Capítulo 14

1237 Words
Estaba terminando la reunión con los socios cuando Susana, mi secretaria, me informó que Azad había llegado y se encontraba en mi oficina junto a Kate. No era común que vinieran, pero algo en esa idea me alegró el día. Sin embargo, no podía evitar preguntarme si Kate se sentía fuera de lugar aquí. Todo era nuevo para ella: este mundo, mi trabajo, nuestras responsabilidades como pareja. Mientras los socios seguían discutiendo detalles del contrato, mi mente divagaba hacia Kate. Recordé cómo la había encontrado más temprano, su expresión entre confundida y asombrada al verme en mi lugar de trabajo. Tenía que reconocer que verla ahí, como si perteneciera a este espacio, me había llenado de una inexplicable satisfacción. Cuando por fin terminó la reunión, me despedí de los socios y me dirigí a mi oficina con paso firme. Apenas crucé el umbral, noté que el ambiente estaba tenso. Kate estaba sentada en el sofá, con Azad dibujando tranquilo a su lado. —Kate, ¿todo bien? —pregunté, acercándome. Ella levantó la vista, y aunque intentó ocultarlo, pude notar la incomodidad en sus ojos. —Sí, todo bien. Solo alguien que pasó por aquí, nada importante. Azad, siempre entusiasta, corrió hacia mí y se abrazó a mi pierna. Lo levanté con facilidad, disfrutando de su risa. —¿Quién era? —insistí, mirando a Kate. Ella dudó un momento antes de responder. —Tu asesora comercial... Luisa Cooper. Creo que no le agrado mucho. Fruncí el ceño. Conocía a Luisa desde hacía años; era competente, pero también tenía fama de ser algo... territorial en el trabajo. —¿Te dijo algo? Kate negó con la cabeza, pero sus dedos jugueteaban nerviosamente con el anillo en su mano. Era un gesto que ya reconocía como señal de nerviosismo. —Nada relevante. Solo creo que le sorprendió saber que estabas casado. Entrecerré los ojos. Ese comentario, aunque inocente en apariencia, encendió una alarma en mi mente. Luisa siempre había sido profesional, pero no me gustaba la idea de que pudiera hacer sentir a Kate como una intrusa. Me senté junto a ella, dejando a Azad jugar en la alfombra con sus dibujos. —Escucha, Kate. Quiero que te sientas cómoda aquí, en mi mundo. Este lugar, estas personas, todo esto también es tuyo. No voy a permitir que nadie te haga sentir lo contrario. Ella me miró con una mezcla de agradecimiento y duda. —Lo sé, Dimitri, pero no quiero causar problemas. —No estás causando problemas. —Tomé su mano y la apreté con suavidad—. Si alguien tiene un problema contigo, entonces lo tiene conmigo. Antes de que pudiera responder, Susana llamó a la puerta y entró con un informe. Me levanté para atenderla, pero no sin antes dejar un beso en la frente de Kate. —Dame un momento. Mientras revisaba el informe, mis pensamientos seguían girando en torno a Kate. Estaba claro que necesitaba hacer más para que se sintiera parte de mi vida, de mi entorno. Y también estaba claro que necesitaría tener una conversación con Luisa. Una vez que Susana salió de la oficina, regresé al sofá donde Kate seguía sentada, observándome con una mezcla de curiosidad y reserva. Sabía que su mundo había cambiado de la noche a la mañana, y eso era algo que no podía ignorar. Aunque nuestra unión había comenzado como un acuerdo práctico, no significaba que no pudiera esforzarme por construir algo real entre nosotros. —Kate, ¿quieres quedarte un poco más o prefieres que vayamos a casa? —pregunté, tratando de darle la opción de elegir. Ella pareció considerar mi pregunta por un momento antes de responder. —Creo que Azad está cansado —dijo, mirando al pequeño que ahora dibujaba concentrado en su libreta—. Quizás sea mejor que regresemos. Asentí, sabiendo que no era solo Azad quien necesitaba descansar. Kate también parecía algo agotada. —Está bien. Llamaré a Badu para que los lleve. —¿No vienes con nosotros? —preguntó ella, con una ligera sombra de decepción en su voz. —Tengo un par de asuntos más que atender aquí, pero no tardaré mucho. Su expresión se suavizó, aunque no pude evitar notar un destello de algo más en sus ojos. ¿Era inseguridad? ¿Duda? Lo último que quería era que pensara que estaba priorizando el trabajo por encima de ellos. —Kate... —Me incliné hacia ella, tomando su mano nuevamente—. Prometo que estaré en casa a la hora de la cena. Ella asintió con una pequeña sonrisa, pero su silencio decía más de lo que quería admitir. Después de llamar a Badu y asegurarme de que estaban en camino, me giré hacia mi escritorio y marqué el número porque era hora de abordar el tema de Luisa. —Necesito que la señorita Luisa Cooper pase a mi oficina. Ahora. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera y Luisa entrara, con su habitual aire de confianza. —¿Me llamaste, Dimitri? —preguntó con su voz melosa, pero sus ojos tenían un brillo calculador. —Sí. Siéntate, por favor. Ella obedeció, aunque su postura seguía siendo altiva. —¿Puedo saber a qué se debe esta reunión? La observé por un momento, permitiendo que el silencio llenara el espacio. Quería que entendiera que esta no sería una conversación casual. —Hoy mi esposa estuvo aquí, en mi oficina —comencé, manteniendo mi tono firme—, y tengo entendido que tu comportamiento hacia ella fue, digamos, inapropiado. La seguridad de Luisa pareció tambalearse por un momento, pero rápidamente se recompuso. —No estoy segura de a qué te refieres. Solo me sorprendió saber que esa chica era tu esposa y no la niñera. No sabía que te habías casado, Dimitri. —Luisa, eso no es excusa. —Me incliné hacia adelante, cruzando las manos sobre el escritorio—. Si vuelvo a escuchar que alguien, y me refiero a cualquiera en esta empresa, trata a Kate con menos respeto del que merece, no habrá lugar para esa persona aquí. ¿Está claro? Su rostro palideció ligeramente, pero asintió. —Por supuesto, Dimitri. No volverá a suceder. —Eso espero. Porque no toleraré que nadie interfiera con mi familia. Luisa salió sin decir una palabra más, y aunque sabía que el asunto no estaba completamente resuelto, sentí que había dejado clara mi posición. Cuando terminé el resto de mis tareas, revisé el reloj. Aún faltaba un poco para la hora de la cena, pero decidí sorprenderlos llegando antes. Al llegar a casa, encontré a Kate en la sala, hojeando un libro mientras Azad jugaba en el suelo. Cuando me vio, su rostro se iluminó con una sonrisa que hizo que el cansancio del día desapareciera de inmediato. —Llegaste temprano —dijo, sorprendida. —Te lo prometí, ¿no? —respondí, acercándome para dejar un beso en su frente. Esa noche, durante la cena, me aseguré de hablar con Kate y escucharla. Quería que supiera que su voz importaba, que su lugar en mi vida era tan importante como el mío en la suya. Y aunque sabía que todavía nos quedaba un largo camino por recorrer, también sabía que estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para que ella se sintiera segura. Después de todo, lo que había comenzado como un acuerdo estaba empezando a convertirse en algo mucho más profundo...
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