Narra Fernando Desperté, sintiendo unos suaves lengüetazos en mi pie. Bajé la vista y vi a Mussolini acostado a mis pies, y sentí como si estuviera retrocediendo tres años, cuando yo vivía con Luciano y los gatos amanecían con nosotros en la cama. Escuché sonidos de libros cayéndose, y al voltear a mirar hacia mi biblioteca, en efecto vi a Dante haciendo estragos en las estanterías, y Da Vinci al parecer estaba en el baño, también haciendo estragos. —Puñeteros gatos —murmuré, haciendo una mueca cuando sentí aquel dolorcillo en mi nariz que ya me tenía harto. La verdad, los había extrañado. Como en cualquier divorcio, los hijos eran los que más sufrían, y en mi separación de Luciano, los gatos quedaron muy afectados los primeros meses tras mi partida de Italia. Luciano había tenido