Narra Carlos Salí de mi oficina hecho una furia, listo para meterle una bala en la pierna a Gustavo. Por más mal que me cayera, no podía matarlo, porque era familia, al fin y al cabo, pero si podía hacerlo sufrir por un ratito, yo quedaría satisfecho. Carolina ya me conocía esa cara de voy a matar a alguien, así que me siguió hasta el ascensor que nos llevaría a la azotea del palacio presidencial, en donde ya me estaba esperando el helicóptero para llevarnos al aeropuerto. —¡Tiene un mundo de cosas por hacer, coronel! ¿vale la pena pausarlo todo por un problema familiar insignificante? —me dijo Carolina, dirigiéndose formalmente a mí ya que no estábamos a solas. Yo no detuve el paso y seguí caminando. Los empleados de la Casa de Nariño me hacían paso, con ojos asustadizos. Yo en se