate a todos ─dice con el timbre profundo de su voz, erizando mi piel y provocando una presión en mi vientre. Paso saliva admirando su semblante; este hombre es un sacrilegio delicioso. ─¿Cómo serían los castigos del sacerdote? Sé que…a las alumnas las azotan, arrodillan y dan latigazos ─pregunto con la voz jadea