—Baja del auto, Aisling —sentenció Alaric por tercera vez. Ella se negaba; no quería obedecerle en absoluto. Estaba molesta, pero no más que él en ese momento. Alaric soltó un suspiro pesado antes de quitarle el cinturón de seguridad. —¿Qué haces? ¡Déjame! —protestó ella, resistiéndose a ser sacada del auto. El alemán la sacó a la fuerza, recibiendo arañazos de Aisling. Le sorprendió un poco su agresividad; jamás pensó que reaccionaría así, pero tal vez era por el alcohol que había consumido. Sin darle importancia a sus pataletas, la cargó sobre su hombro y entró a la mansión. Los tacones de Aisling cayeron de sus pies, y su cartera se deslizó al suelo mientras ella seguía resistiéndose. Kate llegó y comenzó a recoger el desorden sin decir nada, manteniéndose prudente. Los empleados no