Nina llamó a Deborah por teléfono para reunirse a conversar como las amigas que eran. Hacerlo no quebraría ningún código. No necesitaban el permiso de los Antonov, o eso pensó Milán. Quedaron en verse en una cafetería en el centro. Los hermanos estaban reunidos discutiendo la carga que enviaron a Italia, por lo que ellas salieron sin problemas. Les pidieron a los perros que las llevaran. Y como los Antonov les dejaron explícitamente dicho que hicieran lo que ellas quisieran, no opusieron resistencia. Deborah llegó con un hermoso vestido ajustado en todas las cuervas de su cuerpo, mientras Milán usaba un pantalón que compró por internet y una de las camisas de Adkik. Le gustaba el aroma de su perfume. Milán no imaginó que sería más que gusto por un perfume, pero cuando Deborah la vio lleg