Dos semanas de Carlos en combate, y yo no podía con la ansiedad. Tanto así, que había tenido que volver a tomar mis medicamentos.
Como los medios de comunicación no querían decir nada sobre lo que estaba pasando en Arauca, yo me había tomado la molestia de ir hasta las oficinas del ejército, buscar a Carolina y preguntarle qué sabía de Carlos y su equipo, a lo que ella se limitó a decirme que aún estaban en combate, pero que no había recibido reportes de alguna baja conocida, e intercambiamos números para que ella me mantuviera informada.
El trabajo me estaba ayudando a mantener la mente ocupada. El Observatorio de Derechos Humanos de la Presidencia de la República resultó ser un lugar con muy buen ambiente laboral, y aunque yo sentía ganas de morirme, mis nuevos compañeros de trabajo
