Angelo Las actitudes imprevisibles de Emiliana me habían encendido hasta lo más profundo. Cuando la vi sobre la mesa, apuntándome con un simple cuchillo de carne como si fuese un digno oponente de esgrima, no pude contener la oleada de admiración mezclada con atracción hacia su persona. Mi primer instinto fue de defensa, quitándole ese objeto punzocortante de las manos. Decidí hacerlo de forma rápida, provocando que con ello terminara en mis brazos para luego acorralarla en la pared. Su menudo cuerpo fue fácil de aprisionar, al tenerla tan cerca no retuve el impulso racional y me atreví a robarle un beso. Los siguientes segundos sobre su boca fueron increíbles. Recibió mi gesto abriendo la boca para dejar que mi lengua explorara el interior, me dejé llevar por el compás de nuestros