02.

2465 Words
Ava. Necesito tiempo, mucho tiempo. Pensar en las posibilidades es lo peor que pudo pasarme. Después de tantos años, de tanto tiempo aceptando el que en algún momento tendría que decir la verdad y que ahora esté en esta posición, es inconcebible. Para cuando los Paulson se van, con la promesa de que iré a Nueva York, me quedo sola en mi oficina pensando en todas las formas en que la verdad puede llevarme al infierno. Pude haber dicho que no directamente, pero no lo hice, porque en estos años los Paulson fueron un gran apoyo para mi pequeña familia. Adoran a Brooklyn como si fuera su nieta, nos han dado un lugar en su mesa, en su hogar y lo menos que puedo hacer, es pararme junto a Erick para cuando le entreguen ese bendito premio. Creo que la cuestión no es tanto de ir, sino de afrontar las consecuencias de mis acciones, las cuales no son mínimas. Reconozco mi error, mi culpa y cargaré con lo que sea. Aquí el tema principal, es cómo reaccionará Adam cuando se entere de lo que pasó. ¿Será capaz de perdonarme o no querrá saber nada con ninguna de las dos? Cómo él me trate, poco me interesa. Desde que llegó Brooklyn a mi vida, todo gira en torno a ella, y sería un infierno si él decide no saber nada con su hija. Esa mínima posibilidad me mantiene con las manos temblorosas. Las horas en la oficina no parecen pasar nunca y de tanto pensar, se me pasa el horario de almuerzo también. No soy capaz ni siquiera de mirar los planos, pues estoy con la vista fija en la fotografía que fue tomada en su primer cumpleaños. ¿Qué mierda haré ahora? Pensando en todo y nada al mismo tiempo, doy un brinco cuando la puerta de mi oficina se abre, enseñando a Will. Primero trae una sonrisa en sus labios, pero al ver mi rostro, se desvanece. Observa hacia atrás y lentamente cierra la puerta, caminando con cautela. —No fue bueno ¿Cierto? Trago grueso, mientras niego con mi cabeza. —¿Quieres hablar de eso? —¿Cuándo he querido hablar de eso o de algo en realidad? —pregunto, con una ceja en alto. —Mira, no tengo ánimos ahora. ¿Necesitas algo? Will, como siempre, con su personalidad tan tranquila y serena, en vez de irse como lo estoy pidiendo, saca de su bolsillo un chocolate, el cual me entrega con una sonrisa tímida en sus labios. Por supuesto que lo tomo, es algo que no puedo rechazar. Ni se debe de rechazar, en ninguna oportunidad. Todo el ejercicio, el cuidarme con las comidas y el hecho de que por mi salud, debo cuidarme, queda en el pasado cuando mis ataques de ansiedad me toman, y él lo sabe. En estos años y con la cercanía que tiene con Brooke, se ha hecho imposible que no lleguemos a conocernos hasta este punto, donde sabe que necesito apoyo y que con un poco de chocolate, terminaré cantando como un canario. Cuando el sabor se queda en mi boca puedo sentir como la tranquilidad me toma y por consiguiente, se me suelta la lengua. —Iré a Nueva York. Aquello lo deja tan sorprendido que lo veo en sus ojos y en la expresión que pone. —¿A Nueva York? ¿Para? Creí que no querías regresar ahí. Inhalo profundo. —Justo eso. No quiero, no sé cómo haré siquiera para subirme al avión, pero debo ir. Durante algunos segundos se queda tildado, pero de repente comienza a asentir con la cabeza. Se nota a leguas que está pensando y aunque reconozco que le he hablado algo sobre Adam, jamás le dije su nombre, mucho menos la razón por la que nos separamos, aunque es difícil no saber la historia completa por los medios que cubrieron el juicio y lo demás, durante bastante tiempo. —Bueno... me tomas por sorpresa, pero supongo que podríamos acordar cómo nos organizaremos aquí y si quieres, me presento como voluntario para cuidar a Brooklyn en lo que regresas. Sé que no quieres que ellos... —Brooklyn viene conmigo—le corto, dejándolo todavía más sorprendido—Es mi hija, jamás la he dejado, mucho menos me separé de ella, y no lo haré ahora. Sacude la cabeza, mirándome con el ceño fruncido. —Eso lo entiendo. Sé que es tu hija, pero dijiste... creí que no querías que su padre... Trago grueso. —Tengo que decirle en algún momento y aunque no es el correcto, no creo que exista un evento o lugar adecuado para decirle que le oculté a su hija. —Pero él jamás te buscó—recalca—Dijiste que le enviabas mails mientras estabas aquí, pero que él jamás respondió. Eso le quita derecho a saber. —No lo hace, porque en ninguno de esos mails le aclaré que tendríamos un hijo. —Pero buscabas tener una conversación y eso no pasó. Ese hombre no las merece, él no... —No lo sabes—le corto—Ninguno sabe si nos merece o no, si cambió o si yo estoy lista para afrontar esto, pero es algo que debe de hacerse y no hay nada que puedas decir, que me obligue a cambiar de parecer. Mi hija vendrá conmigo, conocerá a sus abuelos y también a su padre, sin importar cómo terminen las cosas para mí. —Veo que estás decidida—murmura. —¿Eso significa que van a mudarse? ¿Qué pasará con tu trabajo aquí? ¿Qué le diremos a los clientes? Me encojo de hombros. —Si decide hacerse cargo, si quiere tener relación con ella, no tendré más remedio que viajar cada que sea necesario, aunque eso supongo que lo veremos sobre la marcha. —Esto es... las echaré de menos. —No es como si nos fuéramos mañana. Me mira, con demasiado sentimiento en sus ojos. —Siento como si ya se hubieran ido. —Tampoco exageres tanto. Aquello le saca una sonrisa —No es eso, es solo que llevo tantos años cuidando de Brooke, que la siento... como si fuera mi sobrina. Solo por instante pensé que diría que sentía a mi hija como suya, y agradezco que no lo haya hecho, más que nada, porque quiero ahorrarle la vergüenza de tener que recordarle que mi familia, solo se cierne sobre mi hija y sobre mí. Nadie más, mucho menos alguien que intenta tomar el papel de padre, algo por lo que siento culpa, pues de sentirse de esa manera, sería completamente por mí, por no haber detenido el acercamiento que tiene con mi bebé desde que se conocieron. —No te preocupes, encontraremos la forma en que todo cuadre—explico, sin dar más razones. —¿Deseas algo más? Con una clara señal de que necesito que se marche, suelta un suspiro poniéndose de pie. —No, solo quería asegurarme de que estabas bien. ¿Quieres un café o algo? Niego con mi cabeza. —Estoy bien por ahora, gracias. Will se pone de pie. Si importar cuánta cercanía tengamos, mi papel de jefa está demasiado impuesto en esta oficina como para dejar pasar el tiempo fraternizando conmigo como si no hubiera trabajo. La hora del almuerzo acaba, yo intento sacar el tema de mi cabeza por algún tiempo, pero es demasiado difícil dado que llevo años en lo mismo, y ahora es real. Mi mente quiere enfocarse en el plano que tengo frente a mí. Es un trabajo que necesita ser entregado pronto y que está bajo mi mando, pero por más que intento trazar las primeras líneas que van a permitir que todo tome forma, me es imposible. Nueva York, Adam, mis padres, mi hija. Todo me da vueltas y sé que de ir a casa y pensarlo mejor, seguramente terminaré arrepintiéndome, por eso abro mi laptop ingresando a la página que necesito, reservando los tiquetes de avión para días antes de la fiesta, asegurándome de dejarlos pagados. De esa forma, es casi imposible que los deje perderse. Suelto un suspiro alejando las manos del teclado. Está hecho, pienso, ahora solo queda tomar el valor de ir al maldito aeropuerto en ese día. Adam. La planeación del evento es algo increíble. Desde Londres me han estado enviando la lista de invitados y aunque sabía que iba a ser algo grande, jamás pensé que tendría que rentar todo un teatro para poder llevarla a cabo y que tuviéramos un poco de espacio. Desde el principio quise hacerme cargo de los detalles más importantes como el ser la organización de las mesas. Sé que cada persona que venga, tendrá amigos en común y para no hacer todo incómodo, creo que es mejor poner a las personas con quienes ellos más contacto tengan, así que eso recae en mí. Para cuando llego a la mesa principal, coloco el nombre de Ava junto al mío y me quedo mirando esa unión por solo unos segundos antes de cambiarla a tres asientos a mi derecha, junto a la señora Paulson. Según tengo entendido, es la persona con quien más se lleva, así que ahí estará cómoda. O al menos es lo que me digo para tranquilizarme. El evento es en solo una semana. Tengo los nervios a flor de piel de solo pensar en cómo terminaré esa noche y en cómo seré capaz de poner un pie dentro de ese lugar. Sé que seguramente acabaré rendido apenas la vea y por eso acudí a una sesión de terapia anticipada, porque no había forma de calmar mis nervios después de que me confirmaran su presencia. Es demasiado complicado el saber que después de tanto tiempo, la volveré a ver. Desde que se marchó, ni siquiera sale mucho en los titulares y eso que la prensa se volvió loca cuando anunciamos nuestra separación en cuanto ella pisó Londres. Me perseguían a todos lados, incluso llegaron a posarse en la puerta de entrada de mi apartamento y así fue durante los primeros meses. Querían razones, pero en parte, el juicio y los detalles morbosos de aquella noche, desviaron un poco la atención sobre nuestra separación. A nuestros clientes poco le importó porque la empresa no sufrió daños. Ella tuvo los pedidos que quiso y yo igual, así que no los afectó en lo más mínimo, sin embargo a mí, el no verla en ningún titular no me hizo las cosas más fáciles, simplemente porque necesitaba de esa pequeña fuente de información. Creo que me puso peor el no tener noticias que si las hubiera tenido. Por las personas de esa sede, supe que iba a trabajar y que de repente, dejó de asistir. Según sus padres, las terapias que tuvo que tomar la dejaban tan emocional que no quería que nadie la viera de esa forma y prefería quedarse en casa donde trabajó por algunos meses, hasta que regresó. Para cuando lo hice, por mi propia salud mental, dejé de preguntar cómo estaba o qué era de ella. Decidí enfocarme en mí, en sanar, en salir adelante, y creo que por eso fue que tomé la decisión de demoler la casa donde nos quedamos durante nuestro matrimonio. Apenas bajo del coche, el ve reste nuevo hogar frente a mí, me resulta completamente diferente. Casi ni recuerdo cómo era la casa anterior, y si bien mandé a demolerla por toda la historia que tenía, mandé a construir una que hice con demasiado cariño y todavía no entiendo por qué. Para mí, este lugar, regresar, solo significaba dolor y un constante recordatorio de todo lo que hice mal, así que la destruí junto a todos los recuerdos horrendos dentro de ella. La venganza de Ava, mis malas actitudes, lo idiota que fui al dejarla partir y lo imbécil que me sentía cada que caminaba dentro y recordaba lo amable y dulce que fue durante tanto tiempo y yo ni siquiera agradecí. Era demasiado, mucho por asimilar, así que la derrumbé. Esta nueva infraestructura, la cual está casi terminada a excepción de algunos detalles estéticos como ser el terminar el jardín delantero y colocar la piscina infinita en la parte trasera, me genera mucha más y demasiado respeto por mí, porque fue algo que creé bajo mi propio mando, y sobre todo, algo que hice bajo mis propios gustos. Cuando la recorro por dentro quedo admirado del trabajo. Hace tiempo que no venía por aquí, solo para no tener el viaje de los recuerdos, pero ahora mismo, con las paredes blancas, listas para que una familia le ponga color, me doy cuenta de que es momento de dejar ir este lugar y venderlo, para que otra familia tenga la oportunidad de crear sus propios recuerdos, y con fortuna, esos no serán para nada horrendos. Estoy a punto de salir de la casa, cuando mi móvil suena por todo lo alto. No espero la llamada de nadie y dado que por mi reloj, sé que es hora de regresar al trabajo, decido dejar la llamada para después. Con todo lo que tengo por hacer, me resulta imposible poder responder ahora y menos cuando veo que se trata de un número no agendado. Regreso a la oficina en poco tiempo. Varios de mis arquitectos me requieren para revisiones de último minuto y tengo una charla de quince minutos con la persona a cargo de pedir las pruebas de menú para la fiesta. Estamos a solo una semana y todavía no he contratado un servicio por la falta de diversidad en platillos, cosa que me resulta demasiado irónico dado que estamos en la ciudad de Nueva York. Una llamada al teléfono de mi oficina, de mi padre, me tiene al menos media hora más. Todavía me llama de vez en cuando para preguntarme cómo estoy y aunque no tenemos mucho más qué decirnos, siempre comento sobre mi trabajo, para poder tener un poco de desviación sobre el tema de mi salud mental, cosa que a él no le parece tan importante, pues en sus palabras, mi decadencia emocional se debió a una mujer y eso es inaceptable. Finalmente, unos quince minutos antes de mi horario de salida, recuerdo aquella llamada y con el ceño fruncido saco mi móvil para poder devolver aquella llamada. La primera vez no responden, y estoy pensando en que seguramente se trate de spam, pero cuando intento una segunda vez, a los pocos segundos, tengo una voz del otro lado. Y no es cualquier voz. —¿Adam? El estómago se me cierra de inmediato. Toda la terapia, las miles de actuaciones en mi casa, a solas, imaginando este momento y lo que diría, quedan en la nada porque mi acción principal, es colgar. ¡Mierda!
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