Capítulo 4. Tiburón.

1446 Words
“¿Qué…que…que hace él aquí?”. —¿Ella será mi esposa?—Preguntó Adam mientras miraba a Margori, la pobre Margori se sentía tonta, Adam Wexell era un hombre muy atractivo, despampanante, con esos brazos y ese pecho, se veía tan fuerte, se arrepentía de no haberse cuidado, si lo hubiera echo, sería la esposa de ese espécimen. Mientras tanto, Ana quería salir huyendo de verdad. —Sobre eso señor Wexell, ¿Qué le parece si primero se sienta y hablamos al respecto?. —Señor Kullen, tan solo tengo una hora— Informó Adam de mala gana, aún así, jaló una silla y se sentó, su mirada fría y pesada se clavó en la chica frente a él. Ana lo miró fijamente, ¿Por qué se veía tan enojado?, ¿Qué fue lo que ella le dijo?, empezó a sudar frío, en serio tenía que ser una broma. Se frotó las manos y trató de sonreír, pero fue imposible, y en su rostro solo se dibujó una mueca qué fue interpretada como un gesto de desprecio. —Bien, verá, ocurrieron algunos percances en estos días, y estoy realmente apenado con la situación…— Dijo él señor Kullen tratando de no tartamudear. —¿Qué clase de percances?—Preguntó Adam fijando su vista en él. Él señor Kullen empezó a temblar ligeramente. —Mi hija, ella está…embarazada. Adam se quedó en silencio procesando todo, era una mala noticia, eso significaba que había viajado antes desde Nueva York a San Francisco por nada, y ahora tendría que seguir con la siguiente candidata, lo cual le resultaba molesto. Se puso de pie y negó. —Lo veré mañana en la oficina, haré algunos cambios en la empresa— dijo mientras pensaba de que manera iba a castigar al señor Kullen. El señor Kullen se puso de pie tan rápido qué su silla salió volando. —¡Espere!…por favor, tengo una solución, mi sobrina, ella es soltera, sin compromisos, y está dispuesta a ser la mujer perfecta para usted. La mirada tosca de Adam se dirigió a la chica que estaba sonrojada y quien parecía que había visto a la muerte misma. —¿Acaso esta jugando conmigo?—Preguntó Adam sintiéndose un poco usado. El señor Kullen negó con rapidez. —No, para nada, jamás me atrevería a tal cosa. La señora Kullen le lanzó una mirada feroz a Ana, ella tragó saliva y se puso de pie, sus piernas temblaban y sus manos estaban muy frías. —Yo…—Todos la miraron. —Yo, seré una buena esposa. En la mente de Adam, un juego perverso dio inicio al escuchar su voz tan sumisa. Sonrió y su postura tensa, se relajó haciéndolo ver aún más aterrador. —¿Tu?—Preguntó él con un poco de burla, jamás dejaba las cosas a la suerte, pero esta vez, se sintió realmente afortunado. —Antes que nada…le pido disculpas por lo que dije hace un momento— dijo Ana controlando sus ganas de llorar por la vergüenza y su mala suerte. —No creo que estés a mi altura, no si vas peleando con cualquiera qué se te atraviese. Ana apretó los puños y tensó su mandíbula, se repetía así misma qué se quedara callada, pero era imposible, en especial porque ese hombre sonreía de un modo descarado. —Yo no inicié, fue usted el grosero, ¿Y sabe que?, no, no estoy a su altura, porque yo no estoy al mismo nivel qué un hombre tan pedante— Escupió ella directo en la cara del gran Adam, pocas personas se atrevían a decir lo que pensaban de él. Todos se quedaron con la boca abierta mientras qué Ana se sentía orgullosa de si misma. Había tenido una mala impresión desde que chocó con él, ¿Cómo podría casarse con ese hombre?, estaba necesitada, pero no era para tanto. —Lo lamento…, tío, tía, pero jamás me casaré con ese hombre— dijo ella lista para huir de nuevo, por fin se daba cuenta de que era muy buena abandonando las malas situaciones. Pero por otro lado, Adam no iba a permitir ser humillado dos veces en el mismo día. —Detente ahí— Ordenó él al ver que ella se marchaba, aquella orden la hizo detenerse en seco, ni siquiera Ana entendía porque obedecía como si fuera un perro entrenado, se giró para verlo y se congeló al verlo caminar hasta ella. —Si vuelves hablarme así, juro que no voy a perdonarte, ni porque seas mujer. Aquella amenaza la hizo quedarse en blanco, sin saber que responder, ¿Qué iba a hacerle?. —Discúlpate ahora mismo Ana— Ordenó el señor Kullen. Adam la veía fijamente, de cerca era mucho más llamativa, sus ojos, sus labios, él rubor natural de sus mejillas, su mandíbula perfilada y esa nariz perfecta, olía extremadamente bien, por primera vez, él sintió el deseo de tocar a una mujer, las mujeres eran quienes se servían por si solas frente a él, pero Ana, Ana no parecía estar tan dispuesta a complacerlo, más bien parecía que quería golpearlo en serio. —Me casaré contigo, supongo que bastará por ahora— Dijo él de modo desinteresado. —¿Qué?. —Me alegro mucho de que podamos llegar a este acuerdo, mi sobrina esta más que encantada— dijo él señor Kullen muy aliviado. —¿Qué?, no…yo…— tartamudeo Ana. ¿Qué había pasado?. —Felicidades, ya vera señor Wexell que esta unión será muy exitosa. El corazón de Ana latía con fuerza, ¿De que se había perdido?. —¿Acaso no me escuchó?, dije que no me casaré con usted—Repitió ella haciéndose escuchar. Todos la miraron de nuevo, el señor Kullen sonrió apenado y se apresuró a tomarla del brazo. —Nos disculpan un momento, no le haga caso señor Wexell, solo está nerviosa. El señor Kullen la jaló hasta un lugar retirado y la miró con furia. —¿Qué carajos haces?. —No voy a casarme con él, se ve que es un maldito. A pesar de estar retirados, Adam, había dado unos pasos, disimulando ver el estanque de las langostas, podía escuchar un poco la conversación, su curiosidad era mucha y su interés…también. —¿En serio se va a casar con ella señor?, hay otras candidatas disponibles— dijo Emma, la asistente de Adam, la mujer que lo seguía como una sombra. —No hace falta, ella me gusta, y estoy aburrido—Respondió él mientras miraba de reojo la silueta de su futura esposa. Emma no entendía, pero si su jefe quería algo, era por una buena razón. —Te vas a casar con él, o me aseguraré de mandarte a prisión—Demandó el señor Kullen con firmeza. —¿De que habla?. —Sabes que tengo contactos, solo basta hacer una llamada para encerrarte. —Encerrarme ¿Por qué?. —Ana tragó saliva. Negarse no era una opción, evidentemente estaba a merced de la familia Kullen, y por ende a merced de ese desagradable hombre. Adam alzó una ceja y se acercó a su asistente. —Investígala, quiero saber todo de ella, hasta el más mínimo detalle. —Si, señor. Finalmente después de unos minutos, Ana volvió con el ceño fruncido y con una actitud qué no mostraba nada más que su disgusto. —Si voy a casarme con usted señor…Wexell— dijo ella de mala gana. —Ve, se lo dije, solo eran los nervios— dijo él señor Kullen con una sonrisa triunfante. —Bien, empaca tus cosas, esta noche viajamos a Nueva York— dijo Adam sin importarle mucho que ella estuviera obligada a aceptarlo. —¿Qué?, ¿Esta noche?—Preguntó Ana un poco impactada por la noticia. —Si, ahí es donde viviremos, el chofer pasará por ti a las siete, espero que estés lista y no retrases el vuelo, si lo perdemos, voy a estar muy enojado, y créeme, no quieres verme enojado. ¿Cómo?, ¿Cómo un hombre tan guapo y tan elegante podía ser tan déspota?, Ana quería gritarle a la cara y pisarle un pie con su tacón filoso, pero todo lo que hizo, fue quedarse callada, mirando como él ganaba. Minutos después… —Muy bien, todo resultó de maravilla. —Te lo dije mi amor. —Que guapo era, no dijiste que era tan guapo. —Si lo dije, pero tu fuiste demasiado tonta y no escuchaste. La familia Kullen platicaba muy feliz del gran cometido qué habían logrado, pero Ana era quien caminaba por la borda a punto de caer a un mar donde un tiburón la esperaba.
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