Ha pasado una semana y como la cobarde que soy no le he dado la cara ni a Kikyo y mucho menos a Inuyasha. Me he pasado la semana en el departamento de Miroku, a quien aún no le confieso lo que pasó. Lo bueno de Miroku es que sabe esperar hasta que esté preparada.
Las cosas en el colegio no van bien, el ojo está puesto en mi trabajo y estoy casi segura que en cualquier momento me van a despedir, estoy aterrada de la idea. Me encanta trabajar en ese lugar, pero sé que mi padre hará todo lo posible para joderme la vida, ese es su pasatiempo favorito.
Justo ahora me encuentro en la sala del departamento de Miroku bebiendo una gaseosa. Las marcas en mi cuerpo ya se han ido borrando, solo tengo el leve color en mis muñecas que solo si te fijas de cerca y mucho, la notaras.
En esta semana he tenido pequeñas lagunas. Como yo mirando la entrepierna de Inuyasha. El ascensor, pero cosas que no me llevan a ningún lugar porque no hay nada en concreto, pero gracias a esas lagunas sé que Inuyasha no me forzó a hacer algo y ahora me siento mal con él también, porque le dije eso y debe ser horrible la incertidumbre ya que ninguno de los dos recordábamos nada.
Miroku aparece y me mira fijamente. Yo trago en seco y él me mira atento mientras se sienta, no me pierde de vista en ningún momento y sé que debo hablar porque ya su paciencia se está agotando. Todo lo que he hecho es llorar y guardar silencio como si de esa manera mágicamente mis problemas desaparecerán.
—¿Qué sucedió?—pregunta nervioso—¿alguien te forzó a algo?—pregunta con la preocupación latente en su voz. Yo niego rápidamente y él suspira con alivio. Lamo mis labios y juego con mis dedos sobre mi regazo.
—Me acosté con el novio de Kikyo—Miroku abre los ojos de par en par y parece desconcertado.
—¿Qué?—pregunta parpadeando.
—Estábamos ebrios, no recuerdo mucho, solo pequeñas lagunas. No sé cómo diablos pasó eso, sé que aun borracha yo jamás traicionaría a Kikyo. Amanezco y ese chico está a mi lado ambos desnudos y mi cuerpo me gritaba que hablando no pasamos precisamente la noche—paso las manos por mi pelo—la he estado evitando porque no sé si quiero decir la verdad, ella no se merece lo que le hice. Kikyo siempre ha sido una excelente amiga y no sé cómo pude clavarle un puñal de esta manera—cierro los ojos sintiéndome mal nuevamente.
—Dios, no sé qué... ¿todos tus tragos fueron vistos por ti antes de ingerirlos?—pregunta y la verdad es que no sé.
—No recuerdo—murmuro y él lame sus labios.
—Kagome, te he icho que siempre mires cuando te abren una botella, que nunca tomes tragos que no has visto preparar. Siempre hay hijos de puta buscando drogar mujeres, ¿y si eso pasó?—pregunta y rasco mi cuello cuando pica mucho ante el nerviosismo.
—Ya no quiero pensar en eso Miroku, porque de igual forma la traición sigue ahí—murmuro abrazándome.
—¿Y crees que resguardándote aquí se van a solucionar?—pregunta y niego—nada ganas estando solo llorando Kagome, debes hablar con Kikyo y decirle lo que pasó—niego rápidamente.
—La perderé—Miroku enarca una ceja.
—Eso no lo sabrás hasta que le digas—él se levanta y camina a sentarse a mi lado—no te conviertas en esa persona Kagome. No crees mentiras porque tú principalmente la odias y ocultarle una verdad que Kikyo puede descubrir algún día puede ser peor—él me acerca para abrazarme—debes decirle toda la verdad—abrazo a Miroku.
—No sé si seré capaz—él besa mi frente.
—Eres fuerte Kagome, sé que lo harás... y aunque he tratado de posponer lo más que pueda esta conversación, debo decirte que tu padre ha estado hostigando para que vayas a su casa. Al parecer tiene asuntos de negocios que tratar contigo—lamo mis labios nerviosa.
—Verles la cara a esas personas es otra de las cosas que no quiero hacer—Miroku se ríe.
—Lamentablemente debes hacerlo, así que levántate, recoges todo lo que te he traído y vas devuelta a tu casa. Comienza hablando con ese chico que al igual que tú debió estar enloqueciendo—acaricio mi cuello.
—Gracias Miroku—él niega levantándose.
—Me tienes siempre que lo necesites Kagome, ahora, debo irme a una reunión con un cliente—besa mi frente—no dejes pasar el día de hoy Kagome, cuanto más pronto lo enfrentes menos dolerá—me guiña un ojo y lo veo marchase. Cuando estoy sola decido que es momento de volver a casa. Es cierto, nada gano resguardándome en un lugar sin buscarle solución a mis problemas. Es por eso que me tomo un taxi para ir a casa.
Cuando abro la puerta de mi departamento la puerta de Inuyasha se abre. Jadeo cuando veo a Kikyo que me mira fijamente, no sé si Inuyasha le habrá comentando algo, por lo que me quedo en silencio mirándola. Ella frunce el ceño mirándome, estoy un pantalón largo, un top blanco y un abrigo enorme de Miroku que me gusta y aproveché la oportunidad de robar.
El que Kikyo no diga nada me tiene tragando en seco, dejo mis pertenencias en la entrada y me giro para darle toda mi atención. Estoy esperando una bofetada en cualquier momento, pero lo que siento son sus brazos rodearme y abrazare con fuerza. Muerdo mis labios porque tengo ganas de llorar nuevamente.
—Dios, Kagome, no sabes la preocupación que estaba sintiendo—dice suspirando. Se separa y me mira—¿Dónde estabas? No contestabas mis llamadas ni respondías mis mensajes, estaba realmente preocupada por ti—dice—y vine todos los días a tu casa y no estabas—le regalo una sonrisa para que se tranquilice.
—Estuve quedándome donde Miroku y...
Dejo de hablar ante la mirada picara que me dedica. Kikyo siempre le ha gustado que Miroku y yo tengamos algo más, cosa que no pasará porque nunca he visto a Miroku de esa manera, en todo caso es como un hermano para mí. Así que no, Miroku y yo jamás pasará.
>> Deja esa mirada—murmuro dándole un golpe en la frente—no hicimos nada, solo quería estar con él—ella hace un puchero.
—Harían bonita pareja—comenta evaluando mi mirada.
—Pero no nos queremos de esa manera—aseguro y ella frunce el ceño.
—¿Estuviste llorando?—pregunta y niego rápidamente—Kagome, no me mientas, estuviste llorando—ella sujeta mi rostro evaluándolo—tienes ojeras, ¿Qué pasa? ¿es algo malo?—le regalo una sonrisa para que se tranquilice, lo último que quiero es comenzar a llorar frente a ella.
—Solo fue una semana difícil, nada de qué preocuparse—ella muerde su labio sin parecer del todo contenta con mi respuesta.
—Ven un rato con Inuyasha y conmigo, haremos mataron de películas—dice con una sonrisa—lleva días extraño, pero ya volvió a ser mi novio, el mismo de siempre—trago en seco y lamo mis labios sintiéndolos secos.
—Sí, hablando de novios, tengo algo que decirte, algo muy importante—ella me mira con atención.
—No me digas que volviste con Bankotsu—dice frunciendo el ceño y arrugando cada parte de ella. Eso causa que mi sonrisa sea verdadera lo que provoca que ella sonría satisfecha, supongo que lo hizo para mejorar mi ánimo.
—No, no es eso—aseguro, pero mis ojos se pierden en la figura frente a mí. Inuyasha se detiene en la puerta mirándome y otra vez mi estomago se remueve y las ganas de vomitar aparecen, aunque sé que debo no mirarlo de la manera en que lo hago, no puedo evitarlo.
Él cabello n***o de Inuyasha está alborotado dándole ese aire de hombre sexy de revistas, esos ojos inusuales me observan con miedo mientras me repasa de pies a cabeza. A ambos nos está afectando vernos después de lo ocurrido. Hace un momento pensaba decirle toda la verdad a Kikyo, pero viendo a Inuyasha frente a mi es como si todo me gritara que cometeré una locura.
Mejor se queda en un secreto.
Nuestro travieso secreto.
—¿Que me ibas a decir?—pregunta Kikyo quien parece lejana a la mirada que su novio y yo nos dimos hace tan solo un momento.
—Nada—le sonrío—hola, Inuyasha—mi voz trata de sonar normal, pero falla un poco al último momento por lo que sonrío para no levantar sospechas.
—Hola... Kagome—él sonríe un poco y Kikyo camina hasta él enredando sus brazos en su cintura y besando su pecho. Giro el rostro en otra dirección dándole un poco de intimidad—no sabía que habías regresado, Kikyo te ha buscado todos estos días—juego con mis dedos.
—No le creas, él también se preocupó por ti, ¿no crees que es lindo?—Inuyasha gruñe.
—No me llames lindo—la sonrisa y la mirada que tiene Kikyo justo ahora mientras lo mira es lo que me hace tomar mi decisión. Una estúpida, pero es lo que haré.
Ocultar lo que pasó.
Inuyasha me observa raro mientras mi cabeza es un lio de emociones y solo quiero refugiarme en mi habitación donde pueda maldecirlos a todos y quedarme acostada, tranquila sin personas que me hostiguen. Solo yo y mis malditas culpas.
Al menos espero que el polvo estuviese bueno.
Abro mis ojos alarmada por ese pensamiento y parpadeado. ¿Qué mierda? Espero seguir sin recordar los enormes cuernos que Inuyasha le montó a Kikyo conmigo.
—¿Te unes a nosotros, Kag?—pregunta Kikyo sin despegarse de Inuyasha. Lamo mis labios y rasco mi cuello cuando comienza a picar de nuevo.
—Creo que mejor me voy a casa a descansar un rato—murmuro sonriendo un poco.
—Espera Kagome, te debo una disculpa—dice Kikyo y eso llama mi atención.
—¿Disculparte?—pregunto confundida—¿Por qué?—ella muerde su labio.
—Por la fiesta, al parecer casi todas las bebidas estaban adulteradas. Es una suerte que ustedes llegaran al hotel sin tener accidentes—ella suspira—me alegro que estés bien—la miro fijamente—te juro que no sabía, sabes que jamás haría algo que pudiese dañarte—eso lo sé, pero estoy demasiado conmocionada por sus palabras anteriores.
—Hablando de eso—escucho la voz de Inuyasha—¿a dónde fuiste esa noche?—Kikyo parece nerviosa y yo me siento demasiado mentirosa.
—Yo le pedí un favor, cosas de mujeres que espero no te moleste, pero es un secreto entre nosotras—hablo mirándolo directamente. Esos ojos tan hermosos que tiene.
—¿Te gusta?—su voz es profunda, tan profunda como su m*****o dentro de mí. Asiento agarrándome de las sábanas mientras él se mueve lento dentro de mí. Gimo algo mirando sus ojos, esos que me observan justo ahora.
—Dios—chillo clavando mis uñas en su espalda y arqueando la espalda. Él jadea y me besa. Su sabor es único, sabe delicioso. Mi sudor y el suyo se vuelven uno mientras entra y sale de mí.
Comienzo a toser como loca y Kikyo e Inuyasha se alarman. Mis mejillas se ponen rojas mientras trato de evitar seguir tosiendo, pero no puedo parar. ¿Justo ahora tenía que recordar esa laguna? Maldición, ellos me hablan, pero yo estoy histérica tosiendo como loca. No sé cuantos minutos pasan hasta que me siento un poco mejor.
—¿Estas bien?—preguntan y siento toda mi cara roja.
—Sí, sí, solo... quiero irme a dormir—hablo y mi rostro sigue encendiéndose a medida que pasan los segundos.
—Bien, si necesitas algo nos llamas—Kikyo besa mi mejilla y vuelve al departamento de Inuyasha.
—Tenemos una conversación pendiente—susurra y me asusto de eso, por lo que me paro derechita mirándolo.
—Luego—susurro.
—Bien, pero que ese luego no se convierta en semanas—advierte y enarco una ceja.
—Luego—él me da una última mirada antes de a pasos rápidos perderse por su puerta. Entro a mi departamento cerrando y dejándome caer en el suelo.
Al menos sé que Inuyasha no me obligó a algo. Ambos causamos esta situación, no es un problema de una parte, es de los dos. Dos jodidos traidores.